Tres jóvenes arequipeñas de “vacaciones gen” a Argentina

Tres jóvenes arequipeñas de “vacaciones gen” a Argentina
Esta crónica está tomada del Suplemento Especial de la revista Ciudad Nueva Interamericana “El Ideal de la Unidad en el Perú”, disponible en esta página web.

Cuenta Anna Sorlini:

“A comienzos del ‘72, mientras en el Centro Mariápolis de Buenos Aires había apenas comenzado una Escuela Gen con la presencia de Graziella De Luca (una de las primeras compañeras de Chiara Lubich), cuando vimos llegar a 3 jóvenes que venían de Arequipa (sur del Perú). Una religiosa colombiana, en cambio, de regreso llena de entusiasmo de una Mariápolis en Argentina, había pasado por Arequipa para hacer un curso de formación y allí transmitió su experiencia a un grupito de jovencitas y les indicó las fechas de la Escuela de la que podrían participar. Haciendo saltos mortales, tres de ellas lograron viajar y regresaron cargadas de entusiasmo”.

Las tres chicas en cuestión, eran María Eugenia Vizcarra (Mariú), Lourdes Cateriano (Lula) y Eliana López. La invitación se las había hecho una apasionada Sor Marcela González: “Sé que están buscando y esto les gustará”, había dicho a Lula y Mariú.

El entusiasmo por el viaje fue aumentando y, al final, el visto bueno para el viaje también vino de la sagaz madre de Mariú: “¡Suena bonito a lo que te invitan!”.

“Éramos unas 90 chicas -narra Mariú- de diferentes países, reunidas en Argentina durante 15 días. El tema principal fue ‘Dios Amor’. Afuera no nos hablaban de Dios Amor y allí descubrí que ‘Dios nos ama inmensamente’ en cada momento. Descubrí la presencia de Dios Amor en toda mi vida y que tenía que responder a ese amor”.

De vuelta a Arequipa, comenzaron a poner en práctica las cotidianas experiencias de Evangelio vivido típicas del Movimiento de los Focolares. Porque: “En Argentina intentamos ‘empaparnos’ de todo”. Y se repetían: “¡Esto no puede quedar aquí! ¡Esto es algo demasiado grande!”, sin olvidar que el último cartucho era la palabra. En Argentina habían insistido mucho: “¡Lo que han visto aquí, intenten primero ponerlo en práctica y luego podrán empezar a transmitirlo!”.

El entusiasmo era tal que cualquier situación, incluso la más impensable, era una oportunidad para transmitir la pasión traída de Argentina. 

“La universidad y, en particular, mi carrera -recuerda Lula Bellatin- tenían una tendencia abiertamente marxista. Queríamos cosas concretas. Un día salía corriendo de la universidad por un pasillo y choqué violentamente con otra chica, que también tenía prisa porque queríamos llegar a tiempo para coger el último autobús a casa. Los libros volaron y, allí mismo, mientras los recogíamos, entre risas y disculpas empezamos a hablar y la chica me dice: ‘Quiero contarte algo muy valioso que me traje de Argentina. Fui a unas ‘vacaciones Gen’ y conocí algo que sé que te va a gustar’. 

El diálogo continuó en la calle y en el autobús que luego pudimos tomar, hasta que llegamos a casa: ¡vivíamos a una manzana de distancia! Me contó del Ideal de Chiara Lubich, de las experiencias que había tenido, de las sorpresas que ella había vivido en Argentina ya desde la primera noche, cuando recién levantada encontró sandalias y pijama ¡porque se los había olvidado! ¡¡¡Ahhh!!! concluí, ¡me gustan estas cosas concretas!”. 

Anna Sorlini acompañaba, desde Argentina, a este incipiente grupito de chicas de la “ciudad blanca”, como se la llama a Arequipa. Ese mismo año, el 20 de noviembre de 1972, se inauguró el centro femenino de los Focolares en Bogotá. Llegaron Lia Brunet, Luisa Ferrari y Antonietta Cervini. La incipiente comunidad de los Focolares en el Perú iba a depender de esta nueva “zona” que nacía y que se denominó “Zona Andina”. 

Otras jóvenes, entre ellas algunas alumnas del Colegio, Lourdes Cateriano, Soledad y Trinidad, fueron de las primeras invitadas al grupo “gen” que estaba naciendo. 

“De joven -recuerda Soledad- buscaba algo que llenara mi espíritu. Estudiaba con Trini y la invitación de Lula C. se produjo cuando comenzaba la aventura en la casita de la calle Jerusalén con Mariú. Lo que más me impresionó fue la alegría estampada en sus rostros y la acogida que te daban. Las canciones eran fabulosas y te sentías amada”. 

Las primeras experiencias se manifestaban de mil maneras, también con la llamada familiarmente “Montañita “. “Una vez -cuenta Trinime entregaron un paquete: ‘¡Esto es para ti! Era una chaqueta que, luego supe, era de Elsa Zúñiga. Las cosas que me llegaban eran de una o de otra. Me llamaba la atención ese desapego. Éramos una verdadera familia”. 

Violeta Zúñiga agrega: “No sabíamos bien cómo explicar lo que realmente pasaba en nuestras almas. Nos sucedía que subíamos al autobús y cedíamos nuestros asientos o saludábamos a la gente con una sonrisa y nos miraban como personas extrañas… Además, nos poníamos a cantar, incluso sobre Dios Amor, y todos se asombraban… Y cuando nos bajábamos, escuchábamos decir: ‘¡No! ¡No se vayan!”. 

Nadie pasaba a su lado sin ser tenido en cuenta.

Leave a Reply

Your email address will not be published.