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Alberto, de unos 45 años, se enamoró de la espiritualidad del Movimento desde que la conoció. Tiene 9 hijos, trabaja activamente en la iglesia, fundó el Apostolado de la Divina Misericordia y el Apostolado de San José Gregorio Hernández. Su oficio es jardinero. Y nos comparte esta experiencia.

Entramados de cuidado

Ese movimiento nos descentra y nos obliga a escuchar. Es un acto creativo: requiere imaginar, junto con el otro, formas de acompañamiento.

No es necesario esperar una ofensa para iniciar este camino; el perdón también se cultiva en la prevención, en la construcción de relaciones sanas y en la promoción de una cultura del buen trato.

Esta experiencia me confirma que efectivamente somos parte unos de los otros, hijos del Absoluto y que en Él no hay distancias ni separación.

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-La Iglesia hoy-