Tengo un sobrino político que participa en otra iglesia y, desde hacía algún tiempo me atacaba con palabras muy duras, criticaba las prácticas que, como católicos, realizamos.
Alegaba que los católicos no se van a salvar, que son adoradores de ídolos, que están ya condenados y cosas así. Yo me sentía muy irritada y enojada y lo empecé a ignorar, dejé de hablarle; pero no me sentía en paz. Le pedí a Jesús que me ayudara a vivir su Palabra. Durante el mes se nos proponía vivir la frase “Pero un Samaritano que pasaba por ahí sintió compasión”.
Sucedió que este sobrino se enfermó repentinamente de una fuerte gripe. Hice una sopa para mi familia y decidí servírsela primero él. La hice con mucho esmero y le llevé la sopa diciéndole que esperaba que se curara. No me fue fácil decirle esto desde el corazón, hacer el propósito de perdonarlo y amarlo, pues también me propuse no volver a caer en esas provocaciones.
Después de unos días él llegó a mi cocina a sacar la basura, para entregarla a tiempo al señor que pasa a recogerla. Me sorprendió porque él nunca había hecho algo así para conmigo, se lo agradecí. Desde entonces siempre viene a mi cocina a revisar mi depósito de basura. Eso me recuerda que debo cumplir mi propósito de recomenzar siempre con él.
Por Carolina Álvarez- Nicaragua

