Nos preguntamos profundamente en este número si la paz es vocación humana, porque creemos que debemos ratificarnos siempre más que lo es. La paz, como nos iluminó el Papa Francisco, es un bien precioso y una vocación humana fundamental.
Saber que la paz nos constituye como bien y como vocación, que no es algo que deben realizar los demás, los que nos rodean, los presidentes de los pueblos; nos interpela a no delegar nuestro compromiso con y por la paz, a que cada uno sea coherente con sus deberes y servicios. Me constituye, nos constituye, es mi vocación, la tuya y la nuestra. Es, sin lugar a duda, expresión de la plenitud del Amor de Dios que nos hace partícipes de sus bienes. Es un bien precioso.
Tomar conciencia de una vocación tan importante a la que hemos sido llamados, nos permite vivir generando la realidad de paz, emanando la paz que llevamos en nuestros corazones a nuestra vida cotidiana. Ser artesanos de paz, sembradores constantes de paz en todas las direcciones, en todos los espacios de diálogo que la vida nos pide recorrer.
Entonces cuando soñamos, pensamos y nos proyectamos ya no es solo una batería instrumental de estrategias, que también son necesarias, es mucho más. Soy con mi vida aroma de paz para los demás, soy tejedor o tejedora de vínculos que se radican en la consistencia de la convivencia humana, que nos reiteran que todo está interconectado, que todo está en relación de Amor, que nacimos nosotros y los otros, y la familia humana para vivir en armonía, donde la unidad es superior al conflicto.
Desde Ciudad Nueva Interamericana, deseamos ofrecerles siempre ese tejido social que nace de un sistema ordenador de luz, que permite que los temas de fondo y las prácticas fecundas, conocidas también como experiencias y testimonios de vida en la cotidianidad, digan con su ser y andar que la paz es posible en cada presente, que depende de nosotros generar la realidad quela hace posible.
No es sobrevalorarnos, es reconocer que la vida siempre vuelve y llama a la puerta de nuestra interioridad y nos cuestiona cómo elegimos vivir, cómo elegimos minuto a minuto generar vida; entonces, la realidad de la paz se abre camino desde muchas dimensiones.
El Evangelio nos invita siempre a caminar por sendas novedosas, que cambian nuestra mentalidad y nuestro corazón, y es el gran dínamo transformador. Sigamos caminando y experimentándolo juntos.
Por Susana Nuin Núñez
