Un focolar temporal en la selva peruana

Lámud, un pequeño pueblo en la Región Amazonas, es el escenario que acoge la vida del focolar

“Vivir el Evangelio transforma la vida en una aventura fascinante, ilumina el mundo que nos rodea, da color a toda nuestra existencia y lleva en sí el principio para resolver cada problema. No podemos quedarnos en paz hasta que no hayamos comunicado nuestra extraordinaria experiencia a otros: a amigos que puedan entendernos, a nuestros familiares, a quien nos sintamos impulsados a contarlo. La esperanza renacerá”.

Con este sentir en el corazón nos dispusimos a preparar el focolar temporal en Lámud, un pequeño pueblo de la Ceja de Selva del Perú, en la Región Amazonas. Éramos cinco: Jenny y Javier, quienes llevan adelante la Casa Hogar de ancianos Chiara Lubich; Bertha, voluntaria de los Focolares y enfermera de profesión; Marvin, focolarino abogado salvadoreño, del focolar de Lima; Alejandra, psicologa, gen arequipeña de los Focolares. Lámud, un pequeño pueblo en la Región Amazonas, es el escenario que acoge la vida del focolar.

Los jóvenes cuentan

“Aunque fueron solo siete días, pareciera que fueron muchos más por todo lo construído. El viernes y sábado tuvimos un campamento para niños y adolescentes de 7 a 13 años. Algunos ya conocían el Hogar Chiara Lubich, espacio donde participan como voluntarios y también estuvieron en el campamento que se realizó el año pasado. Para mí, fue muy fuerte encontrarme con niños que, luego de conocerme, me trataban con mucho cariño, dispuestos a aprender mucho de nuestro Ideal, a conocer más a Chiara Lubich; con el deseo de hacer experiencias de amor concreto durante el campamento; en los juegos, durmiendo en las carpas, etc. No solo ellos querían un día más de campamento, sino que la verdad, yo también hubiera querido compartir mucho más con ellos; escuchar sobre sus familias, su vida en Lámud, la escuela y todo lo que compartían”. (Alejandra)

“Era la primera vez que iba a la selva –sigue el relato–, y fue muy fuerte para mí lograr superar los miedos a los insectos, no pensar en las cosas que dejaba pendiente en Lima, ofrecer y estar dispuesta a perder mi idea para dejar actuar a Dios a través de cada uno. El domingo tuvimos una jornada con las chicas que trabajan en el Hogar y tres chicos del Instituto Señor de Gualamita que hacen prácticas allí. Con todos ellos compartimos las experiencias de vida de cada uno.

Mientras hablaban me di cuenta, con sorpresa, de que a ellos les surgía natural poner en práctica el mandamiento del amor recíproco. Les abrímos el corazón al contarles un poco de nuestras historias y ellos también contaron situaciones personales muy fuertes. Hemos  llorado juntos, pero descubríamos que todo lo que hemos vivido nos ha conducido hasta lo que somos hoy y que, con amor, se puede transformar cada cosa en algo más grande. Luego fuimos a jugar al voley a la cabaña, donde se realizó el campamento, hasta que llegó la noche; y, aunque nos costaba despedirnos, regresamos muy contentos a casa”. (Bertha)

“Al día siguiente, por la mañana, logramos reunirnos con el equipo completo de las chicas que trabajan en el Hogar. Se veía que lo construido permanecía, porque al llegar nos abrazamos como una familia que se reencuentra. Con ellas tuvimos un momento de diálogo sobre lo que significa ser parte del Hogar de Ancianos, su labor; y que el Hogar, que pertenece a los Focolares, las hace también a ellas parte de esta gran familia mundial. Estaban felices y nos contaban que en el Hogar se sienten en paz, valoradas, apoyadas unas a otras; sin saberlo, viven como en un focolar”. ( Jenny)

“Cuando nos vimos a la cara, Javier y yo del norte, Bertha y Marvin de Lima (centro) y Ale del sur del Perú, juntos dijimos que haríamos todo por amor. Desde ese momento noté en todos a un Jesús presente y vivo. ¡Me queda el corazón henchido! Gracias por haber sido esos instrumentos de amor concreto de Dios”.(Jenny)

“Luego de este encuentro recibimos en el salón del Hogar a los más de 30 chicos de la Confirmación de la Parroquia. Empezamos cantando, bailando, todos muy participativos. Les contamos de Chiara Lubich, del Movimiento y les invitamos a vivir el Arte de amar. En grupos, profundizamos cómo vivir concretamente dieron mucha esperanza: mencionaban perdonar a sus enemigos de clase, escuchándolos y comprendiéndolos; decían querer venir a apoyar al Hogar, también como animadores en la Catequésis, comprometerse a prestar sus cosas en clase, a ser mejores amigos, a no dañar al otro… Al finalizar, como si la dinámica de estos días se repitiera, una vez más no se querían ir. Se quedaron sentados, esperando qué más seguía. Finalmente, fuimos los cinco a la capilla del Hogar para agradecer por estos días y renovamos el Pacto de amor recíproco para garantizar la presencia de Jesús espiritualmente en medio de nosotros. Fueron días para empaparme y renovarme en el Ideal de la unidad; cada cosa que compartí y doné fue como un rayito de luz en mi camino. Me voy de Lámud con muchas expectativas y confiando en Dios que no solamente está poniendo su dedo en cada cosa, sino su mano en todo”. ( Marvin)

Concluye Javier: “Al terminar de estos días nos dábamos cuenta de que, a pesar de que antes no nos conocíamos entre nosotros cinco, nos encontramos en Lámud con la misma disposición de dar la vida unos por otros, y eso nos condujo en cada actividad que realizamos, garantizando que toda persona que encontráramos sintiera a Dios Amor que la ama inmensamente. Ese clima nos ayudó a lograr que se realice el programa con los cambios sugeridos según las circunstancias y atentos a lo que nos sugería el Espíritu Santo. El eco de los niños, quienes querían quedarse más en el campamento y que volviéramos pronto, escuchar de los adultos la exigencia de tener estos encuentros con más frecuencia y el pedido del Párroco de apoyarlo con nuestra espiritualidad en la formación de catequistas, nos interpela fuertemente”.

“También las risas estuvieron presentes, un modo para transformar las dificultades en anécdotas divertidas y así vivir con más libertad cada momento –confiesa Alejandra–. Estoy muy agradecida a Dios por esta comunidad de la Obra de María en Lámud, Amazonas. Me siento ahora más unida a ellos y espero volver pronto para seguir construyendo juntos el designio de Dios sobre todos los que hemos conocido en estos Días”.

Por Alejandra Cuadros (Arequipa), Bertha Ricaldi (Lima), Marvin Zelada (El Salvador), Jenny y

Javier (Lámud, Amazonas)

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