Amor y reparación integral post terremoto

Amor y reparación integral post terremoto

#Ecuador #Experiencia #Comunidad

Por Sara Serrano Albuja – Ecuador

Un sueño se hace realidad cuando juntos lo soñamos y juntos lo realizamos”. 

Así dice el letrero de la flamante Casa Comunal del recinto 10 de agosto al norte de Esmeraldas en Ecuador, una de las tres comunidades que, a inicios de noviembre, nos dio la bienvenida a su inauguración. Esta Casa Comunal y su gemela de Macará, ambas dignas, bonitas, adecuadas con el entorno y con la participación de la comunidad fueron inauguradas en conjunto con un pozo de agua en Macará, una panadería comunitaria en Sálima y un parque infantil utilizando material reciclado en la comunidad de 10 de agosto.

El padre Silvino Mina, Vicario de la diócesis Esmeraldas, bendijo estas obras. Entre los miembros de la comunidad de 10 de agosto destaca Denis Ceballos, joven emprendedora presidenta de la comunidad y miembro de los proyectos.

Ella invitó a la comunidad a hacer un uso responsable de la Casa Comunal con cuidados y mantenimiento para que cada uno ponga su granito de arena para que luzca reluciente, colorida y bien cuidada, con el espacio de juegos aledaño, siempre lleno de niños aprovechando este lugar comunitario, se notó el esfuerzo, el cuidado, la acogida de todos y las ganas de seguir avanzando. Muchas manos y la unidad impulsan a la comunidad 10 de agosto.

Otra de las obras, la panadería comunitaria de Sálima, con sus vividos productos llenos de color fue concebida con el buen gusto cariñoso de sus soñadores y técnicos, guarda las manos laboriosas de la comunidad capaces de amasar sueños reales y no promesas vanas, un equipo de 11 personas trabaja en este local que previamente había construido su infraestructura para abastecerse de agua. Una hermosa ceremonia colorida con un programa muy participativo vistió la inauguración de la panadería comunitaria guardando las recomendaciones del distanciamiento social y la bioseguridad.

En la comunidad de Macará nos encontramos a don Lalo y su esposa Cipriana, ellos han sido pilares de amor, fuerza, sabiduría y hospitalidad. La sabrosa comida esmeraldeña y su casa amorosa nos acogieron para celebrar la inauguración en Macará de su Casa Comunal.  

En la inauguración de la casa Comunitaria de Macará, Sirángelo R.Galiano coordinador del proyecto, mencionaba a las personas y organizaciones que hicieron posibles los proyectos. “Estamos caminando con esta comunidad desde hace cuatro años, ¿qué hemos venido a hacer aquí como Movimiento de los Focolares? Venimos a compartir la vida. Fue un momento duro el terremoto del 2016. Y dijimos: ¿qué vamos a hacer? Vamos a compartir, a escucharnos. Tal vez no tenemos una respuesta, no tenemos plata, no tenemos nada, pero ¿qué es lo que sí tenemos? Oídos y poder dar un abrazo y compartir con las personas de Macará y a eso venimos. 

Dios siempre nos impresiona con su providencia”, comentaba Sirangelo más conocido como Siro para los participantes: el pozo de agua, la casa comunal, la peluquería, el trabajo con los jóvenes en los huertos, los valores con los adultos, las escuelas de familia, las mujeres emprendedoras del mañana, la formación en valores para niños y adolescentes, las capacitaciones en economía, panadería, peluquería, el empoderamiento de las mujeres emprendedoras del mañana y tantas cosas fueron resumidas en este discurso amable y sencillo de Siro quien se expresó: “Hemos soñado juntos y los sueños empiezan así soñando para que después se cristalicen y se vuelvan realidad”.

Con su poderosa alegría y palabra también el padre Silvino Mina durante estas inauguraciones recordaba el camino labrado con la comunidad y el trabajo social de Fundación Amiga hace ya 28 años.

En las comunidades esmeraldeñas de 10 de agosto, Sálima y Macará esta vivencia sencilla está fortaleciendo su autoestima, economía y fraternidad gracias a estos proyectos concebidos para que las personas se recuperen de manera integral de los duros efectos del sismo del 2016 y la falta de oportunidades.

Dolores, una de las socias de la panadería, dice  estar agradecida por tener la panadería, las lágrimas de sus ojos al hablar de su esposo recientemente fallecido conmovían; ahora, más que nunca su trabajo es clave. La creación de dos peluquerías y los dos criaderos de pollos forman también parte de estos proyectos comunitarios.  La pandemia puso todo este proceso a prueba: dificultades para vender los pollos, imposibilidad de movilización, pérdidas, conflictos, pero, a pesar de ello, nada pudo detener este sueño de fuerza y amor comunitario. 

Durante todo el duro periodo de pandemia los emprendimientos recibieron recursos de la  Economía de Comunión, mediante el “Proyecto Esperanza” para poder apoyar a las familias más afectadas. Este apoyo se tradujo en alrededor de 147.000 panes y 1.800 pollos, evitando así también el efecto colateral de los emprendimientos por la subsecuente crisis económica que se produjo por este mal planetario.

Entre las principales Organizaciones de apoyo encontramos a la Conferencia Episcopal Italiana, Azione Per un Mondo Unito  (AMU),  también se contaron con recursos de organizaciones como Caritas, Fundación Igino Giordani entre otras. A cambio, la comunidad puso su contraparte con su tiempo, esperanza, trabajo y compromiso con las capacitaciones.

Orlando Estupiñán, ingeniero forestal técnico acompañante de los proyectos ha caminado con las comunidades, con una risa contagiosa, alegría, sin olvidar la disciplina para que las cosas avancen desde el amor y el profesionalismo, para él trabajar en estos proyectos ha sido enriquecedor ya que ha podido establecer relaciones entre el personal que trabaja en los proyectos y la comunidad, vivencia comunitaria que él no ha encontrado en otro tipo de proyectos.

En  retrospectiva, después de estos tres días de inauguraciones y hermosas celebraciones, se puede ver a una comunidad empoderada con deseo de auto superación a pesar de todas las limitaciones y desafíos locales; personas que con muy poco se levantan mirando un futuro promisor que empieza en el hoy.

Esta experiencia post terremoto es una alegría para Esmeraldas y para la humanidad y resume lo que uno de sus soñadores, Sirangelo, dijo: “No solo aprendimos a hacer pan, sino que aprendimos a trabajar en fraternidad y como comunidad. Si trabajamos en conjunto para el bien común podremos lograr un cambio desde adentro”. La experiencia de la gente y su testimonio ponen luz a esta trayectoria de sueños.

Sálima 

“Cuando estaba cerrando la panadería era un momento muy triste, después de tanto esfuerzo una pandemia estaba destruyendo este sueño, justo en el momento en que muchas personas se quedaban sin trabajo por el mismo motivo, era como si fuera otro terremoto. Habíamos empezado la construcción de nuestro propio local para la panadería que teníamos que dejar por la mitad de la construcción. Dejamos de producir el pan, no había para quien vender y tampoco teníamos cómo comprar los materiales para producirlos, además corríamos el riesgo de perder nuestras vidas por el contagio si siguiésemos trabajando. El proyecto Esperanza fue reavivar este sueño y permitir seguir materializándolo.”

“Yo vivía enferma, había perdido mi marido, tenía una depresión, perdí mi casa por el terremoto. La panadería fue mi medicina, mejoré de todas mis enfermedades. Luchar por legalizarla, conseguir contraparte local para mantenerla…sí, nosotros teníamos muy poco, y además conseguir el terreno, no fue nada fácil porque una persona quería sacarnos del terreno que nos había donado el gobierno local. Inclusive me habían denunciado a la policía porque en este momento era la presidenta de la panadería. Eran personas que se sentían envidiosas porque nosotros estábamos progresando. Pero el tiempo habla por sí solo y hoy estamos aquí viendo este sueño realizado. Seguros de que las dificultades no faltaron y no faltarán, pero estamos aquí para seguir adelante juntos.” 

10 de agosto 

La participación comunitaria superó todas las expectativas, niños, adultos mayores, jóvenes todos querían poner su grano de arena para construir juntos los espacios comunitarios, familias enteras trabajaron.

Muchas de las personas que ayudaron por motivo de la pandemia inclusive con muy pocos recursos para su alimentación, sin embargo, con el gran esfuerzo de la comunidad de poner en común, todo lo que tenían así esto fuera muy poco se lograba dar de comer a toda la gente que apoyaba en la construcción.

Una moradora, mayor de edad que recibe pollos mediante el Proyecto Esperanza comentó:

“Les quería pedir disculpas porque no tengo con qué contribuir, estamos viviendo con mucha escasez, pero conseguí economizar en nuestro almuerzo y puedo dar dos libras de queso, no es mucho pero infelizmente fue lo que puedo dar, pero doy de corazón”

La imagen fue sobrecogedora al ver a esta misma señora de alrededor de 70 valor que mil ladrillos. La construcción más importante que hicimos fue de la donación solidaria.

Macara 

Una familia de adultos mayores deja su casa y comodidad en Esmeraldas para trasladarse en una casa que estaba en construcción faltando puestas y ventanas, pisos, revestimientos para poder donarse por 3 meses en las construcciones del centro comunitario y del pozo de agua. En la misma casa recibieron los albañiles de las construcciones y les daban alimentación a todos, con el apoyo de la comunidad venían ayudar a cocinar, muchos por consecuencia de la pandemia no tenían recursos para donar, pero igualmente hicieron un esfuerzo y donaban plátanos, sal, todo lo que podían, pero no era suficiente porque la obras se retrasaron por la pandemia. Para poder solucionar el problema realizaron autogestión a través de algunos órganos del Estado para poder cubrir los alimentos que faltaban.

Una de las señoras miembros del criadero de pollos comenta: ‘” Yo tengo muchos problemas en casa, además por la pandemia perdimos el trabajo de fin de semana, yo limpiaba casa para las personas que vienen a la playa, pero por el coronavirus ellos tienen miedo que nosotros les contagiemos, entonces solo gano con las ventas de pollos, además tengo personas enfermas en mi casa. Y nosotras hemos decidido no solo ayudar a las familias necesitadas del pueblo pero también de las zonas en el campo profundo y personas carentes como adultos mayores enfermos y familias, madres solteras y con niños enfermos. Cada 15 días salimos a distribuir cien pollos, no es fácil para nosotras por el riesgo de contraer coronavirus, no hay vehículos para ir, buscamos motos que nos lleven y pagamos de nuestro bolsillos, nos ensuciamos con los pollos, a veces las motos no vienen a buscarnos y tenemos que volver caminado, sol y lluvia es un sacrificio. Pero cuando estoy ahí, donándome, todos mis problemas desaparecen, veo estas personas felices y esto me da felicidad vuelvo a casa renovada. No sé, pero así vivo, estoy muy feliz y agradecida con todos ustedes que me permiten vivir esto con el proyecto Esperanza, un gracias a todos que nos ayudan, que Dios les dé multiplicado y les haga feliz como yo soy a pesar de todos los problemas que tengo.”

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