En diciembre de 2017 de Venezuela llega a Lima una pareja mixta. En cierto modo soy yo el culpable de que elijan el Perú para emigrar. Mario y Elba los acogen el primer mes. Pero, como propone el Evangelio, podemos hacer nuestra parte. Poco a poco, empezaron a llegar solicitudes de acogida y acompañamiento a otros connacionales y la frase «Denles ustedes de comer» se repetía continuamente. Así empezó esta experiencia con los migrantes que nos sorprende todos los días.
Antes que nada, recurrimos siempre a la oración, pidiendo la intervención de Dios.
Al conocer nuestra iniciativa, la comunidad, amigos, vecinos han comenzado a traernos ropa, alimentos… y en estos 7 años he asistido personalmente al milagro diario del «den y se les dará»: donábamos ropa y entraba ropa!
Con los años se ha formado un equipo que ahora está comprometido en el acompañamiento de los migrantes conformado por una doctora, una psicóloga, un pediatra, un abogado, una asistente social, etc. Somos una docena. Jóvenes y adultos; además, el grupo es ecuménico. La mayoría ha querido retribuir una ayuda recibida donando a la vez su tiempo, su profesión…
Como en el equipo hay algunos venezolanos delicados de salud, nos han llegado también medicinas. ¡Nunca nos han faltado medicinas! Incluso a veces nos llegaban ciertas medicinas muy específicas y nos preguntábamos: «Qué vamos a hacer con esta medicina? ¡Es demasiado específica!». Sin embargo, muchas veces el mismo día o al día siguiente se presentaba una situación que requería justo ese medicamento.
Hace pocas semanas nos llamaron de SJL. Era una encargada de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones). Preguntaba si teníamos algo para Rosa María, una señora venezolana con dos hijos a quien se le había quemado la casita de madera y había perdido todo. La invitamos a venir a nuestra «Boutique» para entregarles ropa, mientras tanto una vecina le había ofrecido un cuarto donde dormir. El mismo día una amiga de la Dra. Coromoto llamó para ofrecerle una cama matrimonial: ¡era para Rosa María!
A los pocos días la misma señora nos llama para ver si teníamos una licuadora: le servía para hacer jugos y venderlos. A Irene, la psicóloga, se le ocurrió escribir en un grupo de Whatsapp del que forma parte y al día siguiente nos llegó una licuadora.
Se ha generado una cadena de reciprocidad con quienes han sido ayudados, así sucedió cuando conocimos a Kenji: un mes antes se había caído de un andamio y seguía aun con el brazo roto. Nos llegó un pequeño monto, unos $ 130 y se lo dimos para la operación. Nuestra sorpresa fue grande cuando, a los pocos meses después, se presentó para dar las gracias y entregarnos $. 13 agregando: «Como ustedes nos han ayudado nosotros…
Hace casi un año una comunidad misionera, que recibe ayuda de Puerto Rico, nos avisó que le había llegado un container de sandalias Croccs y camisetas Polos, todas nuevas, y que querían compartir con nosotros parte de ese envío. ¡Vimos llegar 600 sandalias nuevas Croccs y unas cuantas Polos! Hemos podido compartir una parte con dos comunidades que conocemos en la periferia de Lima: Huaycan y Mi Perú.
El venezolano sufre mucho el frío que hace en Perú. Nos dimos cuenta de que nosotros no contamos con ropa para invierno, por tal razón nos atrevimos a pedírsela a otra comunidad misionera que tiene una casa-refugio para migrantes. Nos respondieron afirmativamente. Y no sólo ellos mismos se ofrecieron a pagar el transporte para hacerlas llegar. Por nuestra parte fue natural donarles zapatos para mujer que teníamos en buen número y otros indumentos.
A inicios del año escolar, una parroquia de la iglesia luterana nos llamó para decirnos que nos enviaban 26 kits de útiles escolares para los niños venezolanos.
Por su parte las familias judías a veces nos traen ropa en buenísimo estado porque saben que las entregamos a las personas que realmente lo necesitan.
Y podría seguir contando…
Por Silvano Roggero- Perú