Aprender a gestionar el enojo para construir la paz claves para enojarnos bien

Enojarse es humano. Pero hacerlo de una manera que nos permita mantener nuestros vínculos sanos, preservando a la vez nuestra salud física y mental, es todo un desafío. La periodista, coach y autora del libro: El hábito hace al monje (Urano), Sonia Rico, nos habla del tema.

“El enojo en sí mismo no es el problema, sino cómo lo expresamos y con qué propósito lo hacemos”. Y agrega: “El enojo, cuando lo gestionamos bien, puede ser transformador. Pero manejarlo no es algo que simplemente nos sale. Requiere práctica, autoconocimiento y un compromiso con nosotros mismos”.

También Aristóteles reflexionó sobre el tema y de él conservamos la frase: “«Cualquiera puede enojarse, eso es algo muy sencillo. Pero enojarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo».

Rico sostiene que cuando Aristóteles habla de “enojarse con la persona adecuada”, nos lleva a pensar cuántas veces proyectamos nuestro enojo en quien está más cerca, quizás por la confianza que le tenemos, aunque no sea la persona que realmente nos ha herido. Y que cuando asegura “en el grado exacto”, nos recuerda que este sentimiento “necesita medida” (debemos evitar desbordarnos o quedarnos cortos), y que la frase “en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto” es clave. Porque no se trata de desahogarse por desahogarse, sino de usar el enojo como una herramienta para construir (y no para destruir).

El enojo, cuando lo gestionamos bien, puede ser transformador

El enojo es una emoción. Y es la reacción que muchas veces surge de sentimientos más profundos como la ira, el dolor, la frustración o la tristeza. En ocasiones, es un cúmulo de cosas no dichas, de límites que hemos permitido que otros crucen o de necesidades no cubiertas que encuentran su forma de salir a través de un grito, un portazo o una discusión. Por eso es tan importante aprender a mirar más allá, para descubrir qué nos está queriendo decir realmente ese enojo, cuál es el mensaje implícito que lleva.

“Debemos saber que el enojo tiene una función vital: nos protege y nos define. Nos ayuda a identificar qué cambios tenemos que hacer, a alejarnos de lo que nos hace daño y a construir una vida más alineada con quienes somos y con lo que valoramos”, destaca Rico.

Y subraya: “Sin el enojo, probablemente nos quedaríamos siempre atrapados en un mismo lugar, tolerando situaciones que no nos hacen bien”.

En la misma línea, la doctora Laura Maffei, endocrinóloga, especialista en estrés, comenta que esta emoción no es solo una reacción de mal humor, sino la forma en que nuestro cuerpo y mente nos indican que «estamos al límite». 

En el cuerpo podemos sentir un nudo en el estómago, los puños cerrados, la mandíbula apretada o el corazón latiendo más rápido. Es como si todo nuestro ser se preparara para una acción inmediata: “Esto tiene sentido porque el enojo es una invitación a actuar, a reflexionar, a conocernos mejor y a sanar”, detalla Rico. Y nos invita a preguntarnos: “¿Qué hay debajo de este enojo? ¿Es tristeza por algo que no salió como esperaba? ¿Es frustración por sentirme impotente? ¿Qué necesito cambiar? ¿Con quién me estoy enfadando, conmigo o con el otro? ¿Qué mensaje me está dando esta emoción?”.

Tal vez debamos empezar a tomar conciencia de que sentir enojo no significa que vamos a perder el control o dañar a otros, sino que —bien gestionado— tiene que ver con poder reconocer que algo no está bien y decidir qué hacer con ello: “La verdadera paz no se encuentra evitando el conflicto, sino enfrentándolo con amor y respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás». 

«Cuando escuchamos nuestras emociones y las atendemos, no estamos siendo egoístas, estamos cuidándonos. Y desde ese lugar de cuidado podemos vivir relaciones y situaciones más auténticas, donde no necesitamos reprimirnos para encajar”.

Tipos de enojo

«Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestra capacidad de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta radica nuestro crecimiento y nuestra felicidad», dice una frase de Viktor E. Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, fundador de la logoterapia y autor del libro El hombre en busca del sentido.

Frente a cualquier situación que nos despierte enojo, tenemos la posibilidad de elegir cómo vamos a darle curso a eso que nos pasa: “Hay un enojo que podríamos llamar ‘malo’ que es aquel que nos estanca, nos controla, es impulsivo (y muchas veces destructivo), se expresa a través de gritos, insultos o actitudes hirientes».

En cambio, hay otro enojo sano, que nos invita a detenernos y observar qué estamos sintiendo realmente y qué necesitamos hacer al respecto. Este último se expresa con asertividad, buscando resolver el problema en lugar de alimentarlo —observa Rico. Es muy diferente decir ‘me siento herido porque esto me afecta de tal manera’, que atacar con un ‘siempre haces lo mismo’. Cuando hablamos desde el ‘yo’ y no desde el ‘tú’, dejamos de culpar a la otra persona y abrimos la posibilidad de un diálogo más honesto y respetuoso”.

Aprender a escuchar a escucharnos nos ayuda a cuidarnos

Para las especialistas, la clave está en empezar a escucharnos cada día un poco más. “Hacer una pausa antes de responder nos puede ayudar a calmar el cuerpo y a conectar con lo que realmente estamos sintiendo. Decir ‘ahora no puedo hablar, necesito unos minutos’ no es reprimir el enojo, es darte el tiempo para procesarlo de forma más clara y respetuosa”, revela Rico. Y suma: “El enojo genera mucha energía física. Por eso salir a caminar, correr, hacer deporte o incluso golpear una almohada, son maneras efectivas de liberar esa carga sin hacer daño a los demás ni a nosotros mismos”.

«Es importante señalar que para Séneca y los estoicos, una emoción negativa extrema no puede originarse sin que la mente dé primero su consentimiento a una impresión y luego acepte un juicio mental falso. Al hacer una pausa, resulta posible cuestionar las impresiones. También cabe desafiar un juicio mental o una creencia antes de aceptarlos», describe.

Otro punto fundamental es cuidarnos. Porque muchas veces el enojo aparece porque estamos agotados, porque no nos hemos dado el tiempo ni el espacio para atender nuestras propias necesidades. Entonces, descansar o hacer algo que nos guste es una forma de prevenir que esa acumulación emocional nos sobrepase. Pero, además, es entender que no todas las batallas merecen nuestra energía. Aprender a elegir cuándo actuar y cuándo dejar ir es un acto de autocuidado que nos libera: “Preguntarnos ‘¿esto realmente importa?’ puede ayudarnos a soltar lo que no vale la pena. Y eso no significa evitar el enojo, sino elegir sabiamente cómo y dónde usar esa energía”, comenta Rico.

Por la redacción

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *