“Hay lugares donde uno se queda, y lugares que quedan en uno”

“Hay lugares donde uno se queda, y lugares que quedan en uno”

Por. Dayana Rivas – Colombia

Puedo decir con certeza que el Centro Social es de esos lugares a los que vas una vez, pero se quedan en tu alma para siempre. 

Conocí el Centro Social a la edad de 17 años, sentía un llamado en mí, el cual tenía que responder, ese llamado de ayudar a las personas a ser diferente, a descubrir mí esencia y a definir mí futuro. 

Vivía en otro barrio, bastante lejos del Centro Social con mis padres, pero mi familia siempre estuvo involucrada con el arte de amar, mi abuelita hizo parte de cursos que se dictaron allí, donde les enseñaban artesanías, tejido, cocina (entre otros) mis tías asistieron cuando eran muy pequeñas y en el tiempo que conocí el Centro Social ellas ayudaban con los niños que asistían y verlas despertó en mí la “Vocación” supe de inmediato que era ese lugar el que me daría todas las respuestas a las interrogantes que me había hecho, era ese lugar del “llamado” me acerqué con temores, con retos, con expectativas, pero finalmente todo esto se fue cubriendo por el amor infinito que brinda la Escuela del arte de amar. En el colegio era obligatorio cursar el servicio social para poderme graduar de bachillerato y esa fue la excusa perfecta para comenzar a ser parte del CSU. Empecé acompañando a los niños de Buenos Aires, jugábamos, les ayudaba con las tareas y me sentía feliz.

Terminando la etapa del colegio ya había decidido mí profesión, gracias al trabajo que había realizado, en pocas palabras el CSU me ayudó a definir mí futuro, y es allí cuando decido estudiar mí carrera universitaria: Trabajo Social. Una profesión llena de retos, que promueve el cambio y el desarrollo social, tiene como premisa y pilares la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva, pero lo mejor de todo es que el CSU me enseñó bastante en la parte práctica que requiere mí carrera. 

En el año 2019 Amparo Uribe encargada del CSU me daría la noticia más feliz, pero también más retadora para mí, quedaría a cargo de un grupo de niños de 4 a 7 años, mi corazón se llenaba de ilusión porque era lo que anhelaba y por fin se había dado y estaría dispuesta a dedicar y entregar todo de mí para estos niños. 

Tuve tres excelentes docentes que me formaron a nivel personal, pero también me brindaron sus conocimientos pedagógicos para crecimiento profesional, gracias a Angela Cárdenas y Fabiola Restrepo que me dieron las bases para afrontar con todo el corazón el reto que tenía y por supuesto mi Senséi Amparo Uribe. Así trabajé tres años en el CSU. En el año 2022 tenía que hacer mis prácticas de la Universidad y por descubrir otras líneas de mí profesión me involucré en el campo organizacional, en una empresa muy grande y prestigiosa, pero enfrentando una realidad totalmente diferente a la que había vivido durante tres años. Fue un año complicado, aunque constantemente en la empresa me daban a conocer su deseo de tenerme allí, en todo momento tenía presente mí amor por el CSU, alejarme fue un suceso de impacto emocional, esperaba ansiosa la hora de terminar mí contrato el cual estaba a un año, para que me dieran la oportunidad de regresar al lugar del “llamado”. Finalmente, a comienzos de este 2023 recibí la llamada que tanto esperaba en la que me decían que podía regresar a hacer lo que tanto amaba y al lugar que me había inspirado para ser la profesional que soy ahora. 

Nuevamente el CSU me abrió las puertas, esas mismas que me abrieron a los 17 años, esas que después de casi 5 años siguen siendo mí lugar de refugio, los primeros que confiaron en mí y me dieron las alas para volar alto, pero teniendo en mí el amor y la unidad como pilares fundamentales para alcanzar el éxito. Actualmente sigo con los niños de edad de 4 a 7 años, descubriendo día a día el potencial que Dios ha puesto en mí y viendo a Jesús en cada uno de ellos. Hoy a un semestre de culminar mí carrera y graduarme como Trabajadora Social puedo decir que el lugar donde se cumplen los sueños sí existe, el lugar que transforma vidas si existe, el lugar del llamado sí existe y lo descubrí justo a tiempo. 

Finalizo con una frase que describe todo lo que siento en este momento “Cuando la gratitud es tan absoluta, las palabras sobran”.

Un abrazo fraternal y espero que todos puedan encontrar el lugar de su llamado.

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