Jóvenes en un mundo cambiante (Primera parte) por Ezio Aceti

Jóvenes en un mundo cambiante (Primera parte) por Ezio Aceti

#Familia

Con motivo de la entrevista que tendremos con Ezio Aceti en la Red Interamericana, con el auspicio de las revistas Ciudad Nueva Cono Sur y Ciudad Nueva Interamericana, le compartimos nuevamente uno de los artículos de nuestro invitado, para acercarse a sus argumentos y criterios en la formación de los niños y jóvenes.

El mundo está en constante cambio y los jóvenes de hoy están lidiando con su identidad, su futuro, sus proyectos. No es fácil para un joven saber elegir y sobre todo estar seguro de que lo que está haciendo es correcto.

Nos enfrentaremos a dos retos que los jóvenes están constantemente tratando de vivir:

1) La capacidad de determinarse a sí mismo (Primera parte) 

2) El Compromiso (Segunda Parte)

La capacidad de determinarse a sí mismo 

Convertirse en adulto: el camino del crecimiento lleva a los adolescentes a convertirse en adultos jóvenes. Esa confusión inicial entre la propia identidad individual con el papel de uno en el grupo y la sociedad se resuelve gradualmente. 

El psicólogo y psicoanalista alemán Erik Erikson (1902-1994) identificó en esta fase de crecimiento (19-25 años) la dialéctica entre dos tendencias opuestas: por un lado, la necesidad de fusionarse con los demás y por otro la de preservar la propia identidad aislándose. 

En esta nueva fase de la vida, de hecho, el joven mantiene la necesidad de adaptarse a lo que siente que los demás requieren de él, para ser plenamente aceptado, aunque al mismo tiempo también llega a la convicción de que, en algunos aspectos de sí mismo, de su estilo de vida, de sus ideas y valores, ya no está dispuesto a esconderse o comprometerse con el único fin de complacer a otro.

Si bien es cierto que incluso en la adolescencia el niño se rebeló para expresarse, incluso a costa de entrar en conflicto, es evidente que en esta etapa de la edad lo que está en juego es mucho mayor: de hecho, cuando la persona ha alcanzado una cierta estabilidad sobre su identidad, también se siente dispuesta a asumir compromisos a largo plazo. He aquí, pues, la característica sobresaliente de ser joven: ¡la asunción de compromisos y de responsabilidades!

Tales compromisos pueden tomar la forma de relaciones íntimas y duraderas que permiten una profunda reciprocidad, que también conducen a la aceptación de ciertos sacrificios para cumplir con los compromisos que tales relaciones requieren. Es el caso del engagement o de las amistades más auténticas. Pero cuando esto no sucede, hay dos consecuencias: aislamiento e incertidumbre y confusión en la toma de decisiones.

Aislamiento 

Cuando estas relaciones íntimas no llegan a buen término, el joven puede experimentar una fuerte sensación de aislamiento que va acompañada de sentimientos de angustia y una sensación de insuficiencia. El aislamiento que puede resultar de no encontrar una persona con quien compartir un tramo del viaje también puede dar lugar a la inseguridad, a un sentimiento de inferioridad y a hacerse la terrible pregunta sobre la propia idoneidad para vivir. El joven puede llegar a preguntarse si hay algo malo en él, algo inaceptable o incorrecto. También podría conducir a una profunda crisis ligada al sentido de su propia existencia, sin encontrar un propósito y una dirección. 

A muchos jóvenes de hoy les resulta muy difícil determinar su lugar en el mundo; algunos no se sienten a la altura de las expectativas de la sociedad, no están seguros de cuáles son sus verdaderas habilidades, luchan por reconocer sus deseos o esperan a que alguien de afuera les muestre un camino y “mágicamente” todo se resolverá. 

Si la pregunta sobre las propias elecciones tuviera un manual de instrucciones, creemos que muchos jóvenes lo consultarían, ya que determinarse a sí mismo es la tarea más difícil a la que están llamados a su edad.

Incertidumbre y confusión en la toma de decisiones 

En el momento de la elección, el joven puede encontrarse en una gran dificultad y tomar decisiones apresuradas o, por el contrario, posponerlas indefinidamente, llegando, paradójicamente, a evitar constantemente elegir.

Pero preguntémonos: ¿qué impide a un joven elegir? ¿Qué dificulta este proceso?

Es posible que tenga en su cabeza la idea de que hay una solución perfecta a su pregunta: por lo tanto, tiene un miedo enorme de cometer un error, interpretando el error como una condena o un destino de infelicidad perpetua. Puede llegar a rumiar un tema continuamente, procrastinando la decisión: esto conduce a un aumento del estado de ansiedad que ralentiza aún más la capacidad de tomar decisiones. 

Por supuesto, toda decisión trae consigo la renuncia a alguna posibilidad; Sin embargo, el camino de la autodeterminación es convincente y está lleno de sorpresas.

La determinación es posible cuando, junto a la dimensión de la inteligencia humana que permite al joven investigar, conocer, cuestionarse, también se educa otra característica de la persona: la voluntad. 

Voluntad y libertad: una combinación ganadora 

Se manifiesta en la libertad de decidir qué es bueno hacer en respuesta a los acontecimientos que la vida pone ante cada uno. La voluntad es un elemento ontológico de la persona, es decir, es una característica fundamental de la persona.

Aunque está presente desde el nacimiento, la voluntad es un elemento de la persona que se desarrolla a través del buen ejercicio y en estrecha unión con la conciencia. A veces, el proceso de toma de decisiones se ve obstaculizado por una mala libertad: si las generaciones anteriores corrían el riesgo de definirse sin muchas opciones, porque las oportunidades se reducían, ahora las opciones de elección han aumentado drásticamente (el curso de estudio, la profesión, la orientación sexual, la pareja, el hogar…), pero no se han desarrollado las habilidades adecuadas para evaluarlas y juzgarlas como buenas.

Esto sucede porque vivimos la libertad sólo como algo que nos libera de las ataduras: aspiramos a liberarnos de horarios, obligaciones, compromisos, responsabilidades estrictas; sin embargo, es evidente que una “libertad de” es ilusoria porque, tan pronto como uno se libera de una restricción, pronto se asomará otra. 

Por otro lado, la libertad que conduce a la realización personal y a la determinación es una libertad orientada a objetivos, que es el don de sí mismo. La matriz, por lo tanto, de una dificultad generalizada para determinarse a sí mismo se encuentra en el individualismo que empuja a buscar la plena realización de la propia persona siguiendo una lógica de satisfacción, realización, bienestar egoísta, es decir, centrada en el ego. 

Una educación que acompaña al niño a conocer el valor de sí mismo sienta las bases para la construcción de un joven que, consciente de sus verdaderas capacidades, sepa orientarse y gastar libremente por los demás, encontrando allí su plena determinación.

Por Ezio Aceti – Psicólogo

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