Soy profesora de orientación y, un grupo de estudiantes del curso de tercer año de bachillerato del colegio donde trabajo se organizaron para participar en la peregrinación de la virgen de Lourdes. Dicha peregrinación implicaba 11 horas de caminata, desde la iglesia de la Pastora en Caracas (6:00 a.m.) hasta llegar a la Guaira bajando por el camino de los españoles, a las 5:00 p.m. Yo realmente no quería peregrinar este año pues sé lo que significa esa caminata, pero recordé la Palabra de Vida: nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos” y, sin pensarlo dos veces, me decidí a acompañar al grupo.
Nos concentramos a las 3:00 a.m. Subimos con los feligreses de varias parroquias de la zona de Catia la Mar para ir a Caracas y participar de la Eucaristía de las 5:00 a.m. en la iglesia de la Pastora y así a las 6:00 a.m. puntualmente iniciar la peregrinación. Desde ese instante inició la experiencia. Fue maravilloso compartir con cada persona. Expresaban la alegría de participar, de ofrecer y vivir el sacrificio de caminar tantos kilómetros. Y, durante la caminata, tuve la posibilidad de ver en cada rostro a Jesús: en el que estaba cansado, en el que se sentía derrotado, en el que se desmayaba, en el que se mareaba…
Muy gratificante fue cuando ya estuvimos en la última vuelta para llegar la Guaria, la gente se asomaba a las ventanas, nos agradecía por haber caminado y acompañado a la Virgen. Sentir el amor a través de aquella persona que te recibe con júbilo y de otros que ofrecen agua a a todos los peregrinos, refrigerios, café. Pero, sobre todo, ver la cara de los estudiantes que, aunque estaban súper cansados y agotados, continuaban a decir “gracias por la oportunidad, la experiencia es maravillosa, valió la pena este sacrificio… el contacto con la naturaleza, la belleza de la creación, la gente que nos ayuda y anima sin conocernos. Pasamos el día y no nos acordamos del teléfono”.
Lógicamente mis estudiantes llegaron a la iglesia de La Guaira a las 4:15 de la tarde. Yo, un poco más tarde y destruida, pero infinitamente agradecida a Dios por esta gran oportunidad que me dió y yo tuve el valor de responderle.
Por Yusmary – Venezuela.