República Dominicana: La cotidianidad del Evangelio

Con el Movimiento de los Focolares hicimos una peregrinación al santuario de Alta Gracia, y cuando regresábamos nos detuvimos a comprar algo, ir al baño y aprovechar para estirarnos un poco. Al salir del baño vi a dos personas del grupo que estaban sentadas en una calzadita al lado de la parada y me dijeron: mira ese señor, parece que está mal o tal vez borracho…. Inmediatamente me dirigí hacia esta persona que estaba sentada en el suelo vomitando. Me le acerqué y me dijo que se sentía muy mal. Corrí a comprar una botella de agua y un frasquito de alcohol para atenderle. Con mucha fatiga me contó que andaba solo, casi no podía hablar… Me concentré tanto en ayudarle que me olvidé que yo andaba en REPÚBLICA DOMINICANA La cotidianidad del Evangelio autobús con un grupo de personas. Le dije que llamaría al número de teléfono de ayuda y él accedió.

Luego se me acercó mi comadre y me prestó su teléfono y de esta manera pudimos comunicarnos con una señora que él nos indicó. Los demás del grupo nos esperaban en el autobús, algunos un poco incómodos porque nos estábamos retrasando mucho. Era normal, no sabían lo que pasaba.

Le pedí al vigilante del lugar que por favor estuviera pendiente de este señor hasta que llegara el auxilio, pero él no se interesó. Entonces le ofrecí algo de dinero y así no solo se animó, sino que incluso me buscó una silla para que lo dejara sentado y así lo hicimos.

Al regresar al autobús pedí disculpas y les expliqué a todos la razón de mi demora. Me sorprendí que, sin habérmelo expresamente propuesto, había puesto en práctica la frase del Evangelio que se nos había invitado a vivir este mes, la parábola del buen samaritano.

Después de algunos días quise saber cómo estaba este señor y, ¡no se imaginan todas las bendiciones que esta persona me dio a mí y a mi familia! Me dijo que él era boy scout y trabajaba como voluntario en el cuerpo de bomberos en Bonao.

Por Mayra de Santiago Rodríguez- Rep. Dominicana