Susana Nuín
Ciudad Nueva Interamericana anhela en cada número llegar hasta ustedes nuestros interlocutores, con la fuerza de una fe y esperanza vital, donde se comprenden los acontecimientos no desde una brisa de prensa, sino desde la profundidad de la vida. Por eso publica constantemente hechos de la vida real, desde sus mismas fuentes, donde las personas son artífices de testimonio siendo protagonistas; también las comunidades e instituciones son actores fundamentales de cambio.
Nos interesa decir una palabra constante de fe comprometida, que le cree al Dios de la historia, al caminar de las personas y los pueblos en esta dirección. También palabras vivas de esperanza, que dicen desde lo más hondo del ser humano: es posible.
De esta manera leemos los acontecimientos, también el gran evento que sucedió en el mes de octubre en la Iglesia: el Sínodo de la Sinodalidad. Un momento lleno de inspiración y conversión, una búsqueda intensa del Papa Francisco, de quienes lo prepararon, de sus participantes de luz en el camino y de nuevos horizontes para la Iglesia en una amplia dimensión de humanidad. No se trata solo de esperar declaraciones, o noticias bomba que alimentan el paladar de los medios.
Al finalizar podemos decir que hemos visto y las fotografías lo testimonian, un giro de 180 grados en el cómo vivir el sínodo. Ese cómo vivirlo, nos llena de esperanza. Muchas veces vivimos creyendo en ese mandato de que el fin justifica los medios, con consecuencias catastróficas como las horrendas guerras que atraviesan el planeta. No es así, los medios van generando ese fin que percibimos porque medios y meta, tienen la responsabilidad del ‘deber’ así como ‘poder’ ser frutos de la misma inspiración.
Así, el Sínodo camino en la diversidad de voces, en estilo sinodal, con fuerte conversión de parte de todos, y con la capacidad de convivir, se convierte en un testimonio maravilloso, que sabremos leer con el corazón dentro de un tiempo, cuando el sensacionalismo descienda, y quede la esencia de una experiencia evangélica.
Apostamos a una fe abrazada y encaminada, a una esperanza que hace todo posible.