Formarse para transformar la Sociedad
En la Mariápolis El Diamante, México, celebramos una nueva edición de la ya tradicional Escuela de Jóvenes, una propuesta formativa que, año tras año, se consolida como un espacio único de crecimiento y encuentro.

De septiembre 2024 a junio 2025, jóvenes de Alemania, Italia, El Salvador, Cuba, Nicaragua, Estados Unidos y México vivieron algo fuera de lo común en la Escuela de Jóvenes, Mariápolis El Diamante. Una experiencia que les permitió hacer una pausa en sus vidas para descubrirse a sí mismos, conocer nuevas culturas y vivir la fraternidad en el día a día. ¿El resultado? Un viaje interior y exterior que dejó huellas profundas.
Una escuela= experiencia de vida
La propuesta formativa de la Escuela integra todas las dimensiones humanas: lo espiritual, lo psicológico, lo social, lo antropológico y lo teológico. Inspirados por el carisma de la Unidad y un estilo de vida basado en el amor concreto y en la fraternidad universal. Los jóvenes recibieron clases y talleres que los ayudaron a conocerse a sí mismos, a cuestionarse y a tomar decisiones conscientes sobre su vida y su futuro.

La convivencia multicultural fue clave. En cada conversación, cada tarea del hogar compartida, cada actividad comunitaria, los participantes aprendieron a ver la diversidad como una riqueza, construyendo puentes entre sus diferencias.
Experiencias que marcan
Durante estos meses, los jóvenes no solo se formaron en valores: trabajaron, sirvieron y compartieron la vida real.
• En el proyecto «Construyendo», participaron en la construcción de casas para familias necesitadas. No fue solo aprender a usar herramientas: fue descubrir el valor de ayudar con las propias manos.
• En la Jornada de la Paz, a través del arte, la música, la danza y la reflexión, junto a la fundación Living Peace se realizaron actividades que mostraron un mundo más fraterno: mural colectivo, concierto, charlas.
• Los viajes para conocer también la cultura mexicana, no faltaron. Se visitó Atlixco, Puebla, Oaxaca y la Ciudad de México, y se participó en fiestas típicas como las alfombras, el pan de muerto o los cumpleaños de quince años, con los cuales se vivió la cultura mexicana desde dentro.
• La Misión de Semana Santa en la Sierra Negra de Tehuacán fue uno de los momentos más intensos, donde se convivió con comunidades indígenas y se experimentó el valor de la fe compartida.
• Además, se colaboró con las actividades semanales que se realizan en la Mariápolis con niños y adolescentes del barrio, sumando experiencias intergeneracionales y de servicio.
En la cotidianidad también hubo aprendizaje: desde cocinar y limpiar hasta organizar actividades y convivir en comunidad, cada aspecto de la vida en El Diamante formó parte del proceso formativo.
Un viaje interior
A lo largo de estos nueve meses, muchos jóvenes redescubrieron su propósito de vida. Algunos cambiaron de carrera universitaria, otros definieron metas personales que antes no lograban ver con claridad. Para todos, fue un viaje interior: conocerse, reconocer sus límites y capacidades, y descubrir que vivir con un propósito es posible.
Empezar el propio camino
En la Escuela de Jóvenes, cada actividad, cada encuentro, cada experiencia fue una lección de vida.
La diversidad cultural dejó de ser una frontera para convertirse en un puente; las diferencias, en un motivo de encuentro. La espiritualidad, lejos de ser un discurso, se vivió como una búsqueda compartida.

Algunos jóvenes nos cuentan:
Soy Marco, soy de Italia y tengo 19 años. El haber hecho la escuela de jóvenes me ayudó mucho al crecimiento porque me puso fuera de mi zona de confort, pero también una experiencia muy fuerte de conocerme a mí mismo, con mis inseguridades, con todas las dificultades. Me siento otra persona.
Vivir en una casita de jóvenes es complicado. Está complicado porque hay muchas culturas, diferentes tradiciones y cada uno viene de diferentes familias. Entonces ponerse todos de acuerdo no es muy fácil, pero al final es muy lindo y ayuda mucho al crecimiento de cada uno.
Vivir en el Diamante es increíble, porque es una familia enorme y muy acogedora, es un paraíso.
También conocer a todas las personas es increíble, yo creo que este es un lugar donde puedo decir que estimo a cada uno.
Hola, mi nombre es Rubi Alejandra Reyes Gonzá-lez, tengo 21 años y soy de Cuernavaca, México. Realmente buscaba un cambio en mí para poder inspirarme en varias culturas, conocer, aprender a vivir la fraternidad y en unidad con otras personas. Me llevo grandes amistades, grandes personas y me siento muy feliz de haber hecho esta experiencia.
¿Cómo fue la experiencia de vivir con jóvenes de diferentes países y culturas?
Al principio fue muy difícil, pero realmente creo que todas, al final, nos volvimos como hermanas. Más que nada la dificultad fue el idioma, yo realmente no soy buena en los idiomas, pero las chicas hacían el intento de hablar el español para poder relacionarse conmigo y fue lo bonito de esta experiencia.
Realmente no hay palabras para describir la experiencia vivida, creo que tienen que venir para saber lo que se vive aquí.
Mi nombre es Jelka, tengo 19 años y soy de Alemania, conocí la Escuela de jóvenes el Diamante a través de otros jóvenes que hicieron la experiencia. Yo quise venir a la escuela para conocer a otros jóvenes de diferentes culturas y conocerme mejor a mí misma, lo que más me llevo de esta experiencia son las relaciones con las personas y siento que ahora tengo una segunda familia aquí en la Mariápolis.
Por Agustin Steinbach y Leda Borges- México
