Haití necesita una madura solidaridad internacional en este momento crucial

Haití necesita una madura solidaridad internacional en este momento crucial

Desde el 29 de febrero, la situación de seguridad en el país se ha deteriorado enormemente, empeorando aún más la crisis humanitaria que atraviesa Haití, los graves incidentes de violencia originados en Puerto Príncipe por grupos armados organizados han causado la movilización de miles de personas que han tenido que huir de sus barrios y ha hecho extremadamente difícil el acceso a los servicios sociales básicos, agravando cada vez más la precaria vida cotidiana de este pueblo. Desde el 3 de marzo, se ha declarado el estado de emergencia y el toque de queda en todo el país. 

Para entender el presente de Haití, y la grave crisis sociopolítica económica que está asolándolo, es necesario conocer parte de la historia y los acontecimientos de estos últimos 30 años. Si bien es cierto que Haití fue la primera nación negra en declarar su independencia en el continente, hoy es uno de los países más pobres del mundo y el último de América. Décadas de violentos enfrentamientos políticos y de inestabilidad, de desastres naturales devastadores y una dependencia de la ayuda externa, son los elementos que han truncado la capacidad de crecimiento de este país. 

En los últimos treinta años, ha habido más de treinta gobiernos. Y un sector agrícola devastado por las diferentes catástrofes naturales. Llegue a Haití en 2010 como trabajadora humanitaria en Puerto Príncipe después que un terremoto afectara a medio país y murieran más de 300,000 personas; para entonces ya era un país peligrosamente inestable y rezagado, con una larga trayectoria de gobiernos dictatoriales y otros fallidos, con escenarios de violencia y presencia de grupos pandilleros.

“Si bien es cierto que Haití fue la primera nación negra en declarar su independencia en el continente, hoy es uno de los países más pobres del mundo y el último de América” 

El seísmo agravó aún más las limitadas condiciones de vida de los haitianos, cientos y cientos de actores humanitarios llegamos a la isla por ese entonces, ¿Qué fue de toda esa ayuda? Probablemente, fuimos un parche en la gran herida, el mal menor; pero, sin duda la ayuda y los millones de dólares invertidos no consiguieron rescatar a Haití de su destino.

Mas tarde en 2018, los primeros movimientos todavía pacíficos, en las calles de Puerto Príncipe, que recordaban en cierto modo al movimiento de la “primavera árabe”, millares de personas, representantes de la sociedad civil, sector religioso, privado salieron a manifestarse exigiendo al gobierno cómo habían sido utilizados los fondos PetroCaribe por las administraciones actuales y pasadas. 

El acuerdo PetroCaribe habría podido ofrecer a Haití una oportunidad única de dar la vuelta económicamente y reconstruir el país. Pero una vez más, no estaban preparados. 

Fue así como a mediados de 2018 asistimos a los primeros “paylock”, escenarios en los que el país quedaba completamente paralizado por los incidentes de violencia en un ambiente cada vez más degradado, poco a poco los viejos fantasmas de las bandas armadas débiles y desarticuladas, fueron tomando fuerza. Aunque un gran número de bandas seguían siendo pequeñas organizaciones, hoy, las principales -las que controlan un territorio considerable y son responsables de la mayor parte de la inestabilidad actual- están bien estructuradas, bien armadas y son competentes desde el punto de vista operativo. 

Aunque siguen existiendo vínculos con políticos y empresarios, la relación es más equilibrada, y la creciente capacidad de las bandas les ha permitido autofinanciarse y ejercer una presión importante sobre el sistema político y económico.

En 2021 el magnicidio de Jovenel Moises, cuyo asesinato sigue sin resolverse ni encontrar a los verdaderos autores intelectuales, llevo al país a un escenario de vacío de poder, a una inestabilidad y fragilidad sociopolítica impensables, con un primer ministro, Ariel Henry, nombrado meses antes de morir, por el presidente asesinado.

La creciente presencia de los grupos criminales organizados en estos últimos años ha provocado un fuerte aumento de la violencia que incluye torturas, asesinatos, extorsiones, secuestros para pedir rescate, violencia sexual y desplazamientos forzosos. 

En estos dos últimos años, son casi 400.000 los desplazados internos evacuados, 15,000 en estas últimas semanas, huyendo de sus barrios debido a los ataques de estos grupos armados y ahora articulados entre sí, en varias zonas de la capital. Estos incluyen violencia contra mujeres y niñas, asesinatos, robos, y recientemente la liberación de las dos prisiones principales de la capital, el asalto a la academia de policía y el bloqueo del aeropuerto internacional en la capital. Esta tensa situación está comprometiendo el espacio de trabajo de las organizaciones y actores presentes en el país, especialmente en la capital, limitando el acceso a las comunidades. 

Los desplazamientos dentro de la capital en particular, y por todo el país en general, son prácticamente imposibles debido al bloqueo de las principales rutas terrestres y a la cancelación de los vuelos nacionales. La capital ha quedado completamente asediada, el 80% del territorio ha quedado bajo el control de estos grupos que ya no se disputan el territorio, sino que se enfrentan coordinadamente al gobierno. La situación es realmente preocupante desde el punto de vista político, de seguridad y humanitario.

En estos últimos días, miles de familias que ya estaban desplazadas en campamentos temporales, se han visto desplazadas de nuevo. La mayoría ha encontrado refugio en asentamientos ya existentes, mientras que el resto se está asentando en nuevos campamentos creados espontáneamente. 

El acceso a alimentos, atención sanitaria, agua e instalaciones de saneamiento y asistencia psicológica son algunas de las necesidades más urgentes. Estas familias no tienen otra forma de satisfacer sus necesidades básicas. Desde diferentes instancias del gobierno se solicita a la comunidad internacional, la apertura de un corredor humanitario para poder al menos abastecer en agua potable a estos barrios. 

Las organizaciones humanitarias siguen con su compromiso de asistencia a la población y han empezado a proporcionar ayuda rápidamente, pero los incidentes de violencia recientes obstaculizan enormemente las operaciones. “La violencia reciente sigue sumiendo en el luto y el trauma a miles de familias, especialmente niños y mujeres, y sumiéndolas en una profunda angustia”. Miles de personas se encuentran ahora desprotegidas, inseguras y expuestas a todo tipo de riesgos. Los desplazados y las poblaciones vulnerables necesitan ayuda de emergencia y espacios seguros y protegidos. 

“Los actores humanitarios están preparados para proporcionar ayuda de emergencia inmediatamente”, declaró la coordinadora humanitaria (ECHO) Ulrika Richardson. La que fue un día llamada la “La perla de las Antillas” se enfrenta a una crisis humanitaria y de protección muy compleja y probablemente sin precedentes. Haití necesita una mayor solidaridad internacional en este momento crucial; pero, brindémosela desde una cooperación que les permita levantarse, rehacerse, perdonarse, encontrarse, y les haga volver a confiar, para ser aquel pueblo, aquella nación que un día supo tomar las riendas de su propio destino.

Por Clara Revuelta 

Directora de ONG

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