Hola, mi nombre es Cesar, soy voluntario de El Salvador, estoy jubilado y en el mes de agosto de este año de 2025 cumplí 70 años.
Por situaciones personales, hace aproximadamente siete años me trasladé a mi pueblo natal ubicado al oriente del país a 110 kilómetros de la capital. Debido a la distancia se me hace difícil asistir a mis encuentros con la comunidad del focolar, luego vino el Covid 19 y encontramos los medios para que nuestros encuentros fueran de manera virtual, con los podía tener esos espacios de comunión con los demás, que me oxigenaban el alma y el corazón.
Belarmino, otro voluntario como yo, también se trasladó de la capital a un cantón y con ello perdimos el contacto. Después de un ‘largo período’, pude encontrarlo a través de las redes sociales y comencé a llamarlo por teléfono y compartir con él lo que vivía. Su dolor por la pérdida de su madre y por el deterioro de la vista. Esto me motivó a ir físicamente a su encuentro.
‘’ES MI HERMANO’’ y me necesita, me decía el corazón. Le pedí la dirección. Un compadre me ayudó a ubicar el lugar y me quiso acompañar a viajar hasta donde vivía Belarmino. Emprendimos el viaje. El buscador nos llevó por un lugar donde ya no pudimos pasar pues el vehículo que llevábamos no era el adecuado para el tipo de carretera. Tuvimos que regresar y, como a unos dos kilómetros, encontramos a un lugareño que nos orientó. Nos aventuramos y así llegamos al destino.
Hicimos un viaje de cuatro horas y media; sin embargo, saludar a Belarmino fue conmovedor, experimentar ese abrazo fraternal que nos hacía experimentar el amor de Dios entre nosotros.
Hablamos, lo escuché. Aproveché el viaje para llevarle unos insumos y ayuda económica. Pudimos estar juntos poco tiempo, dos horas y media, pero nos despedimos con la promesa de que regresaría pronto, antes de que llegara el tiempo de lluvia que dificulta aún más la llegada al sitio donde reside.
Pasado unos días, compartí mi experiencia con los voluntarios de Nueva Concepción- Chalatenango, y también ellos quisieron visitar a ese hermano nuestro para re-donarle el sentido de familia que se nos había enfriado por diferentes razones. Los voluntarios llegaron.
Esta experiencia continúa. La vida de familia y el amor entre nosotros ha saltado todo tipo de obstáculos. En la última visita nos quedamos el fin de semana, en la casa de Belarmino. Mi alegría es ver que ese sentir se ha hecho de todos, fue un gran encuentro, parecía que el Focolar se había trasladado hasta ahí.
Ese mes nos proponía vivir la Palabra de vida: ‘’Señor, Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero’’ (Jn 21, 17. Estando allí sentía que se me confirmaban en el alma y , ese “tú sabes que te quiero» me hacía eco dentro.
Por César Rivera- El Salvador
