Soy Rita Saldeña Curi, vivo en Huaycán, en la perifería de Lima. Tengo 4 hijas. Hace dos años falleció mi esposo. Dios es tan grande y maravilloso que no nos dejó solas y nos ayuda en cada instante de nuestra vida.
Enfrente de mi casa vive una señora, ya anciana, su esposo falleció hace unos años atrás y ella, entonces, vino a vivir a Huaycán con su hijo.
Una de sus hijas le dijo que había encontrado un trabajo “cama adentro”, pero no fue así. Como pasaron muchos días sin que regresara, su mamá estaba muy preocupada y preguntaba por ella, por lo que tuvieron que decirle la verdad: su hija había emigrado a los Estados Unidos. Eso me contó. La anciana se puso muy triste, lloraba mucho, prácticamente sus hijos la abandonaron.
Algunas veces viene a mi casa y conversamos. ¡Me da tanta ternura esa anciana, me da tanto cariño! Cuando me ve me abraza, me llama hija. Siempre me trae su ropa de cama para que se la lave, porque nadie se ocupa de ella.
Hace poco me sorprendió. Me trajo unas medias que ella misma tejió. Fue un regalo maravilloso que recibí, de verdad…, después de tantas veces que le lavé su ropita. Me dio mucha alegría. ¡Inmediatamente me puse las medias, y no se imaginan cuánto abrigan! Medias especiales de lana que ella misma tejió para mí.
Me duele ver que muchas veces ella tenga que ir a almorzar al comedor popular, porque tiene hijos, nietos y nuera. Me duele que la abandonen así. Por eso, cuando estoy en casa, la invito a almorzar conmigo.
Por Rita Saldeña Curi- Perú