Un nuevo estilo de vida cristiana

(…) No basta con haber hecho la gran elección de Él como Ideal. La presencia y los cuidados de un Padre universal invitan a cada uno a ser hijo, a amar a su vez a ese Padre, a realizar día tras día el designio particular de amor que el Padre tiene para cada uno, es decir, a hacer su voluntad.

Y, como sabemos, la primera voluntad de un padre es que sus hijos se traten como hermanos, se quieran, se amen. Que conozcan y practiquen lo que podemos definir como el arte de amar, sin esperar a que los demás nos amen.

Requiere que amemos a todos como a nosotros mismos porque, como decía Gandhi, «tú y yo somos una sola cosa. No puedo hacerte daño sin herirme a mí mismo»2

Significa también saber «hacerse uno» con los demás, o sea, hacer propios sus pensamientos, sus preocupaciones, sus sufrimientos, sus alegrías.

Pero si este amor lo viven varias personas, se convierte en recíproco.

Y Cristo, el «Hijo» por excelencia del Padre, el Hermano de cada hombre, ha dejado esta norma para la humanidad: el amor recíproco. El sabe que es necesario para que haya paz y unidad en el mundo, para que se forme una sola familia (…).

1. Chiara Lubich. La Doctrina Espiritual; recopilado por Michel Vandelee-ne-1° ed., Buenos Aires: Ciudad Nueva, 2017. Pág 47.

2. Citado por W.Mühs, Palabras del corazón, Buenos Aires. 1999, n. 278