Alberto, de unos 45 años, se enamoró de la espiritualidad del Movimento desde que la conoció. Tiene 9 hijos, trabaja activamente en la iglesia, fundó el Apostolado de la Divina Misericordia y el Apostolado de San José Gregorio Hernández. Su oficio es jardinero. Y nos comparte esta experiencia.
Cuando nos mudamos a nuestra nueva casa, no sabíamos todo lo que tendríamos que enfrentar en ese lugar como familia. Estábamos felices porque era lo que le habíamos pedido al Señor, pero pronto nos dimos cuenta que estábamos rodeados de vecinos bastante difíciles. En aquel tiempo era la zona más peligrosa de la comunidad, declarada zona roja, pues se cometían cantidades de delitos; había drogas, secuestros, etc. Digo se cometían, porque, para la gloria de Dios, ya no es así.
Por un tiempo tuvimos a dos vecinas que de verdad era para salir corriendo y mudarnos a otro sitio, sin embargo, estábamos convencidos de que el Señor nos había puesto allí para algo. Una de las vecinas había tomado de nuestro patio, sin permiso, un racimo de bananas, hermosas, que estábamos esperando el tiempo justo para cortarlas, pero ella simplemente los tomó. Cuando fui a preguntarle, soltó muchos insultos hacia mi persona, colocándome en mala posición ante el resto de los vecinos. Decidí no responder con violencia, confiando en que el Señor nos daría la oportunidad de poder actuar con amor.
Un día supimos que esta vecina se había quedado sin agua a causa de una enfermedad llamada lupus. Lamentablemente, no lo supimos enseguida, sino hasta algunos días después. porque su pozo subterráneo se había derrumbado. Fui a ofrecerle mi ayuda y agua para su consumo. Ella quedó sorprendida y nos pidió perdón por su comportamiento anterior. Ahora nos ayudamos.
Otra de estas vecinas se había encargado de difamarme y al darse cuenta de que no era una mala persona, antes de mudarse habló conmigo y me pidió perdón.
Ahora el lugar donde vivimos reina la paz con nuestros vecinos. Damos gracias al Señor por darnos la gracia y la oportunidad de haber sido agentes de paz y permitido pagar con amor a los que nos agredieron.
Por A.C. – Venezuela

