El Papa: los niños pueden hacer una revolución abriendo el corazón de los adultos

El Papa: los niños pueden hacer una revolución abriendo el corazón de los adultos

Cincuenta mil personas en el primer evento de la Jornada Mundial de la infancia en el Estadio Olímpico de Roma. Francisco respondió a las preguntas de algunos de los presentes, procedentes de 101 países: “Siempre es posible hacer la paz, y para hacer del mundo un lugar mejor hay que empezar por amar a las personas más cercanas a nosotros”. Una oración por los hambrientos y por los que no tienen trabajo: “El egoísmo y la guerra son la causa de la injusticia”

Los niños saben cómo hacer las paces y tienen ganas de gritárselas a todo el mundo. Incluso le quitan el micrófono al Papa para decir que “perdonar y pedir disculpas” es la mejor manera de dejar de discutir. 50.000 personas en el Estadio Olímpico de Roma respondieron “sí” a las preguntas que les hizo Francisco: “¿Es verdad que la paz es siempre posible? ¿Te entristecen las guerras? ¿Es la paz algo hermoso?”, e igualmente convencido está su “no” a la guerra y al diablo. La primera Jornada Mundial de la Infancia es, les explica Francisco, “el ‘pistoletazo de salida’ de un movimiento por los niños “que quieren construir un mundo de paz”, en el que todos sean hermanos y hermanas, y que tenga futuro gracias al cuidado de todos por el medio ambiente que nos rodea

Amar a los más cercanos

Hablar amistosamente, jugar juntos, ayudar a los demás. “Al hacer estas cosas, el mundo será un lugar mejor”, dijo Francisco a Lia Marise desde Burundi, uno de los 101 países representados hoy, desde Afganistán hasta Zambia. El Papa pidió a todos los presentes que intercambiaran un gesto de paz, después de haber recorrido el campo del Estadio en el papamóvil y sentarse junto a los niños para escuchar sus preguntas. Les da a cada uno de ellos una sonrisa y dulces. “¿Cómo puedes amar a todo el mundo? Todos. ¿Todos?”, pregunta Riccardo, un niño gitano de Scampia. Empecemos por amar a los que están más cerca de nosotros, responde el Papa, y así sigamos adelante.

Dios es novedad

En su saludo a los jóvenes, Francisco los exhorta a repetir “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas”, el lema de la Jornada, patrocinado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación -representado por el cardenal prefecto José Tolentino de Mendonça, que abre la tarde junto con el presentador Carlo Conti-, junto con la Comunidad de Sant’Egidio y la cooperativa Auxilium y coordinada por el padre Enzo Fortunato y Aldo Cagnoli.  que acompañan los diversos momentos artísticos y testimoniales de la tarde. “Dios quiere esto, todo lo que no es nuevo pasa. Dios es novedad. El Señor siempre nos da novedad. Jesús los ama”, recuerda el Papa, invitando a los niños a seguir adelante con alegría, porque “la alegría es salud para el alma”.

Un minuto de silencio por las injusticias

“Estoy feliz de estar con ustedes porque están alegres y tienen la alegría de la esperanza para el futuro”, reiteró Francisco poco después, y si pudiera hacer un milagro, respondió a una niña indonesia que le preguntó, pediría que todos los niños tengan lo que necesitan para vivir, comer e ir a la escuela y que “todos sean felices”. Es cierto, también le dice a Ali desde Pakistán, que todos somos hermanos y hermanas. Sin embargo, muchas personas no tienen un hogar o un trabajo. “¿Por qué?”, pregunta un niño nicaragüense. “Es fruto de la malicia, del egoísmo y de la guerra”, dijo el Pontífice. Muchos países gastan dinero en armas y hay gente que no tiene nada que comer. “Recen todos los días por los niños que sufren esta injusticia”, invita Francisco a los miles de niños que están en las gradas y a su alrededor, insistiendo en un minuto de silencio por las injusticias.

Hablando con los duros de corazón

“¿Cómo se abre el corazón de los adultos?”, pregunta el surcoreano Ido, protagonista del cortometraje “La Casa dei tutti”, una representación del espíritu de la JMI, en el que conoce a un vagabundo y lo lleva a la Basílica de San Pedro. Hay mucha gente encerrada “con el corazón duro, con un corazón que parece un muro”, dice el Papa. No es fácil, repite, pero ustedes, los niños, debéis tener esa ilusión de hacer cosas que hagan pensar a los adultos. Tienes que llamar a las puertas de los adultos y hacer estas preguntas y preguntarle a Dios también. “Ustedes, niños, pueden hacer una verdadera revolución con estas preguntas y estas ansiedades”, exhorta.

“¡Vivan los abuelos!”

El pensamiento de Francisco se dirige también a los ancianos, motivados por la pregunta de Iolanda. “Vivan los abuelos”, pide gritar a los niños del Olímpico, tras recordarles la importancia de visitarlos e ir a visitarlos, porque “son mayores”, dieron la vida por su familia y transmiten historia. Un chiste, por otro lado, es una respuesta a una pregunta sobre el deporte. Me alegro cuando Argentina gana el Mundial, “pero una vez lo ganaron con la mano y eso no es bueno”, dice, recordando el gol de Maradona contra Inglaterra en 1986.

Testimonios de todo el mundo

El evento en el Estadio Olímpico estuvo marcado por testimonios, música y deporte. Un niño de cada continente contó sobre su vida y lo que le preocupa. Víctor, de 13 años, de Belén, lleva ocho meses viendo el cielo ocupado por los misiles y se pregunta: “¿Qué culpa tenemos los niños si nacimos en Belén, Jerusalén o Gaza? Eugenia, de Járkov, en Ucrania, quiere la paz y no quiere que los niños escuchen caer las bombas y vean la muerte. Mila, de Nueva Zelanda, teme por el futuro del planeta debido al aumento de las inundaciones, al igual que Mateo de Buenos Aires dijo estar angustiado por los niños que están enfermos y no tienen qué comer.

Tolentino: los niños son maestros de la amistad y del perdón

Los niños, explicó en su saludo de apertura, explicó el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, que patrocinó el evento, “son maestros de esas artes universales que el mundo de hoy necesita urgentemente”, como el arte de la amistad, del abrazo, del perdón, de la convivencia fraterna, de la alegría sencilla, de la aceptación de las diferencias como una riqueza y no como una amenaza de la fe vivida de una manera vibrante y neutral”.

Por Michele Raviart – Ciudad del Vaticano

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