“Y se nos adelantó Manuel”, nos decía Charlie, su compañero de núcleo1, y continúa… Nos deja el vacío de su presencia física, pero también la alegría y el ejemplo para continuar”. En nosotros queda solo el amor que recibimos de Manuel, siempre atento, y solícito a nuestras necesidades, haciendo alarde de su nombre, ‘Manuel de Jesús’. Era de Jesús, realmente.
Se siente que partió un ángel, porque “ángeles quiere el cielo” y podemos sentirnos orgullosos porque estamos bien representados. Nos acompañaba y nos apoyaba en las actividades del Movimiento y en especial con los jóvenes, hasta se podría elegir como su protector, porque siempre estuvo pendiente de sus necesidades.
“Agradezco a Dios haber conocido a Manuel, me queda el recuerdo de su sencillez, simplicidad, nunca vi que se complicara con algo; su generosidad y, en particular, su amor por al Movimiento, que se expresaba en su disponibilidad en tiempo y dinero, en su preocupación especial por los jóvenes y los focolarinos. Algo que me llamaba siempre la atención era su confianza en la unidad, sobre todo cuando atravesaba momentos difíciles de salud. Lo comunicaba enseguida porque no quería vivirlos solo, sino con todos y en unidad de todos”, así lo recordaba María Delia, una de las voluntarias de Guayaquil.
Se lo podría definir también como un “apóstol de la unidad”. Era algo que lo caracterizaba, su pregunta constante: “¿cómo están todos? Siempre interesado y preocupado por saber de todos los miembros del Movimiento, a veces hasta se olvidaba de lo suyo para ayudar a alguien, para hacerle sentir el amor, porque era solo amor, esa era su característica.
“Nos queda el ejemplo del amigo que siempre decía Sí cuando se le pedía ayuda. Un sí generoso, un sí de amor que nos invadió a todos y nos perfumó de simplicidad, porque arreglaba todo con su sencillez y simplicidad, virtudes que irradiaban la presencia de Dios en él. Podríamos decir que era “un paraíso de simplicidad” y hábitos que hacían que un hombre como Manuelito estuviera siempre al servicio.
“Hoy estamos más que convencidos que Dios lo recibió con todo su amor, el amor que él nos enseñó y al que todos estamos llamados y enviados a hacerlo con el más pequeño de nuestros hermanos”, así nos lo recordaba Jorge, unos de los fieles compañeros de Manuel.
Muchos son los recuerdos que deja. Anita, una de las voluntarias de Guayaquil, lo expresa así: “Recuerdo siempre a Manu junto con nosotros en Viajes a Mariápolis y a los encuentros a Quito, también a Bogotá, siempre ayudándonos en todo. Ahora junto a Chiara y a los nuestros en el Paraíso”. “Nos queda el recuerdo de su amor concreto y su generosidad. Que María Santísima lo lleve de su mano al encuentro con Jesús”. Y Marta: “Tenemos la certeza que María lo ha llevado a la presencia del Padre. Hay Fiesta en el Cielo por la llegada de Manuel.
Queda para siempre el Amor que dio. Hoy queremos gritarle al Cielo solo Gracias, gracias por habernos dado a Manuel, gracias por su vida y su testimonio de amor y de fe. Cantamos con Chiara, porque un hijo suyo ha llegado a su plenitud de amor y de paz: “Cuando tú me preguntes quién soy, no diré mi nombre, diré… yo soy Gracias, por todo y por siempre, Gracias a ti…”
“Gracias Manuel por tu amistad sincera, tu ejemplo de donación, y amor. Gran hijo de Chiara”. Se podría concluir con la frase de su amigo Jorge: “Gracias, Manuelito, por conocerte. Tengo la seguridad que desde el cielo nos cuidarás”. ¡Hasta pronto amigo!. ¡Vuela alto Manuelito!
Por Francisco Arismendi- Ecuador

