El genio femenino de Chiara Lubich

El genio femenino de Chiara Lubich

Por Sonia Vargas Andrade

La propuesta de Chiara Lubich reconoce que, sólo gracias a la diferencia, cada uno llega a ser lo que realmente es y sólo así puede enriquecer la reciprocidad, alcanzando la plena y auténtica realización de cada uno: plenamente varón, plenamente mujer. La diferencia, entonces, deja de ser conflicto porque cada uno/a “siendo el otro” se convierte plenamente en sí mismo.

En el desafío actual de una eclesiología sinodal se sigue discerniendo sobre las responsabilidades que la mujer debería tener en la Iglesia. Chiara ha sido una de las pioneras en este camino, de hecho, se evidencia en su carisma un genio femenino inspirado en el Amor1. Los invito a recorrer brevemente algunos momentos de su historia que muestran su relación con la jerarquía y su perspectiva de algunos roles tradicionales a los cuales propone un cambio.

En 1985 Chiara fue invitada a almorzar por Juan Pablo II. Así relató algo de ese encuentro: “Como última cosa le pregunté: ¿Usted vería la posibilidad que también en el futuro sea una mujer presidente del Movimiento de los Focolares? Y él: Ojalá, es una cosa hermosa”. Terminada la frase, la sala, pero sobre todo las mujeres de la sala estallaron en un aplauso. Chiara subrayó: “En este caso no tendrían que aplaudir las mujeres, sino los varones”.

Chiara Lubich con Pablo VI, quien cumplió un papel decisivo en el desarrollo de los
Focolares, particularmente en la aprobación de sus estatutos.

Para comprender el alcance de esta reacción, tendríamos que hacer un estudio del Derecho Canónico, que aún con los cambios que Juan Pablo II hizo a la luz del Concilio Vaticano II, no contiene todavía artículos específicos sobre los nuevos Movimientos Eclesiales. Por ello, que una mujer laica sea presidente de los focolarinos, los sacerdotes focolarinos, los seminaristas que participan de este espíritu, los obispos amigos del movimiento, además de los miembros de otras Iglesias cristianas, de los fieles de otras religiones y de convicciones no religiosas, era y es un evento eclesiológico, anuncio del nuevo camino sinodal.

Desde sus primeros contactos con el mundo ministerial, los ha llamado a un sacerdocio nuevo. Nos cuenta el primer sacerdote focolarino, P. Silvano Cola, que habiéndole escrito contándole sus primeras experiencias de esta vida nueva, recibió una respuesta de Chiara. La carta contenía un tapiz que representaba a Jesús lavando los pies de los apóstoles, con el escrito: “Para que fijándose en este cuadro puedan vivir un sacerdocio mariano”2.

“Así vivida, la espiritualidad de la unidad y de la comunión, que caracteriza el Movimiento de ustedes, traerá frutos fecundos de renovación para todos los creyentes”, fueron las palabras de Juan Pablo II a cardenales y obispos amigos del Movimiento.

Así responde a algunas preguntas (2001), adelantándose a los tiempos, ya que un tema tratado en el Sínodo de la sinodalidad ha sido el clericalismo. Le consultaban, en el marco de la crisis del ministerio ordenado, qué consejo les daría a los sacerdotes.

Es necesario que, quien está investido del sacerdocio ministerial, refuerce en sí el sacerdocio real. Es necesario que el sacerdote sea un mejor cristiano, ser cristiano significa vivir el Evangelio de un modo perfecto y auténtico. Significa que todo debe venir después de Dios. ¿Qué deben hacer con su sacerdocio? Considerarlo secundario. El sacerdocio no es su ideal. El ideal es Dios. Ustedes son sacerdotes para hacer la voluntad de Dios […] Tienen que olvidarse de sí mismos. Es necesario volver a ser cristianos auténticos. Así todas las crisis de los sacerdotes desaparecerán. No sé si los he escandalizado… Una de las cosas más antipáticas para el mundo, en el campo sacerdotal, es el clericalismo. 

En la misma ocasión, un obispo le preguntó: “¿Cómo puedo ser un buen obispo?” Ella respondió: “Olvídese que es obispo y ame”. “¿Debo olvidarlo?” “Usted haga la voluntad de Dios, pero no esté apegado a su función de obispo, de sacerdote. Debe amar, trabajar, obrar sin pensar en sí mismo”.

Con gran delicadeza, pero con un inmenso amor, Lubich ha tocado puntos fundamentales de la vida sacerdotal, tan concretos y actuales que se podría escribir un libro titulado El sacerdocio en Chiara Lubich. Testimonio de esta relación extraordinaria con la jerarquía de la Iglesia, ha sido la misa de su funeral celebrada por el secretario de Estado, Card. Bertone, concelebrada por 16 cardenales, 40 obispos y más de 800 sacerdotes. Conmovedora y llena de significado fue la conclusión de aquella inolvidable ceremonia, cuando después de besar el altar, una interminable fila de albas blancas se acercó a besar aquel simple ataúd de madera clara, depositado en el suelo.

Otra característica del genio femenino de Chiara es la ruptura de algunos roles que parecen inamovibles. El varón hizo siempre determinadas cosas, por lo tanto, la mujer hará siempre determinadas cosas. Es importante tener en cuenta que, en sus escritos, se advierte una propuesta relacional que allana las diferencias de roles entre varones y mujeres. El Movimiento de los Focolares cuenta con diferentes vocaciones que tienen una regla específica. Veamos algunos artículos:

Cada focolarino tiene que saber desarrollar las labores domésticas que son necesarias para el funcionamiento del focolar (casa), de manera que estas tareas no sean confiadas a otras personas3.

Los presbíteros y diáconos focolarinos mantienen sus habitaciones sobrias, ordenadas y acogedoras, posiblemente como fue la casa de Nazareth. Hacen de modo que todo favorezca y exprese el sentido de la familia. Para la decoración se aconsejan los unos con los otros. Es oportuno que cada uno sepa desarrollar los trabajos domésticos que son necesarios para el buen funcionamiento de la casa.

En sintonía con las normas de la Iglesia y las costumbres locales, cuiden el decoro de sus vestidos y la armonía de los ambientes en los cuales desarrollan su ministerio, en particular las celebraciones litúrgicas, de manera de dar testimonio que Dios es belleza, además de verdad y bondad.

La movilidad de los roles es clara, pues concretamente en todas las comunidades de varones no hay una mujer que cocine, ni lave, ni limpie para ellos. Esta propuesta de una formación integral prepara muy bien el terreno para acoger los dones que el Espíritu Santo propone en este nuevo camino sinodal. Pues sea uno sacerdote, diácono, obispo, laico, sabe de partida que en el amor no hay roles ni relaciones piramidales sino circulares como en la Trinidad. 

Un nuevo paradigma 

En la teología hecha por mujeres existen diferentes posturas para definir la relación varón-mujer: la idea del compañerismo, de la complementariedad, igualitaria de partnership, multipolar y otras. Siguiendo el genio femenino de Chiara daremos una mirada rápida a su concepción de la relación varón-mujer llamada a la reciprocidad, donde la diferencia es entendida como don, reciprocidad y diferencia según el modelo trinitario. A la pregunta (1996) sobre cómo ve la relación varón-mujer, responde:

La veo a modo de la Santísima Trinidad. Cuando es la focolarina (la mujer) la que habla con el focolarino (varón), dándole todos los elementos para hacer (concretamente algo juntos), para construir una cosa u otra cosa, ella es como el Padre que genera en el focolarino esta nueva idea. Cuando el focolarino responde dando todos los elementos que él tiene, es él como el Padre, y ella a modo de Hijo. Por lo tanto, hay un intercambio continuo, de Padre a Hijo y de Hijo a Padre. Es justamente a modo de la Santísima Trinidad, porque quien habla, ofrece algo, por lo tanto, genera esta novedad en el otro y viceversa.

Toda relación para Chiara es esencialmente recíproca, es un movimiento que va y que viene, está impregnada de valores como confianza, acogida, escucha. Preparada para acoger la diversidad, el contraste, el conflicto. La diferencia en esta dinámica subraya, preserva y fortalece la identidad de cada uno, impidiendo la absorción, la dependencia y sobre todo la sumisión. Por otro lado, sólo gracias a la diferencia cada uno llega a ser lo que realmente es y sólo así puede enriquecer la reciprocidad, alcanzando la plena y auténtica realización de cada uno: plenamente varón, plenamente mujer. La diferencia, entonces, deja de ser conflicto porque cada uno/a “siendo el otro” se convierte plenamente en sí mismo. Diferencia quiere decir también conciencia de que se tiene algo único para donar al otro. La verdadera dinámica de este amor de donación es saber acoger todas las iniciativas para crear instancias siempre nuevas de reciprocidad, pero también exige la prontitud de perder los propios ‘dones’ si no fuera el momento de donarlos.  

Un focolarino le comenta a Chiara (1996): “Con las focolarinas nunca tuve dificultades aparte de las derivadas de la natural diferencia entre la psiquis masculina y la femenina. El enriquecimiento recíproco es grande. Pero, cuando falta la caridad, triunfa el feminismo o el machismo, grandes enemigos de la unidad”. 

Chiara: Esta “natural diferencia entre la psiquis masculina y la femenina” tendría que unir no dividir; porque Dios hizo al hombre y a la mujer para estar juntos, no para ir cada uno por su lado (…) Pero basta recordar que es necesario amar, estar dispuestos a dar la vida, y dejar todo lo demás a un lado. (…) 

En este breve recorrido se nos muestra cómo el genio femenino de Chiara reside en el haber centrado lo más valioso que la mujer posee: la delicadeza del Amor. 

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1. Juan Pablo II, “En la historia hubo varios radicalismos del amor. Hay un radicalismo del amor que es el de ustedes, el de Chiara…”, Centro Internacional del Movimiento de los Focolares, [VHS], 19.08.1984. 

2. Lectura de la semblanza de P. Silvano Cola [VHS] Rocca di Papa, 17. 02.2008, 

3. Lubich Chiara., Reglamento de los focolarinos, art 49. 

4. ID., Reglamento de los sacerdotes y diáconos focolarinos, art 21

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