Normalmente estoy siempre en casa. A mis vecinos los veo cuando los encuentro comprando en la venta. Me encontraba conversando con uno, cuando pasó una señora que hacía mucho tiempo no veía, la persona con la que yo conversaba dijo, ahí va esa señora que no saluda a nadie. Me despedí rápido de mi interlocutor y seguí a la señora. La saludé y le pregunté cómo estaba, me dijo con mucho pesar, pues su marido había fallecido y ella no había podido despedirse de él, ya que la familia de él no se lo permitió porque no estaban casados legalmente. Cuando él se enfermó, me contaba, lo llevaron al hospital y allí falleció.
Yo la escuché. Luego me agradeció porque, como me dijo, no tenía con quién compartir ese dolor. Antes de despedirnos le propuse que hiciéramos lo posible para tomarnos un café cada tanto y conversar más. Ella estaba contenta de hacerlo. Comprobé que de esta manera puedo concretar el propósito que hice: hacerme próxima de quien lo necesite.
Por Casta María Aragón- Nicaragua
