“Por tanto, creed que sois amados por Dios para poder lanzaros con mayor fe a la aventura del amor y trabajar junto a Él en la Nueva Humanidad”. Así lo afirmó Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, durante una conferencia internacional en Castel Gandolfo (Roma-Italia) el 11 de junio de 1988.
[…] Estad convencidos de que, para que la civilización del amor sea una realidad, una corriente de amor debe irrumpir en el mundo para invadirlo; sin él todo queda al nivel de un sueño, ya está marcado por el final. […] Amar. Enseñar a amar. Pero él sabe amar verdaderamente a quien se sabe amado sinceramente. Esta es una observación humana, pero no es menos válida en el campo sobrenatural.
Saber que eres amado. ¿De quién? De Aquel que es Amor. Necesitamos abrir los ojos al mayor número posible de nuestros hermanos para que puedan ver y descubrir la fortuna que poseen, muchas veces sin saberlo. No están solos en esta tierra. Hay Amor; tienen un Padre que no abandona a sus hijos a su suerte, sino que quiere acompañarlos, protegerlos, ayudarlos. Es un Padre que no pone cargas demasiado pesadas sobre los hombros de los demás, sino que es el primero en llevarlas. En nuestro caso: que no deja la renovación de la sociedad sólo a la iniciativa de los hombres, sino que es la primera que se ocupa de ello. Los hombres deben saber esto y acudir a él sabiendo que nada es imposible para él.
Por eso, creed que sois amados por Dios para poder lanzaros con mayor fe a la aventura del amor y trabajar junto a él en la Nueva Humanidad.
Entonces poner al hombre en el centro de nuestros intereses y compartir con él desgracias y éxitos, bienes espirituales y materiales. Y, para amar bien, no ver en las dificultades, distorsiones y sufrimientos del mundo sólo males sociales que es necesario remediar, sino ver en ellos el rostro de Cristo, que no desdeña esconderse bajo toda miseria humana. Él es el manantial que desencadena las mejores energías de nuestro ser -especialmente de nosotros, los cristianos- en favor del hombre.
Y como el amor del que hablamos no es ciertamente sólo filantropía, ni sólo amistad, ni pura solidaridad humana, sino sobre todo es un don que viene de Arriba, poniéndose en la mejor posición para adquirirlo, alimentándose y viviendo. la Palabra de Dios. [… ]
Y todos en su pequeño o grande mundo cotidiano, en la familia, en la oficina, en la fábrica, en el sindicato, en el corazón de los problemas locales y generales, en las instituciones públicas de la ciudad o de mayores dimensiones, hasta la ONU, deben ser verdaderamente constructores de paz, testimonio de amor, factor de unidad.
Chiara Lubich
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