Estoy en Huánuco, uno de los departamentos de Perú, en la sierra central, a un costado del río Huallaga. Durante un viaje en una curva muy pronunciada, de la canastilla del carro se me cayó una caja en la que llevaba una llanta usada. Paré y estacioné el carro y fui a recoger la caja. Al lado de donde dejé el carro había un tráiler (remolque) y de él bajó un señor, Israel.
Me ayudó a poner la llanta en la canastilla, conversamos y me dijo que su carro hacía tres días se había malogrado y esperaba que desde Lima llevaran la pieza que necesitaba. Iba a Lima de la Selva Central, más allá de Huánuco.
Llevaba varias toneladas de cacao y por ello no podía dejar el carro solo. Tres días sin comer (sólo tomaba agua y comía unas galletas) y 2 noches sin poder dormir por el frio, pensé. Recordé la frase del Evangelio: “Tuve hambre y me diste de comer…… tuve frío y me vestiste…”.
Inmediatamente sentí que Jesús en él me lo decía. Saqué del carro un pan baguette y una chocolatada que llevaba para invitar a mis amigos y se los di.
Tenía una colchita (manta) que llevo cuando viajo para cubrirme las piernas y también se la di. Me miró y me dijo: gracias. Dios le bendiga. También le agradecí por lo de la llanta.
Al día siguiente, ya en mi casa, por la noche, mientras dormía, sentí frio y me acordé de él. Y ofrecí ese frío por todos los que duermen en las calles del Perú. Se me pasó el frío. Agradecí a Dios por darme la oportunidad de amarlo en el hermano.
Por Jesica Blácido (Lida)- Perú

