Familia en misión: aprender a vivir juntos y a convivir con los demás

Por Marta Ramírez y Guillermo Ramírez – Colombia

A inicios de año hemos tenido la oportunidad de estar casi un mes en Lima, Perú, para encontrarnos con diversos grupos de Familias Nuevas del Movimiento de los Focolares, que se encuentran diseminados en la provincia de Lima. Ha sido una experiencia muy enriquecedora y también muy intensa. Hemos podido convivir con parejas de esposos, grupos de familias y con comunidades que nos han acogido con los brazos abiertos. Nos hemos encontrado con personas que, en su encuentro con el Ideal de la Unidad, han constatado que su vida y el entorno donde viven se ha ido transformando a la luz del Evangelio. 

En Surco, uno de los 43 distritos que forman la provincia de Lima, nos hemos encontrado con Raúl y Nelly, quienes se reúnen cada 15 días con un grupo de vecinos para compartir la Palabra de vida y realizar diferentes acciones en favor de la comunidad que los rodea.

En la Molina, hemos convivido con Elba y Mario que, junto con Guido y Kenia, Euri y Fernando, siguen un grupo de Palabra de Vida en el que se fortalecen como comunidad y luego salen al encuentro de otras comunidades como es el caso de Huaicán, donde acompañan en un barrio periférico a un grupo de familias que han sido desplazadas por la violencia. Olinda, una de las primeras habitantes del barrio, ya fallecida, aprendió en una Mariápolis un nuevo estilo de amar y vivir que transformó su vida y la de su familia. 

Los hijos de Olinda son quienes continúan llevando adelante proyectos de superación y de una forma ordenada a quienes lo necesitan porque, viviendo allí, conocen de cerca las verdaderas necesidades de los habitantes del barrio. Ruth, una de las habitantes decía:

Para mí es siempre una alegría compartir con los Focolares. En la Mariápolis pude ir con mi esposo y conocí allí personas maravillosas que poco a poco me motivaron y me impulsaron a seguir adelante. Yo vivo acá desde que tenía un año. Cada año fueron aumentando las chozas sin agua y sin luz, con el transcurso de los años hemos ido mejorando.»

 En la parroquia de “Nuestra Señora de las Mercedes”, invitados por Padre Abrahán, hemos podido convivir, en un encuentro de diálogo intergeneracional, con un grupo de jóvenes y padres de familias que asisten con regularidad a un programa de formación en la fe, llamado grupo de perseverancia para los que se forman para su primera comunión y confirmación.  

Escuela de familias

En la Escuela de familias de dos días que realizamos en el Centro Juan Carlos Duque, en Lima, festejamos la alegría de vivir juntos momentos de profundización y diálogo, de reflexión y de intercambio de experiencias.

A partir de la imagen literaria de Jorge Luis Borges, citada por el papa Francisco en la exhortación apostólica “Amoris Laetitia” donde dice: “cada casa es un candelabro”, les invitamos a mirar la propia casa como ese candelabro que requiere estar encendido al interior de su hogar para ser luz para los demás.

Y, teniendo en cuenta que la vida de la familia no siempre es fácil, nos detuvimos a mirar cómo fortalecer el amor de la familia con el Arte de Amar a la luz del Himno de la Caridad explicado por el Papa en el capítulo cuarto de la exhortación.

Luego hablamos acerca de la importancia de la comunicación en la vida de la familia y de cómo enfrentar algunos de los obstáculos que se presentan, sobre todo acudiendo a la misericordia como base del perdón; concluimos este momento con un diálogo de pareja que fue muy bien acogido.

El argumento del segundo día fue sobre el compromiso de la familia con la sociedad. Partimos de una meditación de Chiara Lubich sobre Jesús abandonado y algunos apartes del tema: “Llamados y Enviados”, fue muy fuerte unir el grito de la humanidad con el hacernos conscientes de que Dios tiene necesidad de cada uno de nosotros para hacer llegar su amor a la humanidad, pero, sobre todo, el sentirnos llamados y enviados a cumplir la misión que se nos ha encomendado, partiendo de la propia familia y saliendo al encuentro de los demás. Todo esto, como una manera de ser artesanos de paz como nos lo ha pedido el Papa. 

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