No cualquier reconciliación…

No cualquier reconciliación…

Estamos convencidos que cuando se habla de reconciliación, hablamos de ese profundo sentido etimológico de la palabra: compuesta con el prefijo re – y el verbo  conciliare, vinculado al sustantivo concilium (asamblea, reunión, unión). Es así como reconciliare en origen, es hacer volver a alguien a la asamblea, a la unión, y al acuerdo con otros. 

Se trata pues de una dinámica interior que podemos elegir para vivir en cada momento de nuestra vida. Reconciliarnos con nosotros mismos, con los vínculos familiares, comunitarios, sociales, políticos… En todas las dimensiones y direcciones de la vida podemos elegir ser personas reconciliadas y reconciliadoras. 

Hay un pasaje del Evangelio que siempre me llama la atención y me atrevo a decir que muchas veces pasa desapercibido para nosotros cristianos y católicos: “Por lo tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra tí, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda”. (Mateo 5: 23 – 25).

Esta propuesta de Jesús nos centra en el valor del hermano como fundamental presencia de Dios, y nos ayuda a comprender cómo llegar a las ofrendas, al altar de la Eucaristía. 

Muchas veces llegamos cargados de odios, rencores, venganzas, todas ellas justificadas por nuestra aparente razón, y aún en una vida de mayor coherencia cristiana se puede llegar con eternos rencores, que llevamos dentro dormidos en el corazón o en batalla interior, pero en definitiva siempre latentes. No los vemos delante nuestro, pero están en el peso de cada día, en el ojo cargado en la mirada hacia los otros, en eso que le restamos a los demás, en la posibilidad de vernos en relación como Dios nos creó y nos concibe. ¡Cuánta paz, serenidad y plenitud le restamos a nuestra vida y a la vida de los demás!

En este número de Ciudad Nueva Interamericana, hemos querido subrayar la importancia de la reconciliación. No solo como un posible deber, sino como la posibilidad, por excelencia, de caminar cada día por una senda de armonía interior, de libertad que nos libera de tremendas ataduras con nosotros mismos y con los demás, y podemos, como lo subraya la meditación de Chiara Lubich que proponemos y el video de la especialista en psicología alemana Brigitte Charpentier, colaborar desde lo más íntimo de nosotros mismos a la realización de la fraternidad, de la unidad en todo el cosmos. 

Tal vez no nos creemos tan importantes, no sabemos que cada gesto cotidiano nuestro mueve también el universo y no es una manera de decir, hoy es constatable por la teología, la espiritualidad y también por la ciencia. 

Cada propuesta que hacemos y la continuidad de los títulos en la revista en estos meses, subrayados por el nacidos, es porque deseamos evidenciar que no son realidades que se nos ofrecen solo por fuera de nosotros, como el “Nacidos para convivir, nacidos para ser fraternos y ahora Nacios para reconciliarnos”, se trata de comprender definitivamente que son dimensiones que llevamos en nuestro ADN, que Dios las plasmó en nuestro origen, y que está en nosotros el desarrollarlas, darles fuerza, convicción y posibilidad de plenitud. 

Son todas propuestas para caminar juntos, para alentarnos, para comprender que es posible. 

Por Susana Nuín Núñez

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