Algunas consideraciones sobre el legado espiritual (pastoral misionero…) del Papa Francisco, desde la experiencia de los pueblos indígena y a la luz de la tradición eclesial latinoamericana.
Artículo escrito por Roberto Tomichá Carupá, Misionólogo – Bolivia

- Sujetos socio-eclesiales y teológicos “auténticos interlocutores”
El Papa Francisco es hijo del Concilio Vaticano II, cuya recepción creativa se realizó en América Latina y el Caribe en la II Conferencia General de obispos reunida en Medellín (agosto – septiembre, 1968). Unos meses antes, sin embargo, se había realizado en Melgar, Colombia (20 – 27 abril 1968) el II Encuentro de Misiones organizado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), donde se comienza a escrutar las “semillas del Verbo” latentes en la pluralidad de “lenguajes, costumbres, instituciones, valores y aspiraciones” de todos los pueblos, reunidos bajo “la presencia activa del Señor y de su Espíritu Santo” (Doc. Mel. n 3, 10, 27; cfr LG 17;AG 9, 11 y 15; Doc Med. VI. Past. Pop, 5). En términos de la época, se pasaba de una pastoral indigenista, foránea, a una pastoral indígena, efectuada por los mismos originarios, quienes comienzan a ser reconocidos como verdaderos sujetos eclesiales y teológicos.
En un contexto sociopolítico de pobreza, persecuciones, dictaduras e injusticias, la Iglesia reconocía ya entonces estar “excesivamente cargada con el peso de la herencia sociocultural de occidente, tanto en la expresión de sus dogmas, como en su disciplina e instituciones” y con “esquemas mentales y filosofías del mundo greco-latino” (Doc. Mel 4; cf 3, 10, 62). Por tanto, la pastoral misionera debía estar situada, ser concreta, integradora y relacional; dar protagonismo al laicado – no sólo indígena – en todos los ámbitos eclesiales. Se requería dar un salto cualitativo, institucional y teológico.
En fidelidad a esta tradición, Francisco en su visita a Puerto Maldonado en la Amazonía peruana (19.01.2018), 50 años después de Melgar, invitaba a todos al “reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias”, para ser realmente sujetos y “auténticos interlocutores” en los actuales procesos de transformaciones a nivel planetarios.

- Pueblos que cuidan la Casa Común: “fuente de alimento y altar del compartir humano”
Francisco asumió los saberes populares, culturales y religiosos del pueblo latinoamericano con su fuerte carga simbólica. Este bagaje espiritual, muy bien articulada por eminentes teólogos, le permitirá reconocer después la milenaria sabiduría de los pueblos indígenas. En su visita a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México (15.02.2016) afirma como ellos siguen siendo “muchas veces, de modo sistemático y estructural (…)incomprendidos y excluidos de la sociedad”, pues sus valores, culturas y tradiciones siguen siendo considerados “inferiores”, y también despojados de sus tierras por quienes viven “mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado”. Esta discriminación, también presente en la misma Iglesia, requiere de actitudes, estilos, organizaciones y teologías nuevas.
En tal sentido una de las grandes enseñanzas indígenas para la vida de toda la humanidad es el cuidado de la madre Tierra – Territorio. Dice Francisco: “En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como “fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano” (Aparecida, 472).” Es uno de los primeros mensajes sobre la relación directa e interdependiente entre la Casa Común y los pueblos originarios, ausente en la encíclica Laudato sí”.
En todo caso, en medio de “una sola y compleja crisis socio – ambiental” (LS 139), el Papa Francisco exhorta a todos a aprender de aquellas profundas sabidurías y raíces vitales que los pueblos indígenas han guardado como norma de vida y cosmoexperiencia espiritual, expresadas en el respeto por la “hermana nuestra madre tierra” (LS 1).
- En medio de contextos coloniales extractivistas: “escuchen a los ancianos, a los abuelos”
La citada Conferencia de Medellín insistió en superar los necolonialismos externos e internos, con una propuesta de Iglesia autocrítica, profética y liberadora, al servicio de los pobres y excluidos. Se requería unidad para “liberarse” de todo colonialismo sociopolítico, cultural, económico, e incluso religioso, y así promover “una vida que sana y eleva la dignidad de la persona humana” (DM I. Justicia 13;5; II. Paz, 8:10).
Años después, la IV Conferencia de obispos reunida en Aparecida (mayo, 2007) señalaba en su documento conclusivo: “permanece aún en los imaginarios colectivos una mentalidad colonial con respecto a los pueblos originarios y afroamericanos” (DA 96 cuarta redacción). El mismo Francisco en la “Exhortación Querida Amazonía (2020) expresa: “Los intereses colonizadores que expandieron y expanden – legal e ilegalmente- la extracción de madera y la minería, y que han ido expulsando y acorralando a los pueblos indígenas, ribereños y afrodescendientes, provocan un clamor que grita al cielo” (QA 9). Esta mentalidad neocolonial, neoextractivista y patriarcal, que aniquila la vida, incluida la gran pobre, la madre tierra, “no se detiene, sino que en muchos lugares se transforma, se disfraza y se disimula” (QA 16).
Ante esta situación, urge “descolonizar las mentes, el conocimiento, recuperar la memoria histórica, fortalecer espacios y relaciones interculturales” (DA 96).
Esto supone otras mentalidades más incluyentes, otras relaciones y actitudes, otras formas de vida más respetuosa con la Casa Común, otras espiritualidades que rescatan los saberes ancestrales y contemporáneos, otras epistemologías, también teológicas, más plurales y acordes a la forma de vida sencilla e itinerante de Jesús de Nazareth y de las sabias y sabios indígenas. Por eso Francisco siempre insistía en escuchar a las abuelas y abuelos como portadores de sabiduría: “es importante “dejar que los ancianos hagan largas narraciones” y que los jóvenes se detengan a beber de esa fuente (QA 34).
- Mística ancestral: “de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, gratuidad, admiración sagrada”
Este largo proceso de armonía y cuidado interrelación e intergeneracional comienza por casa, con la participación de todos los miembros de la Iglesia, en pos de superar clericalismo enraizados y variedad de abusos. Una Iglesia sinodal misionera está “llamada a desaprender, aprender y reaprender” (Doc. Final Sínodo 2019, n. 81), es decir,a la autocrítica o conversión permanente para renovar sus actitudes cotidianas y volver a sus auténticas raíces evangélicas vividas en el cristianismo primitivo.
En este camino Francisco en Puerto Maldonado reconoce a los indígenas como “reserva” cultural y biodiversa para toda la humanidad y más tarde valora la “mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística e gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida” (QA 73).
Se trata de una mística cotidiana que, en medio de las grandes dificultades y luchas por la supervivencia, se vive y expresa como “feliz sobriedad” (QA 71) porque, al fin y al cabo, hay un Misterio último, un Gran Espíritu siempre Viviente o, como expresan los pueblos mayas, hay un “Corazón del cielo y Corazón de la tierra” que nos sostiene. Con razón el Papa Francisco insistía en aprender a vivir según los saberes ancestrales de aquello pueblos, como los indígenas, que durante milenios han sido “felices con poco”, no tanto por carencia, sino porque reconocieron “los pequeños dones de Dios”en el cuidado de los ecosistemas como fuente materna y generosa de vida; de modo que todo ello “debe ser valorado y recogido en la evangelización”(QA 71).
Roberto Tomichá Carupá, Misionólogo – Bolivia