Desde Cochabamba (Bolivia) nos llega el testimonio de Lidia, una mujer que trabaja en un centro social proporcionando ayuda a mujeres embarazadas que, por varias razones, están pensando en abortar así que acuden allí buscando información y ayuda para esta situación.
¿Cómo se llama el centro social donde trabajas como voluntaria?
Se llama CAM que significa “Centro de Apoyo a la Mujer”, y somos un grupo conformado por cinco voluntarias que trabajamos con nuestros propios medios de solvencia, si así lo queremos llamar. Cada una de nosotras pone lo que puede para cubrir las necesidades económicas de estas mujeres que vienen al Centro y que muchas veces es el costo de su movilidad pues muchas de ellas vienen de áreas rurales.
En este grupo personalmente me encuentro muy satisfecha porque es un servicio. Un servicio para personas que no simplemente deciden abortar porque quieren, ¿no? Detrás de cada mujer hay una historia y muchas veces historias muy dramáticas a las que uno trata como de entrar en esta realidad para poder comprenderlas. Y realmente yo me siento ahí como mujer, como la palabra de esperanza, el oído que muchas veces necesitan para expresar todo lo que viven a raíz de esta decisión de abortar.
¿Qué es concretamente lo que hacen?
En el grupo de voluntariado hacemos un acompañamiento, muchas veces de manera virtual y algunas de manera presencial. Nos ocupamos de que las mujeres sean atendidas en el periodo de gestación, atendiendo algunas necesidades de problemas de salud comunes en un embarazo y procurando los medicamentos que conseguimos con el aporte de gente de buena voluntad o bien acudimos a médicos que nos puedan proveer de muestras médicas.
Muchas veces ellas vienen en situaciones de desesperación frente a la situación que viven y tratamos de escucharlas, de estar atentas a lo que nos quieren comunicar, de orientarlas y ayudarlas a superar los momentos de crisis que de repente les vienen.
¿Cuál fue tu experiencia más fuerte?
La experiencia más fuerte en este voluntariado ha sido el encuentro con la realidad tan dura de tantas mujeres. Muchas son ya madres de familia con un quinto hijo o un sexto hijo a los 30 años de edad.
Ver la situación de miseria, que muchas veces es quizá lo que más les empuja a la decisión de un aborto, porque una criatura más dentro de las que ya tienen es duro y complicado, también como para la crianza. Esta realidad me ha tocado muchísimo. Tal vez no es el común denominador, porque entre todas las que se presentan en el centro hay también gente con buenas condiciones socioeconómicas. Hay muchachas que, por circunstancias de la vida, quedan embarazadas y también con ellas tratamos de escucharlas, de hacerles entender el valor de la vida, sin presionarlas ni juzgarlas, dejándolas libres de la decisión que tomen, aunque lo más más duro, lo más fuerte es palpar así con los sentidos todo lo que vive cada mujer detrás de estos embarazos tal vez no deseados.
¿Cuál fue tu experiencia más bella?
En todo lo negativo convive también lo bello, lo positivo, que es la vida, una nueva vida en estos niños que muchas veces al principio son rechazados, inclusive en una decisión de la propia madre de quitarle la vida. A mí me ha conmovido muchísimo, por ejemplo, de una muchacha muy joven que quedó embarazada y que la familia le dio totalmente la espalda. Sin embargo, la voluntaria que estaba a cargo de ella no la dejó nunca, la acompañó siempre orientándola hasta que llegó el día del alumbramiento. Unos días después esta muchacha le escribió diciéndole que nos agradecía muchísimo por haberla acompañado y haberla ayudado a tomar la decisión de no abortar, porque al ver al bebé recién nacido sus padres se conmovieron de tal manera que se encargaron de ella y la muchacha volvió a la casa de la familia con el bebé. Nos decía: mis papás están felices, se han olvidado de todo el problema que hemos tenido y ahora tengo el apoyo de ellos y nos agradecía muchísimo haber estado con ella y ahora ya tenía un apoyo.
¿Tienes algún recuerdo especial?
Para mí cada una de las muchachas a las que me ha tocado acompañar es un recuerdo particular, cada situación que he vivido con ellas. Realmente siento que he entrado en la vida de algunas de ellas, que me he involucrado de repente como una madre para algunas.
He tenido que acompañar a una, por ejemplo, que durante su parto tuvo una mala praxis y bueno, podríamos decir que estaba en riesgo su vida. Poder acompañarla en estos momentos difíciles para mí ha sido muy particular.
Después, también tomar sus necesidades como si fueran mías, de una hija o de una hermana. Por ejemplo, tengo en este momento una muchacha joven, también que fue madre, salió de esto y pues no tenía una fuente de trabajo ni ella ni su pareja para poder salir adelante.
Un día la encontré en la calle y ella estaba desesperada tratando de vender algunas artesanías que había hecho. Entonces, lo primero que hice fue comprar lo que ella tenía, aunque no sé si me servía o lo necesitaba, era mi deseo de ayudarla. Pero no me quedé tranquila, iba pensando qué más podía hacer, hasta que un día en el edificio donde vivo nos hizo falta una persona para la limpieza. Inmediatamente me vino a la cabeza ella y enseguida la llamé, la recomendé con la administradora del edificio, aunque si bien no conocía si estaba capacitada para hacer este trabajo, no sé, pero me nació del alma hacer esto por ella y gracias a Dios también ella puso de su parte. Hace ya tres años que trabaja aquí y para ella es algo grande poder llevar el pan a sus hijos, por decirlo así, y está muy contenta. No me ha fallado tampoco ella.
Estos recuerdos son especiales y habría tantos otros que mencionar, los tengo en el corazón a cada uno.
¿Puedes describir brevemente la compleja situación social que viven estás mujeres?
Bueno, la complejidad de la situación social de estas mujeres es eso, ya está definida, compleja y esto implica muchísimas cosas, realmente desde el lugar donde viven, hay mujeres que viven en una choza, literalmente en el siglo XXI con sus hijos.
Viven en chozas, en lugares alejados de la ciudad, de lo más inimaginable donde ellos pueden quizá de alguna manera ocupar ese espacio como si fuera suyo al no haber gente a su alrededor.
Realmente es muy lamentable la cuestión de vivienda, por ejemplo, para muchos en pequeños cuartos o habitaciones que comparten ellos los padres con sus hijos, una situación muy dolorosa por esa parte. Por otra parte, también es todo lo que vive la mujer con esta situación de violencia intrafamiliar, en nuestra cultura todavía el machismo es prepotente, se impone y cuántas de estas mujeres son sometidas quizá a la voluntad de la pareja.
Realmente ha habido casos en los que hemos intervenido también porque para alguna de ellas en un momento corría peligro su vida. Son situaciones muy dolorosas donde uno realmente ve que se toca a fondo con estas realidades. También hemos visto mujeres que han perdido la vida en esta lucha de querer sacar a sus familias adelante, generalmente les toca a ellas afrontar las situaciones difíciles de familia. Es verdaderamente muy lamentable, pues todavía ni a nivel gubernamental y ni mucho menos social se hace una labor en pro de la mujer.
¿Cuál mensaje le darías a una mujer que quiere abortar?
Es muy difícil dar un mensaje a una mujer que ha tomado la decisión de abortar. Pero creo que desde el enfoque que nosotros hemos dado a este voluntariado es siempre llevarlas al valor de la vida. Al valor de la vida, pues quizá para muchos todavía mientras no nace el niño sigue siendo un embrión, un feto y no un ser humano. Hay muchas corrientes y también muchas feministas que trabajan muchísimo a favor de esto. Pero viendo la realidad y lo que conlleva también un aborto, no solamente en la parte moral sino también en la parte física, psíquica y en la integridad humana que implica, es siempre apostar a favor de la vida.
Es verdad que es difícil para una madre cuando ha concebido un hijo pensar en el futuro de esa criatura. Es quizá una de las primeras inquietudes que le vienen, también nosotras en este voluntariado tratamos de darles una esperanza, una esperanza que se fundamenta en aquel que es el dueño de la vida poniéndoles en el alma que Dios nunca falta. Nunca falta en ninguna familia y él como un padre no nos abandona.
Tal vez, por la misma situación sociocultural, muchas veces no se comprende esto. Creo que es la parte más difícil; sin embargo, una vez que entran en esta relación madre-hijo, se afirma el valor de la vida de esa criatura que está en el vientre de la madre. Se trata de apreciar esta vida y jugar la propia vida de la madre para dar paso a esta nueva vida.
Entonces, sí, el consejo que se les da siempre es apostar por la vida. Que después, sin duda, hay cosas que escaparán de nuestro control, a nuestra buena voluntad, pero como les repito, les decimos, hay un padre, hay un Dios que nunca deja de velar por sus criaturas.
Por. Redacción en colaboración con Soni Vargas – Bolivia