Mi nombre es Adriana Romero, tengo 13 años. Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia que me ha hecho valorar mucho más a mis padres y prestar mayor atención a quienes me rodean.
Hace unos meses atrás me enteré de una triste noticia: la mamá de mi vecino, que tiene 12 años, había fallecido a causa de una enfermedad llamada lupus. Lamentablemente, no lo supimos enseguida, sino hasta algunos días después.
Un día mi vecino se acercó a nuestra casa y nos contó lo que había sucedido. No fue fácil para él expresar su dolor, pero con palabras sinceras nos compartió lo difícil que era despertarse cada mañana sabiendo que su mamá ya no estaría más a su lado. Nos dijo que sentía un gran vacío por dentro.
Un domingo, con mi familia, lo invitamos a asistir a misa. Durante la celebración él sintió en su corazón el deseo de encender una vela en memoria de su mamá. Fue un momento muy especial.
Nosotros lo queremos mucho, como a un hermano, que ahora forma parte de nuestra familia. Siento que Dios me ha puesto en el corazón la exigencia del cuidado y una cercanía especial hacia él.
Por Adriana Romero- Guatemala

