De una entrevista que realizó Sandra Hoggett (reconocida periodista de la televisión inglesa) a Chiara Lubich, el 19 de abril de 2002.
Sandra: Pensemos en la idea de un nuevo orden político donde el amor sea la motivación de todo. ¿La ve realmente como una propuesta práctica para el mundo de hoy?
Chiara: Sí, absolutamente. Se realiza ya, señora. Nosotros comenzamos en Nápoles, pero desde allí se difundió a todos los lugares donde teníamos políticos nuestros.
Sucede esto, señora: que la fraternidad no es solo una idea cristiana, es una idea, una exigencia también del mundo de hoy. Por ejemplo, la modernidad, aquello que marcó un corte entre lo viejo y lo nuevo, fue la Revolución Francesa. La Revolución Francesa profesaba la fraternidad, la igualdad y la libertad. En el mundo la libertad fue adelante, bastante, al menos en Occidente, porque existe la democracia. También la igualdad, no hay más esclavos, en algunos lugares sí, pero no aquí. Sin embargo, ¡la fraternidad!
Además, la Revolución Francesa fue contra la fraternidad, o sea mató a mucha gente. Y logró hacer algo con su ideología, pero poco. Por eso también el mundo político siente que falta este pilar en la política, que es la fraternidad; y si existiese, también la igualdad sería mucho más explícita, mucho más plena. Y la libertad ¿sabe?, en la familia somos todos libres porque existe el vínculo del amor.
Por lo cual la fraternidad no es sola, repito, el designio de Dios sobre la humanidad, ser todos hermanos con un solo Padre, sino que es también una exigencia de la época, por lo tanto, muy sentida.
Yo estuve en San Macuto, aquí en Roma, donde está el Parlamento italiano, y me hicieron hablar de este espíritu de fraternidad. Después estuve también en la República Checa, alli hablé a los parlamentarios; en Eslovaquia en el Parlamento. En Eslovenia en el Parlamento. Hablé por ejemplo en Innsbruck: se celebraba una gran jornada por Europa, y les hablé a los alcaldes y a muchos otros administradores públicos, fue una cosa grandísima; estaba también el presidente de Austria y les hablé durante más de una hora haciendo entender de dónde nace Europa y de los santos fundadores de Europa, y de todos los protectores que el papa nos puso, que son todos extraordina-rios: Santa Brigida ahora, Edith Stein, todos estos, y también los antiguos como san Benito, Cirilo y Metodio, explicando que las raíces son cristianas.
Y luego recordé, según la historia, la distinta historia de Europa, cómo se formó Europa, porque mi tema era dar un alma a Europa, y allí se vio que el alma es la fraternidad. Aquel discurso tuvo un efecto inimaginable, tanto es así, que ahora me piden que lo repita, yo que no soy para nada política, quieren este discurso sobre la fraternidad para ayudar a llevar esta alma, esta alma cristiana a Europa.
Los políticos dicen cómo se puede aplicar. Ellos dicen: ¿quién es nuestro enemigo en política?
Muchas veces el enemigo es el del otro partido, pero tenemos que amarlo también a él, porque si existe ese partido existirá un motivo por el cual nació ese partido, por tanto, nuestra ciudad precisa mi contribución y también la suya, por consiguiente, amarse.