Panamá: Impacto psicosocial de las crisis sociales

El abordaje del impacto psicosocial de problemas o crisis sociales, económicas y políticas en la salud mental, cada vez más presentes en nuestras sociedades, es un tema que ha sido objeto de estudio, pero, en mi opinión, aún no con resultados concretos que generen políticas públicas sostenibles dirigidas a salvaguardar la salud mental de la población.

En el caso de los países de Centroamérica, incluyendo Panamá, hemos vivido y seguimos viviendo situaciones críticas, sobre todo en la última década (entre ellas, la pandemia de COVID-19) que tienen un alto impacto psicosocial en la salud. Y, si a esto sumamos la situación de inseguridad ciudadana; el desempleo, la desigualdad social, la impunidad en casos de corrupción, las situaciones políticas de algunos países con un alto grado de polarización política, la no cobertura educativa de la población y la suspensión de clases por períodos cada vez más largos, y, por último, los flujos migratorios, podemos comprender que hay un desafiante camino por hacer.

La salud mental se puede definir como «un estado de bienestar desde el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad». .Por lo tanto, el impacto psicosocial se podría definir como «el efecto causado por factores ambientales sobre los aspectos sociales y psicológicos del individuo».

Tenemos claro que las situaciones descritas socialmente relevantes afectan directamente la salud mental, es decir, tienen un impacto psicosocial que genera trastornos psicológicos en los individuos, entre los cuales trastornos de ansiedad, trastornos físicos debido al estrés; en niños y adolescentes, trastornos conductuales, por mencionar algunos.

Por otro lado, a nivel de comportamiento social, el impacto psicosocial se manifiesta en el sentido de indefensión social, denominada en psicología como indefensión aprendida (M. Seligman, 1960), que se describe como un estado en el que un individuo o grupo se siente incapaz de cambiar o controlar situaciones negativas o adversas, incluso cuando existen oportunidades para hacerlo.

La importancia de reconocer el impacto psicosocial que originan las crisis sociales en la conducta individual, no se limita solamente a establecer la relación o vinculación de causa y efecto, sino en generar acciones de reducción de ese impacto negativo a nivel individual y colectivo. Y es en este último aspecto, donde se necesita la participación de los estados en la creación de políticas públicas que ayuden a manejar, desde las instituciones respectivas, las secuelas del impacto psicosocial.

Como hemos señalado, los efectos del impacto psicosocial en la salud mental se reflejan en todos los niveles: individual, familiar, laboral, comunitario y, por ende, social; por tal razón, el enfoque de abordaje debe ser diseñado estratégicamente, de acuerdo al grupo o ambiente, pero sin olvidar las diferencias individuales.

Me permito compartir unas ideas generales de estrategias y acciones que pueden tomarse en cuenta:

– Estrategias de comunicación sobre posibles efectos (síntomas) de afectaciones y acciones básicas de afrontamiento. Ejemplo, si las noticias generan mayor ansiedad, tal vez reducir la exposición a estas noticias o asegurarse de que la información provenga de sitios seguros e idóneos, no de sitios o medios que generan «rumores» o interpretaciones particulares o sesgadas que se alejan de la objetividad de la información.

– Programas de apoyo psicosocial, en todos los niveles de prevención (primaria, secundaria y terciaria)

Otro elemento clave es la generación de estudios e investigaciones en nuestros países sobre este tema y de cómo afrontarlo. En nuestro caso panameño, hemos tenido dos hechos: primero, la implosión social por segunda vez en la provincia de Bocas del Toro, límite con Costa Rica, provincia con muchas situaciones sociales que resolver y con un abandono histórico, y por último, una huelga de docentes en contra de la promulgación de una nueva ley, que dejó un bache de más dos meses sin clases, efecto de pérdida de aprendizajes que se suma a los que se dieron por la pandemia, esto último es una situación que genera altos impactos psicosociales negativos en la población, que se evidenciará en un futuro no muy lejano.

Hay mucho que escribir sobre este tema, sin embargo, quizás este aporte pueda generar iniciativas que nos ayuden a sentirnos parte de un tejido social cuyas heridas y vulnerabilidades nos afectan a todos y que sólo juntos podemos buscar respuestas concretas y realizables. Sigamos atentos a observar y ser partícipes, no solo comentar, sino de actuar.

Por Lic. Loyda Arosemena – Panamá