Nacidos para acoger

Llegamos a diciembre y con el mes a la celebración de Navidad, el presente número reafirma la línea del año a través de la palabra nacidos, señalando una vez más las realidades que llevamos en nuestro ADN, que Dios nos otorgó como personas, esta vez lo señala el acoger:

Nacidos para acoger. Convencidos que no es algo que nos viene desde la sociedad, desde la educación, desde los medios de comunicación. No, se encuentra en nuestra esencia misma, y es importante reconocerlo y motivarnos siempre más en el acrecentar sus posibilidades. Todos tenemos esta marca de fábrica podríamos decir en nuestro corazón. 

Al mismo tiempo somos conscientes que hay en las familias un llamado especial, característico al acoger. Las familias en sus mil expresiones de nuestra sociedad, en sus múltiples posibilidades y también en sus limitaciones, todas son llamadas a poder acoger al otro. No solo hacerse cargo de la vida naciente o en estado terminal, sino en todas las etapas de la vida como señala magníficamente el documento final de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida: todo el arco de la vida es llamado a vivir la vida digna, y el acoger es esencial a la vida digna.

De esta manera Ciudad Nueva Interamericana en este número desea ofrecer miradas y propuestas al acoger que van más allá de lo habitual, que van más allá de las puertas de las casas que cobijan la familia. Ofrecemos una novedad desde la cual no solemos concebir el núcleo familiar, y es desde el potencial político y su vocación social.

Los artículos todos desean zambullirnos en la posibilidad de abrir las puertas de nuestras mentes, de nuestras miradas, de nuestras casas, para potenciar al máximo la vida de la comunidad familiar, y con las comunidades familiares minar de vida y de cambio la sociedad entera. ¿Viene por allí la posibilidad hacer un verdadero cambio, desde las raíces a las instituciones, a los países, a la comunidad internacional? Estamos convencidos que es el camino.

Que esta Navidad nos permita abrir miradas, corazones, puertas y posibilidades. Les deseamos toda la felicidad que nos trae la conciencia de un Dios que eligió la familia humana para que se abrieran las puertas del Cielo y habitar entre nosotros, que no tuvo reservas de quienes éramos, en qué estado estábamos o cuanto sería productiva su donación: Se donó, se dio, se arriesgó, nos amó.

Por Susana Nuin Núñez

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