Refugiados y migrantes

Por Silvano Roggero – Perú 

El Comité Interreligioso para los Refugiados y los Migrantes celebra su quinto aniversario

El 8 de agosto de 2018 se constituyó aquí en Lima (Perú) el CIREMI (Comité Interreligioso para los Refugiados y los Migrantes) del cual formamos parte desde su fundación a través de dos focolarinos Walter Cerchiaro (ahora en Colombia) y Juan Carlos Duque (fallecido hace 3 años). 

Actualmente hay 110 millones de migrantes en el mundo. En el “ranking” de aquellos países que acogen, Perú es incluso el 6º país del mundo que más migrantes recibe. Realmente tenemos que agradecer a estas personas que nos acogen tan generosamente, más allá de las ráfagas de viento xenófobo que ocasionalmente se asoman. 

El 23 de junio anticipamos deliberadamente la celebración del quinto aniversario de CIREMI por unas pocas semanas con un evento celebrado en nuestro Centro Juan Carlos Duque que terminó con una cena. Anticipamos sobre todo para tener la oportunidad de agradecer y saludar a un emocionado Dr. Federico Agusti, representante de ACNUR Perú (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) que en pocos días parte hacia Ecuador, su nuevo destino. 

Éramos unos ochenta presentes, representando a las aproximadamente 25 comunidades de fe (de iglesias y religiones cristianas) que forman parte de CIREMI. Varios líderes religiosos, pastores, sacerdotes y laicos. Entre ellos recordaría: el Dr. Elías Szczytnicki Broutman, secretario general Regional de Religiones por la Paz América Latina y el Caribe; Laura Vargas secretaria ejecutiva del Consejo Interreligioso del Perú; Analí Briceño Coordinadora Nacional de “Encuentros” (Servicio Jesuita por la Solidaridad); la Coordinadora Nacional de CIREMI Raquel Gago y por supuesto el ya mencionado Dr. Federico Agustí de ACNUR y otros miembros de la directiva.

Particularmente fue conmovedor el momento en que leímos un breve perfil de Juan Carlos Duque, quien murió trágicamente hace tres años en el mismo centro que ahora lleva su nombre. Era un focolarino que se entregó totalmente, para acoger a muchos venezolanos desplazados en Perú. En el momento del incidente estaba acompañado por dos venezolanos. 

Dos días después, el 25 de junio, pasamos el domingo junto con el equipo que poco a poco se formó para acompañar a los venezolanos que han llegado y siguen llegando al Perú. Somos unos quince. Queríamos dar cuenta de lo que habíamos hecho todos juntos en este último período y echar un vistazo al futuro, al menos durante los próximos 6 meses hasta finales de año. 

Meses que prevén un futuro un poco “sombrío” debido a que, por una especie de reestructuración en relación con la parte administrativa del Centro Juan Carlos Duque, faltaría en gran medida la disponibilidad de los locales para las diversas actividades con migrantes. 

Fue agradable ver la firme intención en todos, a pesar de este nuevo obstáculo, de intentar llevar a cabo todas las iniciativas hasta ahora nacidas y desarrolladas. Escuchando los números, las estadísticas, todos nos sorprendimos y todos las disfrutamos; entendimos que es una obra de Dios en la que Él nos ha involucrado por amor a los más necesitados hoy. Después de todo, ninguno de los presentes había planeado nunca estar inmerso en una actividad social de tanta importancia.

Por lo tanto, hemos decidido realizar la próxima actividad para los migrantes venezolanos con motivo de la Jornada Mundial del Migrante que el Papa ha establecido cada año el último domingo de septiembre. 

Tuvimos un almuerzo típico que ya nos estaba esperando bien caliente. Una persona del equipo nos había preparado un “pabellon criollo”: arroz, frijoles, carne desmechada, plátanos fritos, arepas, queso frito, aguacate… y terminamos con un pastel para celebrar los cumpleaños de los últimos meses y dar la bienvenida a un nuevo miembro del equipo. La psicóloga del equipo de bienvenida comunicó en nuestro grupo de WhatsApp: “Quiero agradecerles nuevamente por este hermoso y afectuoso encuentro, cada vez más me siento orgullosa de pertenecer a este equipo. Las palabras realmente no son suficientes para expresar lo que tengo en mi corazón. Nunca dejaré de agradecer a esta bendita migración, que, aunque forzada por las circunstancias, ha traído grandes bendiciones a mi vida, como cada uno de ustedes. Bendiciones por su presencia, aprendizaje, dedicación y vocación que nos une para amar a nuestros hermanos venezolanos”.

Concluyo hablándoles sobre la doctora de nuestro equipo. Hace algún tiempo yendo a la embajada a recoger su nuevo pasaporte venezolano la detienen pidiéndole que espere un momento. “Eres doctora, ¿no? – Sí – ¿No estarías dispuesta a cooperar con la embajada? Un sábado al mes organizamos una jornada médica en la embajada para nuestros compatriotas…”. Y así, además, en los últimos dos meses, un sábado al mes, pasa varias horas en la embajada atendiendo pacientes venezolanos, aun sin recibir contribución por este servicio. Nos dijo que atiende unos cuarenta cada vez.

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