Bolivia: Del Barrio al Rincón de Luz

Mi nombre es Silvio, tengo 35 años, soy de nacionalidad boliviana, del departamento de Cochabamba, para ser exactos. Tengo una familia muy hermosa, muy numerosa, de 11 hermanos y a mi madre que, actualmente, tiene 76 años y aún es trabajadora activa del Colegio Sagrada Familia.

Tenía nueve años cuando conocí el Movimiento de los Focolares, en 1999. Mi padre tenía poco tiempo de haber fallecido y mi madre, una mujer que nunca había trabajado en su vida, tuvo que hacerse responsable de todos los hijos. Fue así como inició a trabajar de portera en el Colegio Sagrada Familia. Crecimos en este colegio, porque, como era el trabajo de mi mamá, ahí vivíamos.

Un cuarto de 6 metros por 4 fue el hogar para, aproximadamente, 7 personas que durante muchos años pasamos momentos muy hermosos. Vivencias que marcaron nuestras vidas. Un cuartito que habla mucho de mi infancia.

Mi madre aún sigue trabajando en la institución. Bueno, ese es un poquito mi contexto. Mi papá falleció de cáncer porque por muchos años trabajó en la mina. Y trabajar en la mina es entregar tu vida a la mina ya que el promedio de vida de un minero es 35, 45 años. Él justamente falleció a sus 45 años, de cáncer pulmonar.

Recuerdo aquel día, una mañana, en la que conocí personas que hoy por hoy sigo llevando en mi corazón. Era el año 1999. Me decían, sal, sal Silvio, hay unas personas por ahí. Y, cuando salí, eran unos gringos. Todo el barrio estaba afuera, curiosos de ver personas que no conocíamos, personas altas, blanquitas…,que para nosotros eran gringos y eran como extranjeros. Entonces era ver algo nuevo.

Fue muy hermoso porque más allá de una visita fue una experiencia. Allí conocí a Gaby Albarracin, Lucas Cerviño; estaba Hortensia, su esposo, Marco Salinas, que actualmente es el presidente, el representante legal de Fundación Unisol, y muchas más.

Desde aquel momento cada vez que ellos venían era una gran alegría en el barrio. Se esparcía la voz: ¡Llegaron los gringos! Y cuando escuchábamos eso nos poníamos la ropa más bonita, nos bañábamos para salir al encuentro de estas personas.

En uno de esos encuentros me propusieron ser apadrinado por uno de ellos. Porque mi madre tenía muchos niños. Ya mi hermano había aceptado. Yo no estaba convencido de recibir ese beneficio puesto que ya en mi familia estaban ayudando a mi hermano. Pero ellos insistieron, entonces me apadrinaron también a mí. Y a partir de ahí se fue tejiendo una red de amistad, de hermandad muy hermosa con esta comunidad, con estos extraños. Por lo que cada vez que venían era un jolgorio, una alegría, una fiesta.

Porque más allá del apoyo que deban con alimentos y demás, era la amistad que ofrecían y que no lo encontrábamos en ningún otro lugar.

El barrio era considerado una zona roja, donde proliferaban muchas pandillas y lo que ofrecía el barrio era una vida en decadencia, de drogas, alcohol, pandillas y todo. En cambio, este grupo nos ofrecía otra cosa, otras opciones de vida. Creaban un espacio donde podíamos divertirnos sanamente, donde podíamos compartir momentos con otras personas, donde podíamos conocernos.

Así comenzamos a dejar la calle para ir a estar con ellos. Y pasábamos hermosos momentos, muy, muy bonitos. Reíamos, jugábamos, platicábamos. Y, conforme pasaba el tiempo, necesitábamos compartir más. Porque queríamos más de ellos, queríamos más de esa comunión, queríamos más de esos momentos tan hermosos. Y así fue como más tarde se consolidó, legalmente, una institución.

A partir del 2008 empezó lo que se llamaba la Fundación Unisol. Dejamos de reunimos en el colegio porque se alquiló un lugar donde nosotros podíamos ir después de las clases y nos apoyaban con las tareas o, simplemente, con la escucha. Que representaba mucho, mucho para nosotros. Porque encontrar a alguien que nos escuchara o que nos orientara era muy difícil. Y era algo que encontrábamos en el centro Rincón de Luz, así fue bautizado el lugar, a raíz también de los niños que asistíamos y que así lo experimentábamos.

Fue algo muy lindo, una experiencia muy bonita que marcó mucho mi infancia y que me dio otra alternativa de vida. Porque si bien el barrio, la comunidad, me impulsaban a tener una vida así, no la voy a llamar mala; pero donde el consumo, el alcohol, las pandillas era lo normal; este grupo me ofreció algo distinto, y fue lo que hizo la diferencia en mi vida y en la de muchos otros. Gracias a ello pude tener la certeza de decidir lo que quería, qué futuro deseaba tener. Y esto lo descubrí en el Rincón de Luz, en la Fundación Unisol.

Estudié administración de empresas y actual mente trabajo en la Fundación Unisol, soy asistente administrativo de esta fundación.

Por Silvio A.Simon Callate- Bolivia

4 thoughts on “Bolivia: Del Barrio al Rincón de Luz

  1. Que belleza una saludo muy grande a Silvio y a todos los que colaboran en Unisol de parte de Alejandra de México. Para mí también fue un regalo conocerlos

  2. Gracias por compartirlo esta hermosa experiencia de vida de amor en lo profundo.
    De mucha luz! Esperanza por seguir trabajando en construir nueva humanidad en nuestros entornos, sobretodo en donde cree hemos pensar que no es posible, ser valientes y lanzarnos hacer justo esto; Luz y esperanza donde se necesita.
    Bendiciones y Gracias!

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