Cultivar y apreciar la belleza revela la profunda conexión entre la concepción artística y la realidad tangible. El techne, en su búsqueda de la armonía, reconcilia el ideal del artista con la manifestación concreta de la forma estética. Erika Ivacson, con casi 25 años de trayectoria, ha dirigido con maestría el ritmo de su sensibilidad artística. Esta artista visual húngara encuentra en el orden, la curiosidad y el deleite por el conocimiento el impulso necesario para fusionar la percepción humana con el autodescubrimiento de un ser abierto al mundo.
Su trayectoria se define por un despliegue interdisciplinario que encuentra en la reciprocidad una reflexión en torno a la transformación, la identidad y la conexión humana. Especializada en escultura en Florencia, Ivacson ha creado exposiciones interactivas en Castelgandolfo (Italia), Manila (Filipinas) y La Habana (Cuba). Su proceso creativo se nutre de los dieciséis años que formó parte del equipo artístico internacional del Centro Ave Arte en Italia. Este profundo sentir interno se expresa en la universalidad de su obra, donde plasma con detalle incluso las sensaciones más conceptuales.
En Ivacson, resalta la manera auténtica de exponer la bondad inherente al encuentro con los demás. Desde 2017, la extensión de su innovación se manifiesta en el proyecto DAB, que concibe como una fuente de luz que completa su ideal artístico. La artista describe este brillo maravilloso como “la creencia de que el arte no solo se observa, sino que se vive, creando una sinergia que surge de la experiencia compartida”.

El resplandor de Erika Ivacson se manifiesta en la dispersión de su sensibilidad y en la perfecta unidad que irradia a través de su obra, tal como ella misma expresa.
¿Cómo defines la belleza en el contexto de tu obra y cómo influye esta definición en tu proceso creativo?
La definición exacta es apariencia. Para mí, la belleza es igual a la vida. La vida es una continua mediación entre contrastes: blanco y negro, calor y frío, alegría y tristeza, felicidad y desesperación. Esta mediación no es solo una relación, sino una reciprocidad entre lo horizontal y lo vertical, donde uno da vida al otro. Como resultado de esta reciprocidad nace una vida que es libre. Esto es, para mí, la esencia de la belleza; es la materia prima de todo el proceso creativo, es la creatividad misma.
Al mirar tus obras, ¿qué emociones esperas evocar en el espectador y por qué crees que son importantes en nuestra experiencia humana?
La vocación artística se realiza cuando se encuentra su sentido en relación con los demás y con el contexto social, es decir, con el mundo. Lograr esto significa que ha habido un espacio que me ha permitido existir y encontrar un sentido. La verdadera emoción radica en descubrir esto en mi interior, así, lo que se crea no es una pretensión, sino un don. Cuando la actitud se guía por esta conexión, se
convierte en un proceso de transformación, tanto para quien da como para quien recibe. Esta interacción es una de las claves que permite que la existencia humana florezca y se desarrolle en su plenitud en cada momento.

¿Cómo crees que el arte puede servir como un medio para explorar y cuestionar la realidad que nos rodea en Cuba?
El arte es uno de los instrumentos que permiten que la belleza se manifieste. Por lo tanto, su fuerza creativa radica, en primer lugar, en explorar y cuestionar la vida a la que uno se enfrenta. Si me permito ser cuestionado y explorado por la belleza, a través del arte tengo la oportunidad de entrar en profundidad la vida. Al adentrarme en esta profundidad, descubro mi esencia. Cuando encontró mi esencia, la realidad que me rodea, sea cual sea, deja de ser el espacio que puede marcar la diferencia en mi vida; se convierte en un lugar en el que yo puedo hacer la diferencia. Si el arte no se nutre de la libertad interior del artista, es difícil que pueda propiciar un verdadero encuentro con la realidad misma.
En un mundo saturado de imágenes y estímulos visuales, ¿cómo encuentras tu voz única y auténtica como artista?
Trato encontrar mi lugar en el mundo sin preocuparme por la unicidad, ya que la singularidad es inherente a cada existencia humana. En cambio, me enfoco en el proceso existencial que me ayuda a ser mi misma, un camino hacia la autenticidad personal. Al estar presente en el mundo y en relación con los demás, esta condición me permite descubrir continuamente una voz auténtica que nace y renace en un proceso constante de transformación.
Tu arte se nutre de múltiples influencias culturales. ¿Cómo han impactado tus raíces húngaras y tu vida en Cuba en tu obra?
Para poder entender y descubrir continuamente en profundidad mis propias raíces, ha sido fundamental conocer otras culturas. La diversidad, en todos sus aspectos, actúa como un espejo que revela algo nuevo y auténtico sobre mí. ¿Cuándo sentí el dolor y el sufrimiento por alguien que era importante en mi vida y he entendido su gran valor? Cuando estaba lejos o ya no estaba. A lo largo de mi vida en diferentes países, la verdadera influencia no proviene de las diferencias, sino de la dimensión que nos une como seres humanos. La diversidad cultural es un tesoro para quien busca un camino hacia la humanización. Los retos y desafíos abren la
mente, los ojos, los brazos y el corazón, permitiendo que emerja lo mejor de mí. Mi experiencia en Cuba me ha brindado la oportunidad de darme cuenta de que cada día puedo elegir vivir plenamente o dejarme llevar por la inercia. (Crear vínculo)
¿Qué te inspira a la hora de crear y en el proceso creativo desde la concepción hasta la realización?
La vida es un camino que se desarrolla paso a paso en el presente, donde siempre existe la posibilidad de avanzar creando algo nuevo o de repetir lo que ya hemos hecho. La primera inspiración nace de este deseo de explorar senderos nuevos y desconocidos, donde no sé qué hacer ni cómo hacerlo. Este fuerte anhelo me impulsa a compartir con aquellos que puedan estar interesados; sin embargo, sigue siendo solo un deseo, un sueño o una visión. En esta condición, es fundamental generar un espacio durante el encuentro, donde juntos se crea un espacio vacío, donde cada uno puede ser uno mismo y vaciar completamente sus ideas hasta perderlas. En esta dinámica de reciprocidad, nace en mí el concepto que, a pesar de pertenecer a una temática más amplia y compleja, encuentra ahora su momento para emerger. En mi proceso creativo, el sueño es lo que viene primero, luego la relación y, finalmente, el concepto que toma forma. Una sensación que en este momento comienza a moverse, como si fuera una presencia, solo que debe atravesar el tiempo y el espacio para poder transformarse en la forma última a través de la realización.
¿Cuáles han sido los mayores retos que has enfrentado en tu carrera artística y cómo los has superado? ¿Qué logros te han dejado más satisfacción?
Existen desafíos a diferentes niveles. Lo más grande que he vivido fue cuando tomé conciencia de que el camino del artista es un camino hacia la libertad de si misma. Un desafío que creo que nunca se supera del todo y que perdurará mientras haya vida, pero que es fundamental para alcanzar cierta libertad interior. Para mí, la libertad interior y el autoconocimiento son la puerta de entrada a una creatividad que sorprende incluso al propio artista. Los pasos más significativos que he dado en mi carrera artística han sido siempre hacia algo que al principio no me sentía capaz de realizar. La libertad interior me permite creer en lo que aún no logro ver, pero eso no significa que no exista. Pasé 16 años trabajando en un centro internacional en Italia como escultora, un camino que nunca hubiera imaginado seguir. Sin embargo, cuando todo parecía perfecto, sentía que algo faltaba; había llegado a un punto en el que el contexto dejaba un vacío persistente dentro de mí. Decidí dejarlo todo y comenzar de nuevo, en busca de una comprensión más profunda sobre lo que realmente quería hacer. Así que llegué a Cuba, con una hoja en blanco y un gran deseo. Uno de los éxitos que más
satisfacción me ha dado últimamente fue el proyecto DAB, “Dentro y a través de la Belleza”. Este proyecto es una síntesis de mi carrera artística y me transforma en el presente, abriendo continuamente nuevos desafíos.
Siendo profesora, ¿qué es lo más gratificante de enseñar a otros sobre la belleza y el arte? ¿Qué impacto esperas tener en tus estudiantes y en la comunidad artística de Cuba?
Nunca he pensado que tenía algo que enseñar, ni que me convertiría en docente. Las circunstancias me sorprendieron y me llevaron por este camino. He tratado de acoger, aceptar y entender, y estos pasos me han permitido realizar el sueño que llevaba dentro. Así nació el espacio del diplomado, que es una continua sorpresa incluso para mí. Durante las clases trato de no olvidar que mi función no es llenar, sino sacar. A esta comprensión me ha llevado la propia palabra educar, cuya etimología proviene del latín y tiene dos componentes: e-, ‘fuera’ o ‘de’, y -ducere, ‘conducir’, ‘guiar’. Educar significa sacar a la luz la singularidad de la persona. Esto es muy laborioso, porque si quieres extraer la singularidad de las personas no puedes tratar a todos de la misma manera, aunque esto no significa ser preferencial, todo lo contrario. Cuando ofrezco algo, debería dar la posibilidad de que quien está frente a mí pueda emerger en su singularidad, que es irrepetible. Cuando no se logra enamorarse de la propia singularidad, el síntoma que aparece es la infelicidad. A menudo, la infelicidad surge del hecho de que las personas no han tenido la oportunidad de ser ellas mismas. Por lo tanto, todo lo que ocurre durante la educación debería servir para poder vivir mejor; si no, no tiene sentido. Cuando la mente y el corazón se encuentran, se genera una realidad que tiene la fuerza de transformar. Esa es la belleza y, como consecuencia, da calidad a la vida. El arte actúa como un espejo que refleja nuestra esencia. La única expectativa que tengo está dirigida hacia mí misma: educar de esta manera para hacer emerger lo único y lo inédito que está frente a mí. Este enfoque, sin condiciones, favorece la reciprocidad, y la reciprocidad, a su vez, crea comunidad. El impacto, evidentemente, siempre es una sorpresa para todos.
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente y qué visiones o aspiraciones tienes para el futuro tanto en tu carrera artística como en tu labor educativa?
Llegué a Cuba con un gran sueño y descubrí que su realización es posible cuando se tiene la convicción necesaria para crear las condiciones que permiten perseverar. Sin perseverancia, es imposible dar pasos concretos hacia la
realización de un sueño y, al mismo tiempo, encontrar la capacidad de leer nuestra vida en relación con la de los demás. En este momento, siento la importancia de que la experiencia vivida en Cuba encuentre su lugar dentro de la dimensión de la fraternidad universal, en la realidad que nos une como seres humanos. Por eso, quisiera llevar este proyecto a otros lugares y países para crear puentes. Estoy trabajando para que la exposición realizada en Cuba en 2024 pueda ser vista en diferentes ciudades de Europa, haciendo de estos puentes una realidad tangible.
¿Qué es lo que nunca dejará de hacer en su carrera?
Ser un punto de mediación entre los contrastes y dejarme envolver por la Belleza.
Por Geam Carlo Rosillo- Cuba