Un amigo fue hospitalizado y el hijo necesitaba que alguien pudiera ayudarlo en algunos momentos. Yo me ofrecí y fui al hospital.
Me pidió que le diera la comida con una jeringa porque estaba semi-consciente. Era algo que nunca había hecho, pero podía hacerlo con amor.
Le di la comida, luego la enfermera me pidió que comprara varias cosas, fui tres veces a la farmacia a comprar. La tercera vez mientras hacía fila para pagar, observé que una señora preguntaba el precio de un medicamento que necesitaba su familiar. La señorita le dijo que costaba $3.50, la señora expresó que no tenía ese dinero que, si no podría darle algo más económico, ella respondió que ese era el más económico. Ese amar a todos, significaba también a esa persona que no conocía.
Enseguida le pase un billete de $5, la señora me vio y me sonrió. Luego me dio el cambio y le di a entender que no era necesario, me volvió a ver y se le salió una lágrima. No nos dijimos nada más. Me quedo la alegría de amar sin saber a quién, pero también la tristeza de ver que muchas personas no tienen ese monto de dinero.
Por Jorge Iturralde – Ecuador
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