Compartir, puente entre culturas (Bolivia)

Soy Mariní, brasileña, estoy en el focolar de Bolivia. El año pasado participé en un Congreso Misionero Nacional en Ururu, ciudad que está a mil metros de altura. En el congreso estuvieron representantes de muchos departamentos de Bolivia. Me impactó la diversidad.

En este encuentro, de una manera muy particular, tuve la posibilidad de conocer a Fidencia, dirigente de una comunidad originaria. Noté que no estaba bien, la vi muy roja. Me acerqué y me ofrecí a acompañarla al médico (en el lugar teníamos este servicio). Aceptó y me pidió que entrara a la consulta médica con ella, lo hice.

En otro momento conversaba con jóvenes de Chiquitanía, de la selva. Dentro de otras cosas les compartí que, como Movimiento, hacemos encuentros para niños y adultos y que teníamos especial interés de conocer otros lugares. Luego de esto Fidencia se me acercó y me preguntó si podíamos ir a su comunidad. Intercambiamos nuestros números de teléfono y nos despedimos. Seguimos en contacto y establecimos una fecha para el encuentro: mayo 2025.

Ella habló con el párroco del lugar y luego también yo lo hice. Nos sugirió desarrollar dos temas: las parábolas y las semillas del Reino. Los temas los preparamos como comunidad del Focolar.

Nos ponemos en camino

Llegó la fecha, sabíamos que en el lugar hacía mucho frío y que íbamos sólo para amar. La experiencia inició con el viaje. Vivir lo que diariamente viven las personas que habitan en estas comunidades: horas de espera de un transporte, los mismos que no llegan y hay que hacer un trecho de camino a pie, con todo lo que esto implica (clima, carga, etc). Hasta que finalmente llegamos. Fidencia nos recibió con mucha alegría.

Estando allí, en Quillacas, lugar que nos convocó, supimos que este encuentro se hace desde hace ya varios años. Cada año en una comunidad diferente. Es un encuentro de Comunidades Eclesiales de Base del área rural de la Diócesis de Oruro Bolivia, al que participan comunidades de origen aymara y quechua, dos culturas grandes del país.

El encuentro lo iniciamos con la misa y allí nos presentaron. Notamos que la mayoría de los participantes eran personas mayores y no entendían bien el español. Durante el programa un señor nos pidió permiso para hacer un resumen en aymara y quechua del tema que habíamos desarrollado y nos dimos cuenta de que las personas lo entendieron mejor.

Inmersión en la cultura

Era parte importante del programa un momento de agradecimiento a Dios, en el cerro. Ese día salimos a las 4:30 a.m. porque la ofrenda tenía que hacerse durante el sol naciente. Subimos en ayunas, el frío era intenso. Una ora de caminata. Desde lo alto se contemplaba un paisaje hermoso. En el lugar estaban dos sacerdotes que ofrecían el sacramento de la reconciliación y después, con ramas secas, se hizo una fogata como símbolo de un recomenzar, de un quemar los pecados. Se bendijo el fuego.

Cada comunidad hacía su ofrenda para agradecer a Dios por la cosecha de quinua que habían tenido. Después de esto, allí, hicimos nuestro segundo tema. Muy apropiado para la ocasión porque hablaba de las semillas que caían en buena tierra. Parecía que lo veía en el camino que habíamos hecho. Se concluyó con una oración y después regresamos al lugar del encuentro.

Ese mismo día por la tarde las comunidades hicieron fiesta. Presentaron sus bailes, sus costumbres. A las 4 Inició la fiesta hasta las 7 de la noche. Todos bailaron, también nosotras.

Para las personas del lugar fue importante nuestra permanencia y participación en todos los momentos del encuentro. El compartir todo con ellos, también sus comidas y hasta el desfile de clausura que se hizo en la plaza, como acostumbran a hacer en estos encuentros. En el mismo se baila por las calles del pueblo. El sacerdote y el dirigente de la comunidad llevaban collares con la cabeza de un cordero recién sacrificado y verduras (zanahorias, papas, cebollas, frutos de la tierra).Todos caminamos a manera de procesión, pero bailando. Luego de esto, el desayuno. Y no solo, también nos dieron comida para el viaje.

El sacerdote nos agradeció por todo y nos invitó para el próximo año. Conocimos a muchas personas. Nos dimos cuenta de que a estas comunidades se entra a través de los dirigentes, cuya figura es fundamental en estos pueblos, de lo contrario, no es fácil.

Resonancias de esta experiencia

Para mí es una experiencia nueva, que me da mucha esperanza. En el focolar y como Movimiento queremos conocer estas culturas indígenas, ya que aquí en Bolivia hay muchas comunidades indígenas, pero no es fácil.Hasta el momento había conocido personas, pero no comunidades y Jesús nos vino al encuentro. Permitió que conociera a esta persona que ahora nos abre las puertas para entrar en estas comunidades así, poco a poco, con amor, delicadeza, para compartir la vida del Evangelio y conocernos recíprocamente.

“Fue una experiencia de fraternidad; muchas veces como bolivianos establecidos en el área urbana o ciudades grandes no tenemos contactos con estos hermanos más que los circunstanciales, y en estos 20 años hemos vivido una polaridad de culturas influenciadas por el sistema de gobierno; por lo que para mí fue una experiencia muy valiosa, ya que de alguna manera me dio la oportunidad de reencontrarme con mis raíces, presentes en ambas culturas. Una vez más pude constatar cuán diferente resultan las relaciones cuando nos reconocemos hijos de un mismo Padre. Con esta mirada se derrumban prejuicios, límites y todo lo que humanamente puede distanciarnos.

¡Qué bello es descubrir que en todas las culturas están las semillas del Verbo, está viva la sabia de la cual nos nutrimos y que nos ayuda a admirar la grandeza de Dios en todas las almas, muchas veces forjadas en el duro trabajo del campo, por las condiciones de vida! Y, sin embargo, nada opaca la luz de sus saberes y costumbres ancestrales (Lidia)

“Doy gracias a Dios por hacerme parte de esta aventura.Aún gozo cuando pienso en esa comunidad sencilla, acogedora y tan organizada. Su comida. Me resuenan sus canciones, especialmente » la eterna primavera»; admiro su fidelidad a Dios, en fin; ahora entiendo por qué tantos misioneros se enamoran de misionar hasta dar sus vidas (Nancy).

Por Mariní Braz- Bolivia

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