Dejar caer lo que ya no sirve

Llegamos al mes de noviembre con mucha esperanza en medio de las infaltables situaciones trágicas que atraviesan, no solo América Latina, sino también el mundo. Se navega en un océano de incertidumbres políticas, económicas, relacionales entre países; de oscuridad existencial, de muerte más que de vida, de resquebrajamiento del tejido social, cultural y, en escenarios de terror comunicativo. Todo esto es simultáneo y amenazador. 

Nos sentimos llamados a vivir con convicción que Dios no se olvidó de la humanidad y que, en medio del caos que vivimos, Él está cercano a Su pueblo, camina con nosotros, sigue actuando en la historia. Sin duda todo esto nos interpela a desarrollar la capacidad de un discernimiento personal y comunitario cada vez más profundo, con los pies y el corazón muy bien plantados. Y desde allí poder colocar el oído en el latido del corazón de Dios, que nos vuelve a situar en lo esencial.

Una pregunta que nos atraviese es necesaria: ¿qué de todo lo que vivimos, que parece tragedia, debe caer? ¿Qué es cáscara de un mundo que ya no responde a lo esencial en ningún frente? Y entonces, en paz, dispuestos a los cambios, dejemos ir, como hojas que arrastra el viento, lo que debe caer paulatinamente.

Comprenderemos, entonces, que política, economía, relaciones internacionales, trascendencia y ética, vida y salud, socialidad, cultura y comunicación- los nombres de las criticidades que mencionamos al inicio- libres de hojarasca, de aires contaminados, pueden nutrirse de sabiduría, fortaleza, son caminos a recorrer si los concebimos como un posible y creativo sistema. Ya lo desarrolló Newton físicamente como un disco con los colores del arco iris, que girando rápidamente demuestra que la luz blanca está compuesta por los colores del espectro, los cuales se interrelacionan para formar el blanco.

Sí, porque, cada una de estas dimensiones ya no nos dicen la totalidad de la realidad, no pueden actuar solas, es una gran limitación. Debemos comprender esta relación interconectada; estas dimensiones hacen el blanco, que no es la suma de los colores, es una potente dimensión de luz auténtica para cada realidad, como nos lo evidenció Chiara Lubich.

Les proponemos pasar de las realidades aisladas, a una concepción, cosmovisión generadora de nueva luz donde actúan todas las dimensiones. 

Queremos también agradecer a lectores de Ciudad Nueva Interamericana, que nos han enviado observaciones sobre la compleja realidad de Ecuador. Para nosotros la correspondencia o mensajes que nos llegan son fundamentales, porque nos ofrecen variedad de sentires y miradas. Entendemos que enriquecen la posibilidad de diálogo. La posibilidad no niega las múltiples realidades que se pueden ver y vivir en un país, ya nuestras abuelas decían: todo depende del color del cristal con que se mira… Si bien deseamos ver y vivir desde el cristal de la unidad, no por eso negamos la diversidad que puede existir en un mismo escenario social, político y cultural; además, de cómo se pueden sufrir las mismas realidades desde distintas situaciones.

Invitamos a nuestros lectores a enviarnos artículos que podamos publicar también desde quienes vivencian la realidad de cada país diferente a como la presentamos en Ciudad Nueva en los distintos números. Realidad que no es estática sino dinámica, justamente porque no podemos admitir la polarización desde ningún frente. Todos estamos llamados a ser generadores de unidad.

Seguimos caminando juntos, y convencidos que, como dice la caratula: Juntos es posible.

Por Susana Nuin Núñez

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