GESTAR, una comunidad multiplicadora (Cuba)

GESTAR, una comunidad multiplicadora (Cuba)

#Cuba #Comunidad

Por M.Sc. Malcom Calvo Llorella- Comunicador Social 

Este testimonio es un reencuentro de sentimientos y reflexiones tejidas en un relato que ansía sobrevivir al recuerdo y comprometerse con el mañana. Las cosas que aquí comparto tienen de mí y de mis compañeros. 

Vivir la comunión en un negocio es un reto triple, primero, porque el mundo real va en dirección opuesta y lo sabido casi nunca pone a las personas en el centro de las relaciones económicas por encima del capital y las ganancias; segundo, porque es un ascenso difícil y no exento de extravíos, donde debemos reconocernos sobrevivientes de una antropología negativa que parece venir marcada en el ADN de cada uno de nosotros: confiar en el semejante, dialogar en el sentido de escuchar primero y decir después, encontrar el mérito en el otro y saber “ponerse en su zapatos”, son excepciones o rarezas. Y tercero, porque las buenas intenciones y los valores deben sostenerse y sostenernos también en los estados financieros.

Primera estación: Nosotros hacia dentro. 

El empresario es visto por vosotros como agente de comunión. Al introducir dentro de la economía el buen germen de la comunión, habéis iniciado un cambio profundo en el modo de ver y vivir la empresa. [1] 

El germen de GESTAR surgió hace ya 12 años cuando tres jóvenes economistas encontraron respuestas y motivaciones contracorriente, en los conceptos y experiencias de la Economía de Comunión, promovida por el Movimiento de los Focolares, que daban luz sobre una economía donde los seres humanos fueran más personas que números, el dinero un recurso y no un fin en sí mismo, la naturaleza una responsabilidad de hoy para el futuro… en fin “(…) una economía que hace vivir (…)”

Luego las ideas se convirtieron en un proyecto que encontró la solidaridad y apoyo desinteresado de otros promotores de la EdC en el mundo (Laszlo Pal E. y AMU, junto a la guía de Luis Fernando) quienes confiaron en que los fundadores de GESTAR mucho podían ofrecer desde sus saberes, valores y prácticas a incrementar y dar cauce a las iniciativas económicas en toda Cuba desde los principios del diálogo, la confianza y la reciprocidad.

Largo ha sido el camino y no pocos los pesares, malos entendidos y prejuicios a vencer pero, sin dudas, es mayor la satisfacción de servir como medios de “contagio” para que otros en Cuba descubran una manera práctica de concebir y mantener buenos negocios y negocios buenos, donde ingresos y crecimiento humano, ganancias y darse puedan convivir y multiplicarse recíprocamente más allá de los números.

Si lo que hacemos se dice rápido en términos de incubación de negocios, asesoría contable y de gestión, y acciones de aprendizaje mutuo, lo que lo hace diferente y atractivo, desde el punto de vista profesional y humano, es el cómo ofrecemos nuestros servicios. Los valores y virtudes que nos guían, son nuestra “ley suprema”: la solidaridad, el compromiso con los resultados de los clientes, la empatía, el rigor técnico y el humanismo que seguimos, son nuestra ventaja competitiva, hablando en lenguaje empresarial.

Y no comento de cuestiones teóricas ni abstractas, tenemos como exigencia cotidiana actuar desde la virtud. Los valores se manifiestan en las acciones y estas, comienzan desde las relaciones entre nosotros. Por eso, hemos ido aprendiendo y poniendo en práctica, la búsqueda de lo mejor de cada uno y el compromiso individual de ofrecerlo al resultado del colectivo. De igual manera, evitamos encasillarnos en lo trillado y propiciamos espacios para el crecimiento desde el aprendizaje. No falta entre nosotros ayuda para el que no sabe, aprenda.

Algo que hemos ido levantando piedra a piedra, es nuestra cultura de comunidad: decisiones colegiadas, transparencia de la información, acuerdos sobre el uso de las reservas económicas, evaluación de resultados y beneficios, etc. Cada uno de nosotros, y es lo primero que sienten los nuevos que se incorporan, puede dar su criterio sobre un tema a debate, fertilizar la propuesta hecha, estar en desacuerdo, o proponer una opción diferente, pero luego con nuestro voto nos comprometemos con las decisiones y ponemos nuestra confianza en los ejecutores. No ha faltado tampoco reconocer que algo no ha salido bien, que nos equivocamos, y nos responsabilizamos con enmendar lo hecho y ofrecer, a quien corresponda, las disculpas.

De igual manera, no nos faltan las felicitaciones a los resultados cotidianos y prima la máxima de estimular en público y cuestionar comportamientos en privado. Las ocasiones de compartir juntos y con nuestras familias se aprovechan, cada uno pone su parte para la alegría común y, tanto como la fiesta, disfrutamos el haberlo hecho juntos.

“Estar para el otro”, bien puede ser el nombre de la solidaridad simple e inmensa que compartimos desde el detalle de estar al pendiente de cómo van las soluciones del otro para poder darle una mano, o tan siquiera ánimo, hasta meterle, literalmente, el hombro para cargar un piano, hacer una mudada o recuperar un techo… Sabemos que podemos contar los unos con los otros y ya eso es mucho.

¿Diferencia entre nosotros? ¡Muchas! Sí, muchas. Pero hemos ido aprendiendo a poner el respeto por encima de todo y a cambio solo esperamos compromiso. No son ni los errores, ni los malos resultados, los que provocan los desencuentros, es el no comprometerse con lo acordado. Preferimos decir que no, que dejar esperando al resultado colectivo.

Un ejemplo objetivo de la comunidad entre nosotros puede ser las decisiones compartidas que hemos ido tomando con las ganancias del negocio. Más allá, tal como propuso Chiara, de dividir en tres nuestras utilidades para hacer crecer la empresa y a sus integrantes, servir al necesitado y actuar en pro de la cultura del dar, ponemos atención a crear reservas para contingencias de las que hemos podido remunerar a quién no pudo trabajar por tener un enfermo que proteger, una familia que cuidar, o cuando menos, ponerle saldo en su teléfono para facilitar sus gestiones.

Sortear la cuarentena por la COVID – 19 fue una buena demostración de cómo nos protegemos cada uno desde el resultado colectivo, por eso aceptamos la importancia de ceder equitativamente en el ingreso individual a favor de la ganancia colectiva de la que luego podemos servirnos. La idea de que solos, se puede ir rápido, pero juntos llegamos más lejos, ya la tenemos como verdad.

Segunda estación: Servir, ser útiles. 

Decir que estamos para los clientes, es lo obvio de cualquier empresa. En GESTAR, eso lo entendemos como compromiso con las personas y sus logros. 

No digo de una simple cuestión de profesionalidad, o de rigor técnico, hablo de ponernos en el sentir de esa, o ese, emprendedor que nos comparte sus sueños, metas, sufrimientos y miedos y al que acompañamos en sus decisiones. Muchas veces hemos evaluado entre nosotros, por encima de números y factibilidades, cómo se siente nuestro interlocutor y la mejor manera de apoyarlo en su tránsito. A veces, nos hemos dicho, que parecemos más psicólogos que economistas y procuramos aprehender herramientas para ser más útiles a las personas.

Tal manera de actuar se explica porque nuestro propósito como negocio es ser útiles como “sembradores”, sí, sembradores de motivaciones, capacidades, confianzas… Lo que asumimos como actitud de vida siendo parte de las soluciones y no de los problemas, de hacer algo en vez de quejarnos, de buscar las oportunidades aun entre las dificultades, es lo que compartimos con nuestros clientes, o mejor dicho, con Juan o María a quienes servimos. Puede ser paradójico pero nos han agradecido el decir no a algún reclamo. Luego que las emociones bajan, o la realidad supera las ilusiones, agradecen que alguien les dijera que no y que prefiriera no cobrar antes que faltar a la promesa de acompañarlo en decidir de la mejor manera.

Otro sello de nuestra manera de ser útiles es servir como puentes. Mientras otros levantan alarmas y defensas contra la competencia, nos dedicamos a compartir con los clientes las ideas y prácticas de encontrar palabras que comienzan igual pero terminan mejor: compartir, colaborar, cooperación… Ser viaductos que acercan las personas en su camino a destinos similares es algo que gustamos hacer y sentimos la recompensa de ver apoyo y reciprocidad entre emprendedores que, en ocasiones, solo tienen en común ser nuestros clientes y haber imitado el reto de darse para los demás.

Tercera estación: Darnos… 

Una de las cuestiones que más nos exige y edifica es continuar por el camino de darnos para el otro. Dicha elección da sentido a cómo asumimos nuestra tareas con el HUB de EdC; el resultado de lo que hacemos lo sentimos responsabilidad que nos trasciende. Por eso cuando somos parte de los organizadores y promotores de eventos de economía social y solidaria, hacemos todo, por encima de conceptos diferentes y de egos sobrepesos, para lograr una “casa abierta” donde puedan encontrarse, reconocerse y hacer alianzas emprendedores, estudiosos e instituciones y proyectos con el fin único de hacer el bien para otros. Satisface mucho ver cómo surgen trabajos comunes de conectar el puedo de unos, con el quiero de otros. 

Igual alegra el alma y cultiva esperanzas servir de facilitadores de la buena voluntad de las personas en beneficio de los que están en desventaja. Cuando el tornado asoló la vida de muchos en La Habana pudimos ser parte y conectores de toda una red de voluntades y actos para servir a los necesitados. ¡Cuánto gusto hay en ser útiles! 

Terminaré esta confesión de nuestras experiencias de comunión con dos anécdotas. La primera, es la riqueza infinita que hemos encontrado en sonrisa de los niños y maestros de una escuela de atención a necesidades especiales de aprendizaje que tenemos cerca de la oficina. Cuando organizamos para ellos una celebración, los esfuerzos de convertirnos en dependientes, logísticos, operadores de audios, o de cuidadores de niños “especiales”, son recompensados con creces al sentir su disfrute con los payasos y las canciones y el apretón de manos o el beso que te dan los adultos a cargo por, simplemente, reconocerles la grandeza cotidiana y anónima de su labor. 

En una ocasión, en los preparativos de una fiesta para los niños comenzamos a contagiar a los negocios vecinos de la inmobiliaria donde rentamos la oficina, procurando entre ellos aportes para el convite. Uno de los que trabaja en un negocio estatal, nos dijo que no podía aportar nada por falta de recursos y pudimos sumar su contribución al reflexionarle que más valor había en poner sus manos en el empeño y dar su alegría para los niños que en el dinero o los bienes que otros aportaban. “Si vienes y ayudas a repartir la merienda y regalas una palabra linda o una sonrisa, esa será tu más valiosa manera de contribuir”. Crean que lo tuvimos entre los más afectuosos camareros.

En medio del más riguroso aislamiento por la pandemia y el temor que la acompaña, un amigo, cliente y colaborador tuvo que ingresar a su hijo menor ante la urgencia de una apendicitis. A las complicaciones de salud y a las preocupaciones por el contexto epidemiológico, sumaba pesares económicos por la depresión de su negocio y la cadena de impagos de sus clientes. Bastó la alerta y poco a poco fuimos compartiendo para él y su familia provisiones, dinero, palabras de aliento… compañía en sus angustias. Nuestro amigo, tuvo luego la necesidad de contarnos que su esposa muy agradecida, pero con asombro, le preguntó: ¿Por qué hicieron eso? y la única respuesta que encontró fue: Es que ellos son así.

Cuando lean estas vivencias que compartimos no nos encontrarán en lo hecho porque ya estaremos de camino dando gracias a todos los que nos inspiran y animan a ser “sal y levadura” en promover la economía de comunión y la cultura del darse. Nos encontraremos, seguro, haciendo humildemente por el bien común y nos multiplicaremos juntos en esa canción que propone: “… seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas”.

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