«Esta pandemia silenciosa es ayudada por sistemas políticos-sociales y económicos». Palabras de Daniela Alba, sobreviviente de violencia sexual y de género. Participó en un simposio sobre el tema organizado por los jesuitas, JRS, y la embajada británica ante la Santa Sede.
VATICAN NEWS / Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano
En un simposio organizado por la Embajada Británica ante la Santa Sede y el Servicio Jesuita a Refugiados sobre cómo abordar la violencia sexual relacionada con los conflictos mediante la educación basada en la fe, participó dando su testimonio de sobreviviente, Daniela Alba. En ese simposio, Daniela llamó a los presentes a la acción, en su poderoso discurso. Habló en nombre de todas aquellas mujeres, que aún viven una situación de violencia sexual y de género, o son víctimas de trata, como en Gaza, Myanmar, Sudán, República Democrática del Congo.
12/11/2024
Fe, unidad y acción: Llamamiento para poner fin a la violencia sexual
Mirar más allá de las cicatrices
Daniela Alba pertenece al clan mususu del pueblo originario Muysca de Colombia, territorio de lo que ahora es Bogotá. Trabaja con el Servicio Jesuitas para los Refugiados, JRS, en el departamento de recaudación de fondos y comunicación y sobre las cuestiones de incidencia. Es una sobreviviente a la violencia sexual y de género.
Hace un llamado a todos los sectores de la sociedad, y desea que otras mujeres puedan sobrevivir a la pesadilla que viven e iniciar ellas también su periodo de sanación. Tantas de ellas, sobre todo, las que viven en zonas de conflicto. Y recordó un ejemplo que se mencionó en el simposio: En Goma, en 20 minutos que pasan, 14 mujeres son abusadas.
Del abuso al proceso de sanación
Daniela sobrevivió al abuso sexual infantil que sufrió por 15 años, desde que tenía 6 años hasta los 19. A su corta edad, sufrió los primeros abusos físicos y mentales: separación de su familia y aislamiento, técnicas de los abusadores. Y sufrió la violencia de lo que significa ser desplazado y moverse forzadamente a otro país, aprender otro idioma, otra cultura. Pero sobre todo sufrir las consecuencias de ser desplazado y vivir en los Estados Unidos, en un momento político, económico y social crítico.
Hoy en día es una sobreviviente gracias a la sanación que vivió, al recibir ayuda psico-social y mental, ayuda en el aprendizaje, gracias además al acompañamiento. Esta es la acción de los jesuitas en JRS. Esta es su misión, que es su misión personal. Sobre todo porque sabe que no todas las mujeres víctimas de violencia alcanzan un proceso de sanación. Ella lleva ya 11 años en este proceso, que es un privilegio, dijo, y que no quiere que sea una excepción, quiere que sea una norma. Que todas alcancen un proceso de sanación.
En estos 11 años, ha tenido altas y bajas, las llagas siguen, las heridas persisten. Quiere resaltar que las mujeres que han sobrevivido a la trata y a la violencia, al abuso, y reciben sanación, esto no significa que hay que borrar, cancelar lo que pasó. Cancelar las llagas, no. Hay que verlas, sanarlas, curarlas y que quede esa cicatriz que hable por sí misma. Sobre todo por todas aquellas mujeres que no pueden acceder al proceso de sanación.
Parte de este proceso es aceptarse -afirmó- verse en el espejo, y aprender a aceptar tu cuerpo, a no odiarlo, por lo que sufrió. A gustarte a ti misma, y ver reflejada lo luchadora que has sido.
Un llamado a la acción
Alba hizo un llamamiento a múltiples sectores para que participen en una comunidad de práctica comprometida con la erradicación de este delito. A los gobiernos, les pidió políticas de tolerancia cero y acceso a la justicia para las supervivientes. A los organismos humanitarios, pidió proyectos multisectoriales que atiendan las necesidades físicas, psicológicas y médicas de las supervivientes y promuevan la igualdad de género. A los educadores, destacó la importancia de formar a las generaciones futuras para que reconozcan y combatan la violencia sexual y de género. Los líderes religiosos, dijo, deben crear espacios seguros para las supervivientes y cuestionar las narrativas que culpabilizan a las víctimas. Alba también instó a los periodistas a respetar las normas éticas, pidiéndoles que informen sobre el cambio sistémico en lugar de sensacionalizar y fetichizar las historias de las supervivientes.