Cuatro jóvenes valientes han decidido dejar atrás su zona de confort para sumergirse en nuevas vivencias junto a los Focolarinos de Quito.
Es siempre impresionante buscar la respuesta a algunas de las preguntas que Jesús hace en los Evangelios y que nos interpelan: «¿Por qué tienen miedo?», «¿Por qué me llamas bueno?», «¿Crees que yo puedo hacer esto por ti?», «¿Por qué miras la paja en el ojo ajeno y no miras la viga que hay en el tuyo?» » ¿Me amas más que estos?» Y «¿Dónde están los otros nueve?». Nos ponen en la presencia de Jesús. Una dinámica que llena de alegría y temor.
Sin embargo, la experiencia realizada nos invitó a reflexionar profundamente sobre nuestras actitudes, miedos y decisiones. «VENGAN Y VEAN»…, en la cotidianidad del Focolar que implica preparar juntos las comidas, compartir momentos de relax y de reflexiones y, descubrir que son estos los ladrillos que construyen ese “lugar” anhelado.

Les compartimos un poco de lo vivido. Iniciamos con el desayuno: un buen café caliente acompañado de huevitos, queso, pan y, por supuesto, la famosa tortilla de verde. Para alegrar este magnífico día, no podía faltar un toque internacional, la feijoada, comida típica brasileña con variedad de carnes, frijoles, arroz y la singular caipirinha. ¡Wow, qué gusto! Todo estuvo muy rico.
Para concluir el primer día, tuvimos un conversatorio titulado «¿Qué ha hecho Dios en nuestras vidas?», con los focolarinos casados (nota característica de los focolares que conjuga en una única comunidad la realidad de célibes y casados, a modo de la casita de Nazaret, donde Jesús creció en una familia). En este clima de apertura y diálogo pudimos reconocer los milagros que Dios ha hecho en nuestras vidas, la tesela
Cuatro jóvenes valientes han decidido dejar atrás su zona de confort para sumergirse en nuevas vivencias junto a los Focolarinos de Quito. del mosaico que cada uno de nosotros es, en el proyecto de Dios. Juntos fuimos descubriendo la luz que ilumina nuestras vidas. Somos el milagro más grande del mundo, como cada ser que nos rodea.
Con esta realidad en el alma, fue consecuente salir a dar de comer a personas en necesidad, reconociendo a Jesús en ellos y siguiendo las Obras de Misericordia: «Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento». Para nuestra sorpresa regresamos mucho más entusiasmados, experimentamos haber recibido más amor del que habíamos donado.
Es característico en el focolar recibir grupos de la comunidad que llegan para sus respectivas formaciones a la Espiritualidad de la Unidad (familias, jóvenes, visitas varias). Era el tercer domingo y, por lo general, en esa fecha las familias llegan para su cita en el focolar. Vienen con sus hijos por lo que se acostumbra a preparar un programa alternativo para ellos. Con algunos decidimos prepararnos para acoger esta realidad. Hicimos un programa que incluyera canciones, temas de reflexión tanto para los adultos como para los chicos. Descubrimos que, a través de una canción también se puede transmitir un mensaje de amor, servicio y paz a los adolescentes ya que ellos siempre buscan valores sencillos y profundos que los ayuden a ser personas de bien.
¡Y llegó el domingo! Todos estuvimos involucrados. Preparamos el desayuno con un rico omelette, café, pan caliente, que nos congregó en la mesa y que disfrutamos con mucha alegría de compartir juntos. Luego preparamos las carpas, ordenamos la casa y también una mesa acogedora con café caliente y otros alimentos para quienes llegarían de manera que sintieran nuestro amor.
Fue un encuentro maravilloso. También pudimos compartir y transmitir a las familias, niños y adolescentes nuestro entusiasmo de lo vivido en el focolar. Quisimos plantar en ellos las semillas de nuestro lema y propósito: «Vengan y vean».
Por supuesto, ¡no podía faltar un almuerzo compartido! Esta vez con deliciosos choripanes, acompañados de lechuga y tomate, preparados con amor por un focolarino, que cada vez nos hace descubrir que esta es una de sus especialidades.

Y no podía faltar el toque de distracción y distensión, jugando un poco de fútbol en el parque aledaño al focolar y un rato de descanso, que se completaba con la película que uno de nosotros propuso, saboreando el canguil (crispetas, pochoclo, palomitas de maíz, poporopo) como en las mejores salas de cine.
Sellamos la jornada con la Eucaristía. A la que asistimos felices, sintiéndonos todos protagonistas de este momento sublime que nos hace uno.
Llegó el lunes con sus ritmos de vida cotidiana, de trabajo, estudio y quehaceres personales. Con algunos compartimos el almuerzo, intercambiando las particularidades vividas durante la mañana. Con otros, esperamos la tardecita para unirnos en la Eucaristía.
Al regreso, preparamos un menú novedoso en el focolar y muy entusiasmante: «Salchipapas» que disfrutamos ávidamente, creando un espacio para hacer florecer la comunión.
Como un diamante de siete facetas, presentamos los aspectos que hacen brillar nuestra vida, y fuimos comprendiendo juntos que el Amor es una Luz que armoniza nuestra vida haciéndola resplandeciente, porque cuando el Sol brilla dentro, todo se ilumina afuera, y las cosas encuentran su lugar. El tiempo pasó sin darnos cuenta. Así con las oraciones de la noche concluimos juntos otra jornada expresando nuestra gratitud a Dios por lo vivido.
Y llegamos a la conclusión. He aquí lo que tenemos en el alma:
Al final de esta maravillosa experiencia: “Vengan y vean”. Días de alegría y reflexión, días de amor por Jesús y días de amor por los demás. “Fue una experiencia transformadora, vivimos estos días con alegría, en oración, en servicio mutuo, todo en un diálogo muy sincero”. Esa fue una de sus características.
Hoy dejamos el focolar con la certeza que lo encontramos en nosotros mismos. “Siento que todo esto es una locura”. “Fue sentir que tenía que redireccionar mi vida”. Eran tiempos de destrucción y construcción. “Dios está destruyendo mi caparazón”, todo ha sido un ir y venir con lo que vivimos cada día, y cada uno lo lleva dentro. “Fue una experiencia muy chévere, me la pasé muy bien cuando nos reuníamos a cocinar, a comer juntos, incluso en los momentos de encuentro para intercambiar ideas y experiencias, risas y anécdotas. Una experiencia nueva y sería bueno repetirla”. Nos conocimos más, sabemos que Dios es quien va construyendo nuestra vida, buscamos, descubrimos y sentimos que la vida no tiene prisa, amamos y fuimos amados. “Fue una convivencia donde descubrí el valor de la fraternidad verdadera y la presencia de Dios en lo cotidiano”. Que diferente que es la vida en un focolar, todo tan sencillo y tan sublime al mismo tiempo, a veces bastaba una mirada y una simple sonrisa para decirnos todo, ese Todo que estamos viviendo, que es infinito y a veces no se puede decir. Esta presencia de Dios en el focolar nos estimulaba a amar al prójimo en lo concreto, compartiendo tareas, reflexiones y momentos de silencio interior”.
Novedoso para cada uno de nosotros compartir un rato de focolar con todos los focolarinos en su rutinario encuentro los martes, donde nos hicieron descubrir “la llamada de Chiara”. Un Sí que generó una vida nueva en todos nosotros, un Sí que renovó el mundo y ahora renueva el nuestro.
“Realmente aprendí muchas cosas nuevas y me hizo revivir la experiencia de casita gen que viví en la Mariápolis Lía. Aquí se vive la fraternidad” “fue chévere ser independiente por así decirlo desde el primer momento”.
Así cerramos esta primera experiencia de “Vengan y vean” con cuatro jóvenes donde Jesús les decía «vengan y vean” donde vivo yo.
Por Francisco Arismendi, Foc. Quito – Ecuador
