Por Clementina Escalona Ronderos Fuente. https://www.sophiaonline.com.ar
“Parte del proceso de completar la vida tiene que ver con perdonar y ser perdonado” Connie Zweig
Connie Zweig dialoga acerca de las oportunidades que presenta la etapa de la vejez para abrazarnos a nosotros mismos con aceptación y amorosidad. Es psicoanalista junguiana, conocida como “especialista de la sombra”.
En su recorrido como escritora y terapeuta, Connie Zweig se dio cuenta de una cosa: no había muchos libros que hablaran de la relevancia de la vejez en su dimensión espiritual. A base de entrevistas, investigaciones y su propia experiencia de vida, en 2021 publicó un libro cuyo título puede traducirse como «El trabajo interior de la edad: del rol al alma».
¿Qué oportunidades presenta la vejez? ¿Cuáles son las ventanas que se abren? ¿Cómo podemos resignificar nuestra vida durante esta etapa? Lejos de los estereotipos occidentales que piensan en el envejecimiento como una etapa poco fructífera, Zweig presenta una mirada luminosa y diferente
En esta charla con revista Sophia, hablamos sobre esta forma armoniosa de transitar la última etapa de la vida.
— Hablas de la oportunidad que nos presenta la última etapa de la vida para realizar un movimiento del rol al alma. ¿A qué te refieres exactamente?
— Para mí es la intención espiritual de envejecer, es el objetivo de la etapa del envejecimiento. Significa correrse del ego y movernos hacia nuestra naturaleza verdadera, nuestro ser auténtico. No se trata tanto de pulir el ego como para volvernos más auténticos; eso es un trabajo personal bellísimo que corresponde a nuestro desarrollo psicológico. El trabajo espiritual va más allá, implica una evolución de la consciencia.
— ¿De qué manera podemos emprender este camino evolutivo?
— Es muy importante para nuestra paz mental aprender a acallar la voz interna, la voz narrativa que nos habla, y también observarla y no identificarnos con ella. Si caes en el discurso de esa voz y te pierdes en ella, te va a decir “soy una víctima, abusaron de mí, perdí a tal persona, me traumaticé, fui traicionada”, etc. Entonces lo que pasa es que adoptas eso como una identidad. Cuando te identificas con eso —vamos a llamarlo sencillamente “la víctima”—, empieza a moldear tus sentimientos sobre ti y tus comportamientos. Parte del salto del rol al alma en la tercera edad, es empezar a dejar las identidades que hemos ido adoptando de todas estas historias que nos contamos y empezar a reconocer que eso no es quien soy. Yo no soy la víctima. Volver a tu verdadero ser, a quien eres realmente.
Es un cambio desde “lo que haces” a “quién eres de verdad”. Si nos quedamos perdidos en la historia que nos cuenta esa voz narradora, no logramos hacer el salto del rol al alma.
— ¿Qué obstáculos podemos encontrar durante esta transición?
— Empecemos por la sombra, que es el material inconsciente: lo que negamos o enterramos en alguna parte de la mente-cuerpo porque le tememos; es tabú, es inaceptable y no es bienvenido por el ego. Por alguna razón, no queremos ver ese material. Quizás en algún momento fuimos castigados por ello, avergonzados o criticados. Y entonces queda arrumbado. Puede ser un sentimiento, un comportamiento, una característica o un talento, que queda relegado al inconsciente. Carl Jung lo llamó “la sombra” porque está fuera de la luz de la consciencia. A medida que envejecemos, estas sombras nos inhiben de expresarnos. Es material que quedó sin ser vivido por 50, 60 o 70 años. Nos habita y nos inhibe, vive en nosotros y nos detiene. Yo lo llamo “obstáculos internos”. Nos frenan de la expresión personal e incluso de la plenitud.
— ¿Podrías darnos un ejemplo?
— Pensemos en la auto-aceptación. La cultura occidental postindustrial nos enseña que “joven”, “independiente” y “fuerte” es bueno, y que “viejo”, “dependiente” y “débil” es malo. Internalizamos esos mensajes y a medida que envejecemos, cuando estas características aparentemente inaceptables llegan a nuestras vidas, nos convertimos a nosotros mismos en el blanco de ataque: nos sentimos avergonzados y relegamos nuestras características en lugar de trabajar en la aceptación personal, de hacer trabajo interior y volvernos mayores sabios.
En una cultura que discrimina por edad, aislamos a nuestra población mayor. No los respetamos, no asistimos a ellos para que nos guíen. Ese es un ejemplo de cómo una característica se hace sombra y se convierte en un obstáculo. A la vez, es una oportunidad para liberarnos. (…)
— ¿Cómo podemos lidiar con los sentimientos de arrepentimiento por sucesos pasados, en especial aquellos que involucran conflictos con seres queridos, que pueden aparecer hacia el final de nuestra vida?
—Si tienes un conflicto irresuelto con una persona que está viva y sientes que puedes hablar con ella, que está abierta, entonces te comunicas no desde el reproche, porque eso va a cerrar la puerta, sino desde la responsabilidad personal. A veces también un terapeuta puede ayudar. Si ves que la otra persona no está dispuesta a hablar o no está más acá, le puedes hacer de forma interna. Luego de que murió mi madre, por ejemplo, sentí un poco de arrepentimiento por no haber estado más disponible para ella durante ese momento previo. Y empecé a escribirle cartas, a pesar de que ya no estaba, que expresaban muchos de los sentimientos, deseos y asuntos inconclusos que yo tenía con ella. Me sentí conectada con ella mientras lo hacía. Escribí hasta que me sentí completa, hasta que llegué al punto donde me dije ‘okay, ya dije lo que tenía que decir’. Parte del proceso de completar la vida, para mí, tiene que ver con perdonar y ser perdonado. (…)
—¿Quizás estamos atravesando un proceso de sanación colectiva?
—Hay mucha oscuridad en este momento, y también hay mucha luz. A veces necesitamos sostener ambos. Yo tengo una práctica en donde tomo a la gratitud en una mano y el dolor en la otra. De esta manera no lo estoy dividiendo, sino que reconozco la totalidad y me siento agradecida por todo. Eso es lo que le sugiero a la gente, en lugar de solo movernos hacia la luz y la psicología positiva o, por el contrario, ir solo hacia la oscuridad y perdernos en la depresión. Hay personas que han pasado por traumas terribles y, sin embargo, han contribuido muchísimo al bien común. Eso no los detiene, no los frena de compartir sus dones. En el mundo de la terapia, muchos terapeutas son “sanadores heridos”. Traen el conocimiento, la noción de auto-curación y consciencia que han ganado a partir de procesar sus propias heridas. Creo que esto es verdad en cualquier ámbito, en especial con los artistas. (…)