Ancianos: testigos del amor

Por Ezio Aceti

Hoy en día, la gente tiene miedo de pronunciar la palabra anciano, o viejo, porque corre el riesgo de ser marginada. Pero qué hermoso es ser viejo, y poder decir que la vida, a pesar de las dificultades, de las adversidades, es hermosa, sí hermosa. Porque, aunque el cuerpo envejezca y manifieste sus arrugas y sus pequeñas enfermedades, con nuestras mentes y pensamientos podemos testimoniar a todos que el amor nunca termina. 

El amor es la principal característica de cada uno de nosotros, y cuanto más nos consumimos por los demás, más aumenta el amor. Eso es lo que debería ser la vejez: la entrega definitiva del amor. 

Nuestro cuerpo, que poco a poco está llegando a su fin, deja tras de sí el aroma del amor. Y, si por casualidad hemos fallado en muchas ocasiones, esto no impide que pidamos perdón y empecemos a amar de nuevo. Y para aquellos que tienen que asistir a los ancianos a causa de sus enfermedades, es bueno recordar que cada cuerpo es sagrado, porque contiene la vida que cada uno ha recibido como don. 

Así que ser viejo, más que una derrota o una resignación, puede convertirse en un círculo de amor. El amor de los ancianos hacia el pueblo a través de la acción de gracias y la sonrisa que aún logra dar. 

El amor de las personas que cuidan de sus enfermedades, a través de todos los cuidados y cuidados posibles. En este círculo de amor, uno puede realmente dar testimonio a sus nietos, a sus hijos, de que la vida vale la pena vivirla para los demás y para el bien. 

Y, si pudiéramos escribir lo más preciado que una persona mayor puede dejar a sus nietos e hijos, tal vez podríamos citar cinco verdades que esperamos, puedan transmitirse a todos: 

1) Somos criaturas hechas para la relación y solo podemos vivir en comunión con los demás. 

2) Somos personas hechas para amar, porque amar es el sentido de la vida y la fuente del bien. 

3) Cada vez que somos verdaderos y auténticos, la alegría y la felicidad brotan dentro de nosotros. 

4) Siempre podemos volver a levantarnos. No tenemos miedo a caernos o perder, porque siempre podemos volver a la carretera con más impulso 

5) Estamos hechos para lo infinito y lo eterno. 

Este es el testamento humano y espiritual que todo anciano debe dejar. 

Por Ezio Aceti

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