“Y el verbo se hizo carne para dialogar con nosotros”. Con esa frase Rixio Portillo, venezolano, investigador y docente de la Universidad de Monterrey (México), condensa la fuerza profética del diálogo, una herencia que dejó Jorge Mario Bergoglio, 267.° sucesor de Pedro y primer pontífice latinoamericano, la cual retrata en su último libro: Diálogo, la vía propuesta por el papa Francisco. Una publicación de la editorial española PPC, producto de su tesis doctoral sobre Cultura de la unidad, en el Instituto Universitario Sophia.
Allí Portillo desarrolla un análisis pormenorizado de esta categoría, que a simple vista pudiera sonar meramente antropológica, pero a fuerza de una investigación sesuda y bien documentada saca a relucir las diversas aristas de este concepto, porque “el diálogo es método, pero en el sentido eclesial y ecuménico es origen y meta”. Así funde, cual orfebre, los elementos de la práctica más antigua del mundo: dialogar. Para ello, echa mano de diversos puntos de vista de autores tan disímiles como Romano Guardini, Edgar Morin, Martin Buber, Juan Carlos Scannone, Chiara Lubich, pero que logra hacerlos converger en su máxima de la cultura del encuentro y que tuvo en el Papa argentino a su más insigne embajador, porque “no se limitó a los aspectos únicamente doctrinales, sino que se propuso a relacionar la riqueza teológica y filosófica del cristianismo en diferentes expresiones de la realidad”.
Portillo no solo se circunscribe a desentrañar las corrientes filosóficas y teológicas en torno al diálogo, sino que hace una descripción muy detallada de los gestos concretos que Francisco tuvo en vida para no solo dejar sobre el discurso aquello que profesaba.
Gestos con los que siempre sorprendía al mundo como besar los pies a los líderes de Sudán del Sur para abogar por la paz en este país africano, pedir perdón a los indígenas de Canadá por la destrucción cultural y asimilación forzada hasta hacer un viaje oficial a Mongolia, donde los católicos no llegan a los 2.000 fieles, porque “él ha esparcido la semilla del diálogo sobre diversos tipos de terreno que, a pesar de las diferencias, es posible”. Este libro, sin duda, resulta muy pertinente en estos tiempos convulsos, cuando la locura de la guerra se apodera del mundo, cabe preguntarse, ¿es posible poner a dialogar a los opuestos? En esta obra encontrarán muchísimas respuestas.
— ¿Cómo fue el proceso de redacción del libro considerando que es fruto de tu tesis doctoral?
— Comenzó con la intención de trabajar en un tema de comunicación que sirviera en países con heridas sociales profundas, donde la comunicación fuese parte de la solución y no parte del problema. La propuesta del diálogo fue el tema elegido, y al principio dudé por sentir que no estaba preparado. Sentía que no estaba a la altura de poder trabajar con un personaje como el papa Francisco, porque vengo del mundo de la comunicación. En un primer rastreo, encontré 10 documentos oficiales donde estaba presente la palabra diálogo. Así empecé a encontrar evidencias cuantitativas de que el Papa tenía como eje central en muchos de sus discursos y documentos, el diálogo. Fue cuando pensé que él no solamente está conceptualizando, sino que está proponiendo un método. Debían entonces comprobarlo.
— ¿Cómo el diálogo, venido del ámbito socioantropológico, puede estar ligado al teológico y bíblico?
— El Papa Francisco no tenía miedo de ofrecer pistas teológicas a la sociología y traer conceptos sociológicos a la religión. Entonces eso es un dato importante. Te pongo un ejemplo, Laudato si’, el gran llamado de la conversión ecológica sirvió de marco en la COP 21. Cuando les habla a los presidentes de una conversión ecológica, eso es un término meramente religioso. No tenía miedo de aportar y de recibir, que es un poco en esa lógica dialógica. Pablo VI hizo del diálogo un ejercicio originario cuando dijo ‘la Iglesia se hace coloquio, la Iglesia se hace diálogo’. Si hay que buscar algún tipo de fundamento bíblico, que no es mi área, puedo decirte que el Verbo se ha hecho carne, es decir, el Verbo, el Logos, se hizo carne, ha sido Dios el primero que ha hablado.
— ¿Cuál consideras el aspecto más importante?
— Es difícil señalar un solo aspecto. Hay muchas cosas importantes. Temía que me quedara algo por fuera; el libro llega hasta 2023, entonces él muere en el 2025. Tenemos como año y medio sin reseñar. Siento que es una obra que recoge casi todo lo dicho por él.
Alguien con tomar las referencias bibliográficas puede tener un mapeo completo del pensamiento de Francisco sobre el diálogo. Reflejo también aquello que vivía. Pongo un ejemplo: Lampedusa. Sí, en el primer viaje del pontificado, Juan Carlos Scannone, que fue un teólogo latinoamericano, maestro del Papa, dijo: ‘Es un viaje que habla más que una encíclica’ ¿Por qué? Porque acercó el mundo a una realidad que muchos desconocían, que en Europa no querían ver, y soltó esta frase de la globalización de la indiferencia. Es decir, que él con ese viaje nos acercó a todos a esa realidad lacerante del mar Mediterráneo que puede darse para mucho.
— ¿Cómo sentar a dialogar a polos opuestos, puesto que mucho de lo planteado pareciera inviable en un mundo tan polarizado?
—El papa Francisco decía que el diálogo no es una negociación; separa negociación, debate, en categorías distintas.
Eso eleva el concepto de diálogo, porque evidentemente te lo pone como a una altura diferente a los demás. La negociación es como dividir los pedazos de un pastel y Francisco decía que hay verdades que no se pueden dividir como la dignidad humana, los derechos humanos. Son principios no negociables. De tal manera que no podemos tener como una tabla de bingo y decir: ‘Este sí lo acepto y este no lo acepto’.
Entonces, yo creo que lo interesante es que para el papa el diálogo es una condición identitaria de la persona humana por naturaleza; es como el oxígeno, el alimento, por tanto, no es fruto únicamente de una simple negociación para ganar o perder, porque al fin y al cabo obligatoriamente en esa cultura del encuentro nos vamos a encontrar, negociemos o no.
En el caso de mi país, Venezuela, pienso que a pesar de vivir uno de los momentos más oscuros de su historia, la solución siempre será el diálogo. Sé que esto puede sonar un poco ingenuo, difícil para muchos, pero el Papa Francisco dijo alguna vez cuando le preguntaron sobre el diálogo con el Estado Islámico que ‘la puerta siempre está abierta’. Habrá que ver qué hacemos con el tema de justicia, porque obviamente no puede haber impunidad. El diálogo también tiene que servir para curar heridas. Insisto la puerta siempre está abierta, porque Francisco, sin duda alguna, ha sido un apóstol del diálogo.
Por Ángel Morillo
Vicedirector del Centro para la Comunicación del Celam
Coordinador del portal Vida Nueva Colombia
