En un contexto como en el que vivimos actualmente, marcado por conflictos armados, inestabilidad económica y política, precarización del trabajo y problemas ambientales de gran envergadura, se hace necesario buscar formas alternativas de organización económica y social para hacer frente a esta crisis.
La Economía de Comunión se presenta como una propuesta estimulante en muchos sentidos. La misma busca articular una filosofía social que tiene como piedra angular una espiritualidad concreta. Es, además, una propuesta heterodoxa, es decir, poco convencional, puesto que no nace mediante la elaboración académica, sino que ha se ido construyendo a través de la práctica y la reflexión, fundidas en una misma acción.
La iniciativa es construida y practicada desde el ámbito empresarial, lo cual no solo la hace estimulante y atractiva sino también disidente dentro del mismo ámbito. A todos los elementos anteriores se le agrega el carácter internacional que ha tomado esta propuesta, lo cual es fundamental para propagar esta alternativa y vislumbrar el futuro al que queremos llegar.

No obstante, esta propuesta, como todas las demás, también se enfrenta a diferentes retos y problemas sobre los que necesitamos reflexionar. Primero, la necesidad de una formulación filosófica, teórica e histórica sólida, con sentido crítico que es un paso forzoso si se quiere llevar a otros ámbitos como el académico o el político. Segundo, el encontrar un punto de engarce entre la práctica empresarial- ya sea de manera corporativa o cooperativista- y, la fundamentación teórica, ya que esta última es esencial para la transformación de la sociedad. Tercero, es necesario –y esta es una parte del carácter crítico que debe tomar la EdC-, entender los alcances y las limitaciones que tiene esta propuesta, es decir, hasta dónde nos permitirá caminar.
Las reflexiones arriba descritas, se originaron a raíz de una experiencia recientemente realizada. Tuve la posibilidad de participar en la escuela para jóvenes empresarios-Brasil 2025. Fue una experiencia muy instructiva y gratificante. Escuchar las experiencias de personas de diferentes partes del mundo abrió mi panorama en cuanto a las alternativas que tenemos para construir el mundo que soñamos. Los diálogos y el intercambio cultural y de ideas que se llevó a cabo fue un elemento de suma importancia, puesto que de esta manera se construye la comunidad, al escuchar y reconocer a los otros y las otras.
Pero lo que más valoro es la interacción con personas que no se conforman con el estado de cosas existentes; personas que no solo hablan de la empatía y la solidaridad, sino que la practican constantemente; personas que anhelan transformar el mundo; personas que, desde su lugar y de acuerdo a sus capacidades, aportan algo cada día de su vida para poder llegar juntos a la utopía deseada.
Por Samuel Calderón Rangel- México
