Estamos en los umbrales del tercer milenio. La familia, cada familia puede llegar a ser protagonista de esta era. Ideada por Dios como obra maestra de amor, la familia puede inspirar líneas que contribuyan a cambiar el mundo de mañana.
En efecto, si observamos a la familia, si le hacemos una especie de radiografía, podemos descubrir en ella valores inmensos y valiosísimos que, proyectados y aplicados a la humanidad, pueden transformarla en una gran familia.
La familia se funda en el amor, vínculo que tiene todos los sabores: amor entre esposos, entre padres e hijos, entre abuelos, tíos y sobrinos entre hermanos. Un amor que crece y mejora continuamente. Del mismo modo el amor de los esposos engendra nueva vida y la fraternidad se transforma en amistad. La autoridad y las diferentes funciones, al ser expresiones del amor, se reconocen naturalmente.
En la familia se propone espontáneamente todo en común, se comparten todos los bienes, se tiene una única economía. El ahorro no consiste en acumular, sino en prevenir. Es normal cubrir las necesidades de quien todavía no produce, o de quien ya no puede hacerlo.
En la familia viven juntas personas de todas las edades. Lo natural es vivir para los demás, amarse mutuamente.
También la educación tiene un lugar de una manera espontánea pensemos en los primeros pasos y en las primeras palabras del niño. Se castiga y se perdona sólo por el bien de la persona.
El sentido de la justicia es normal en la familia, así como sentir en uno mismo la culpa y la vergüenza del otro. Sufrir, sacrificarse por los demás y llevar los pesos los unos de los otros es algo natural. La solidaridad y la fidelidad a la propia familia reinan espontáneamente.
En la familia la vida del otro vale tanto como la propia, y a veces más; cada uno se preocupa por la salud de todos y se hace cargo de quien no se encuentra bien.
En ella es donde, de una manera natural, se enciende y se apaga la vida; donde encuentra acogida, amor y atención el discapacitado, el anciano y el enfermo terminal.
En la familia se viste y se alimenta a los miembros según sus necesidades. La casa la crean y la cuidan juntos, con la participación de todos.
En la familia se enseña y se aprende; todo en ella contribuye a la maduración de las personas. Sus miembros pueden tener distintos valores culturales, pero todas estas diferencias se convierten en riqueza para todos.
También la comunicación se hace espontánea en la familia; cada uno participa en todo y comparte todo.
Pues bien, la tarea de la familia es vivir con tal perfección su propia vocación de familia que ésta pueda convertirse en modelo para toda la familia humana, transmitiéndole todos sus valores, con su característica forma de ser. De esta manera, la familia será (…) semilla de comunión para la humanidad del tercer milenio.
¿En la familia es natural poner todo en común? Allí tenemos entonces la semilla que puede hacer crecer en la sociedad una economía en favor del hombre. Ahí está la semilla de una cultura del dar, de una economía de comunión.
¿Se vive espontáneamente en la familia, el uno por el otro, se vive el otro? Ahí está la semilla de la acogida entre grupos, pueblos, tradiciones, razas y civilizaciones, que conduce a una inculturación recíproca.
La transmisión de los valores en la familia ¿se realiza espontáneamente, de generación en generación? Pues entonces puede servir de estímulo para una nueva valoración de la educación en la sociedad. Y la forma de corregir y perdonar en la vida familiar puede iluminar el modo de administrar la justicia.
¿Es tan valiosa en la familia la vida del otro como la propia? Pues ahí está la semilla de esa cultura de la vida que debe impregnar las leyes y las estructuras sociales. ¿La familia cuida de su casa y refleja en ella su armonía? Allí está la semilla para una renovada atención al entorno y la ecología.
El estudio en la familia, ¿tiene como objetivo la madurez de la persona? Pues ahí está la semilla que puede hacer que la investigación cultural, científica y tecnológica descubran poco a poco el misterioso designio de Dios para la humanidad y actúen por el bien común.
¿La comunicación en la familia es desinteresada y constructiva? Pues ahí está la semilla para un sistema de comunicaciones sociales al servicio del hombre que resalte y difunda lo positivo y sea instrumento de paz y de unidad planetaria.
El amor en la familia, ¿es el vínculo natural entre sus miembros?
Ahí está la semilla para estructuras e instituciones que cooperen al bien de la comunidad y de los individuos, hasta alcanzar la fraternidad universal, valorando a cada uno de los pueblos. (…)
Dios ha creado la familia como signo y modelo de todas las demás convivencias humanas. Por consiguiente, la tarea de las familias es mantener el amor siempre encendido en las casas, reavivando así los valores que Dios ha otorgado a la familia, para llevarlos por doquier en la sociedad, generosamente y sin tregua.

Por Chiara Lubich
Chiara Lubich.La Doctrina Espiritual; recopilado por Michel Vandeleene.
1a ed. 2a. reimp-Buenos Aires: Ciudad Nueva, 2017. Pág. 230, 231 y 232