Quitémonos los envoltorios 

Quitémonos los envoltorios 

Por Susana Nuin Núñez

En este nuevo año 2024, deberíamos tener el valor de vivir lo más posible en la esencia de la vida, es decir, sin temor a romper esquemas para buscar el núcleo de las situaciones, dificultades, conflictos, desafíos y también de las oportunidades.

La clave para poder intentarlo y lograrlo nos la da el Evangelio, que nos ayuda a quitarnos los envoltorios de la sociedad de consumo que aprendió muy bien la lección de justificar todo en nombre de pautas que no tienen nada que ver ni con la persona ni con las comunidades sociales reales. 

En lugar de concebirnos desde el corazón de las realidades y preguntarnos: ¿tengo solo lo que necesito para vivir?; ¿uso lo que realmente necesito o me he creado un entorno de confort donde siempre necesito algo de eso que está barato y lo pago a crédito? Corremos a veces detrás de la moda, de lo que nos queda bien, de lo que nos hace igual a los demás sin detenernos a pensar, pero ¿iguales a quién? ¿a los que más tienen o iguales a la grandeza de cada prójimo?

Hay, además, otras preguntas que podríamos hacernos: ¿Elijo a quien me da la posibilidad de una sociedad cada vez más superficial o elijo el bien de todos? ¿Elijo colegios y universidades que den prestigio a los hijos y ambientes de posicionamiento o tengo la libertad de dar a mis hijos la educación a ser mejores personas y generar mejores sociedades?

Este nuevo año nos da la posibilidad de ordenar nuestras ideas, de organizar nuestros ritmos, de concebirnos distintos. Liberémonos de los envoltorios, mostrémonos sin miedo, así como somos, demos a conocer a los demás el oro que llevamos dentro y que no siempre dejamos brillar y seamos capaces de reconocer el mismo oro que brilla en el corazón de los demás.

La clave, decíamos al comienzo, nos la da el Evangelio. El amor apasionado de Dios por las personas, por cada uno, un amor solidario con la humanidad hasta el infinito. La clave, entonces, es saber descubrir la esencia del mensaje cristiano en cada uno de nosotros. En el otro, en la otra, vive Dios, el Dios viviente, que no necesita de representaciones, que es un Dios en carne y hueso, como lo es Jesús que se encarnó. 

Todo lo que hagamos al OTRO, no lo dejemos pasar, si nos olvidamos o nos equivocamos, pidamos disculpas, pero sabiendo que se lo hacemos a ÉL.

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