El Carisma de la unidad en la vida sacerdotal

Entrevista realizada al P. José Entrevista realizada al P. José Levi Viveros de la Basílica Menor Nuestra Señora del Rosario, diócesis de Pasto, Colombia

¿Puede contarnos cómo conoció el Movimiento?

Lo conocí cuando hacía el Seminario menor en Antioquia, a través de un seminarista de la diócesis de Armenia. Él me llevaba la Palabra de Vida cada mes y después de un año me invitó a un encuentro.

¿Qué fue para usted este encuentro?

Fue algo tan maravilloso que me quedé. Fue especial. Éramos como diez seminaristas de los cuales cinco vivimos el espíritu del Movimiento hasta que terminamos el seminario.

Después de la ordenación, ¿Cómo fue la relación con el Movimiento?

Continué participando en algunos encuentros, también a las Mariápolis por un buen tiempo. Se hizo un encuentro sacerdotal en Armenia y vinieron del Centro del Movimiento sacerdotal de Roma y allí nos explicaron cómo podíamos comprometernos en vivir esta espiritualidad. Yo decidí continuar como sacerdote voluntario y de allí en adelante he continuado participando todos los años al encuentro sacerdotal que se hace aquí en Colombia.

¿El Carisma de la Unidad le ha ayudado en su trabajo pastoral?

Sí. Le agradezco a Dios haber conocido el Movimiento porque si alguna cosa he podido vivir en el ministerio para servir a los demás, ha sido gracias al Movimiento que me educó de una manera muy especial. Estuve en Loppiano (primera ciudadela internacional del Movimiento, en Italia), en la escuela sacerdotal que es un espacio de formación para los sacerdotes de todo el mundo que deciden profundizar concretamente en el Carisma de la unidad, mediante la convivencia y relación con los demás habitantes de la ciudadela. Además, de la acción de Dios a través de los encuentros de la Palabra de Vida, las Mariápolis, la revista Ciudad Nueva, los libros de Chiara que me ayudan a vivir el Ideal y actuarlo en todas las parroquias donde he trabajado.

¿Ha tenido alguna experiencia de la intervención concreta de Dios, de lo que llamamos la Providencia?

Sí, muchas. Visitaba sectores muy pobres y a veces el dinero que se juntaba no alcanzaba ni para pagar la gasolina. En una ocasión estaba confesando y un señor llegó y me dijo: padre, yo no vine a confesarme. Vine para pedirle que me ayude con el pasaje porque mi esposa está muy mal. Yo conocía la familia y sabía que eran pobres. Y fue una lucha interna porque pensé, si yo le doy algo a este señor, no me va a alcanzar para la gasolina, pero después me llegó algo especial que me dio la fuerza. No tenía mucho, quizás para dos pasajes para él y su esposa. Se lo di todo. En el momento sentí duro el desapego. De regreso a casa decidí orar, darle gracias a Dios por todo lo vivido.

Había llovido mucho, la carretera estaba fea. Me encontré a un señor. Lo saludé y el me saludó con mucha amabilidad. Me dijo: padre, hace mucho que no pago el diezmo, el párroco que yo tengo ni siquiera cuando uno le da plata se alegra y en cambio usted lo saluda a uno con tanto cariño a pesar de que no le damos nada. Me dio tres veces más de lo que yo le había dado al señor. Y así he tenido muchas oportunidades de compartir en la parroquia. Nunca me ha faltado nada. Siempre he visto una gran generosidad y cariño inmenso de las personas hacia mí. La providencia nunca me ha faltado.

Otro día una señora llegó a casa y me pidió un poquito de panela porque eran las nueve de la mañana y no había tomado agua de panela. Yo fui a la cocina y encontré una panelita y pensé dividirla a la mitad, pero no encontré con qué y después pensé: yo tengo todas las posibilidades para conseguir panela, tengo el dinero, así que sin pensar más se la di toda. Cuando volví al despacho pensé ir donde un señor que me conseguía panelas, pero no pasaron ni cinco minutos cuando escuché la voz del señor que estaba en el despacho y hablaba con el secretario. Fui a saludarlo y a decirle que pasaría en la tarde por las panelas, pero en cuanto él me vio me dijo. Hace mucho que no nos visita, padre, así que le traje unas panelas, eran 40. Para mí fue la respuesta inmediata de Dios. Esa noche cuando fui a orar le decía al Señor, mira cuán mezquino soy, casi no le doy la panelita a la señora y te tengo a ti, y a veces me cuesta creer en tu amor. Fue una oración muy bonita, de agradecimiento.

¿Hace poco que está en esta nueva parroquia, cómo ha sido para usted?

En esta nueva parroquia he vivido algo muy especial. Mucha gente me agradece por haber venido aquí. He sentido como que he significado algo para esta comunidad. Uno de los sacerdotes que estuvieron antes que yo una vez me dijo. Yo hice varias obras aquí,

reconstruí el templo, hice muchas obras materiales, estoy muy contento porque a usted lo mandaron para que construya la Iglesia, esa que Jesús ama. Yo sentí alegría, algo especial en las palabras de este sacerdote.

No me he propuesto hacer obras materiales, aunque alguna cosa sí. Nos hemos dedicado más al trabajo pastoral. Ya tenemos varias ideas de cómo trabajar con este proceso diocesano que nuestro obispo nos pide. Impulsado por la Espiritualidad de la Unidad que he conocido hace tantos años y que me ha dado herramientas para comprender cómo acercarme a los demás.

¿Cómo es la relación con el nuevo obispo?

Una de las cosas maravillosas es que el obispo no se opone a los Movimientos, es más, nos invita a acompañarlos a estar cerca de ellos. Aquí no hemos sembrado muchas semillas del Movimiento de los Focolares, pero hay otros movimientos y cuando ha habido cierta dificultad con algunos de los miembros, el obispo nos llama la atención porque lo atribuye a nuestra poca eficacia como párrocos, como sacerdotes, para orientarlos, para acompañarlos. Por ejemplo, cuando le llegó la invitación para el encuentro de sacerdotes del Movimiento que se hizo este año, él lo extendió a la diócesis e invitó a participar a quien así lo deseara.

Por Rita Cardozo – Colombia