Un puente entre Francisco y Robert Prevost

La elección de León XIV permite una extensa posibilidad de comentarios y análisis, que pueden ir desde los rasgos del nuevo Papa, la ausencia en la lista de los papables, la desconexión de los medios frente a la realidad de la Iglesia y la prudente discresión de 133 Cardenales. 

Rixio G. Portillo. Profesor en la Universidad de Monterrey 

Sin embargo, el elemento común que une a los dos Papas del Continente de la Esperanza, en el Jubileo de la Esperanza, es la referencia al puente: condición originaria del carisma petrino, resumida en el vocablo pontífice, es decir, el que hace puente. 

Por eso, propongo un breve comentario para identificar esos elementos de luz que sirven de puente entre Francisco y León XIV. No como calcos de continuidad – el Espíritu Santo no hace fotocopias, ni los cónclaves tampoco -, sino con esa armonía que es posible reconocer en el consenso de una elección rápida, pero meditada. 

La pista interpretativa la ofrece el mismo Francisco con la expresión “continuidad discontinua”, que puede ser clave para comprender tanto la permanencia del saber latinoamericano como la discontinuidad propia de la genuina actuación del Papa Prevost, quien, con su lema, apuesta por la unidad. 

En tres discursos del Papa  León XIV se encuentran esas referencias pontificias – no de corte, sino de puente – con Francisco: el saludo el día de la elección; las palabras a los Cardenales; y la homilía del Domingo del Buen Pastor. 

Con una emoción natural, el recién electo dirigió unas breves palabras desde la Loggia de las Bendiciones. En ellas, ya es posible esbozar esa continuidad: menciona diez veces la palabra “paz”, saludo bíblico del Resucitado; dos veces el “diálogo” como mecanismo para tejer esa paz; y el “encuentro” como escenario para la convivencia. 

La paz en León XIV tiene dos efectos concretos: es una paz desarmada y una paz desarmante. Es decir, sin la prepotencia ni el ego de la superioridad de la fuerza, y con la mansedumbre de la razón que brota de un abordaje humano del conflicto. Todo esto proviene del corazón mismo de la Escritura, de un “Dios que es amor” y que hace a todos los hombres hermanos en la “fraternidad y amistad social”; de un Dios que ama incondicionalmente a todos. 

El segundo momento fue el discurso dirigido a los Cardenales. Aunque la reunión se extendió por tres horas, las ideas introductorias del pontífice ((puente) se dieron a conocer con claridad: continuidad con el Vaticano II, en el cual – como ha dicho el Papa Prevost – “Francisco ha recordado y actualizado magistralmente en la exhortación apostólica Evangeli gaudium”. 

Allí se destacan líneas específicas que sin duda dibujan un plan de gobierno: “el regreso al primado de Cristo en el anuncio (cf.n. 11); la conversión misionera de toda la comunidad cristiana (cf, n. 9); el crecimiento en la colegialidad y en la sinodalidad (cf. 123); la atención al sensus fidei (cf.nn. 119-120), especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular (cf 123); el cuidado amoroso de los débiles y descartados (cf. n. 53); el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades (cf. n. 84, Gaudium et spes, 1 – 2)”, recoge el discurso. 

Esta mención al Vaticano II a través de la Evangelii gaudium no es poca cosa. El Papa León XIV es el primer que no vivió en su adultez el evento conciliar: era solo un niño. Es parte, por tanto, e la generación cosechada en la etapa postconciliar. A diferencia de Bergoglio, quien vivió su seminario y postulantado en la misma época del acontecimiento eclesial; más aún, celebró su primera misa el mismo año en que se estrenaba el Misal Romano con el nuevo rito, en 1969.

Por último, la referencia dialógica presente en los tres discursos mencionados y que se ve de forma especial en una de las primeras homilías espontáneas del Papa Prevost, pronunciada en las grutas vaticanas, a pocos metros de las reliquias del apóstol Pedro y de los restos de sus antecesores. 

Dice el Papa Prevost: “Creo que es importante que todos aprendamos cada vez más a escuchar, a dialogar. En primer lugar, con el Señor: escuchar siempre la Palabra de Dios. Luego también escuchar a los demás: saber tender puentes, saber escuchar  para no juzgar, para no cerrar puertas, pensando que tenemos toda la verdad y que nadie más nos puede decir nada. Es muy importante escuchar la voz del Señor, escucharnos a nosotros mismos en este diálogo y ver hacia dónde nos llama el Señor.”

De tal manera que el hilo conductor que une el puente entre pontífices, de Francisco a Robert, es la vocación dialógica, surgida del Concilio y definida a partir de <pablo VI y su Ecclesiam Suam de 1964. En ambos – Francisco y León XIV – resuena “el diálogo con el mundo en que le toca vivir” ya que “la iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio” (ES 34), para hablar sobre el hombre, para hablar en el hombre sobre la humanidad, en Jesús, modelo por excelencia de humanidad. 

Quizás como anécdota histórica, para cerrar este comentario puente, es que a Francisco de Asís también lo acompañó inseparablemente el hermano León. Por lo tanto, Dios sigue “primerando” a la humanidad entera, con un Francisco y un León.

Rixio G. Portillo

Profesor en la Universidad de Monterrey 

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